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Los cines destartalados

por Sergio Casado
27 de julio de 2025
en Segovia
José Coronado en “Cerrar los ojos”, 2023, de Víctor Erice.

José Coronado en “Cerrar los ojos”, 2023, de Víctor Erice.

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En la biblioteca en diagonal si al temblor de mis manos se añade la inquietud en la pierna tenemos fiesta y verbena nocturna. Yo, que fui acomodador en un cine, no puedo acomodarme en la cama. La pierna tiene vida propia y me irrita. Viene el Doctor Tarumba. Doy vueltas y decido dedicarme a imaginar. Me viene a la cabeza el consejo de un amigo: “Relaja y sueña mientras dura la ruta”. Pienso un poco en mi amigo porque quiero ser como él. Le recuerdo en su despacho, rodeado de libros y un frigorífico repleto de helados. La primera vez que vi ese santuario me fijé atentamente en una butaca desvencijada. ¿Dónde la había encontrado? ¿Por qué la había comprado? ¿O se la habían regalado? No le pregunté. Quizá sólo era una única butaca rescatada de un cine desmantelado. Y en el sueño, dejando atrás la realidad, cavilo sobre esa butaca, me invento un cine pensando en ella, me invento “Los cines destartalados”. Es como si a alguien se le aparece un verso o una palabra y decide perseguir al autor y crear un nuevo poema o un nuevo libro.

Sigo imaginando a pesar del temblor y la inquietud. Paseamos junto a la finca en la que existió mi cine playero sin techo. Montones de sillas de madera abatibles. Dulces y crispetas. Mosquitos y repelente, como no. Miro a Judy Davis en “Pasaje a la India”. Una película, un sueño. Davis, otro sueño. Mi cine sin techo, otro sueño.

Quedan cines destartalados, completamente desaparecidos en nuestra memoria. Alguna vez se aparecen repentinamente. Nos piden auxilio. Fantasmas sonrientes, nos llaman porque no son sólo salas, butacas. Son cineastas.

Sigo sin poder dormir por la realidad hostil. Tendré que ser paciente. Ya pasarán, pienso, mis desórdenes. Intento inventar títulos de artículos para el Adelantado. Intento pues inventar el cine del clavo ardiendo. Y así… ¿cómo vivir? ¿qué hacer?

Soy un ingenuo con mi butaca B. Mario Camus me dijo en una ocasión que yo soy un poco infantil. Creo que tenía razón. Quizá por eso sólo me defiendo con mis pequeños juguetes.

Michael Ward y Olivia Colman en “Empire of Light”, 2022, de Sam Mendes.
Michael Ward y Olivia Colman en “Empire of Light”, 2022, de Sam Mendes.

Las grandes producciones de Hollywood también pueden convertirse en cines destartalados. Más si son en blanco y negro. Más si son mudas, como las del cineasta protagonista de “El libro de las ilusiones”, ese fantástico libro sobre el cine escrito por Paul Auster.

En el cine que no es de Hollywood el peligro es aún mayor. Películas que acaban olvidadas en filmotecas, o ni siquiera eso. Yo soy un rebelde frente a eso, un rebelde infantil. Una butaca B, un guión nunca filmado, una única fotografía de un cine que existió. Esto me apasiona. Me apasiona reconstruir. Mi herramienta es un pilot de color azul o negro.

Las plataformas luchan contra la butaca B. Son otro cine. Y el Cine Florida de Ciudad de México tenía 7500 butacas. ¿Era posible? ¿Cómo serían aquellas proyecciones? ¿Qué espectadores que lo fueron de aquel cine seguirán pensando en él? ¿También existirán butacas rescatadas como la B de mi amigo?

Me interrumpe Vivas Plá cuando le pregunto por los cines destartalados. ¿Qué le sugieren? “No se me ocurre nada salvo melancolía, decadencia, pasado moribundo y cosas por el estilo”.

Me quedo leyendo lo que dice Vivas Plá mientras sigo tumbado en la cama. Por ahí se oye el soniquete de alguna película que ven en otra casa. Algún vecino. ¿Qué pensarán los antiguos espectadores de una ciudad pequeña? ¿Tienen la ciudad que desean? ¿Es posible levantar un nuevo cine o restaurar un cine destartalado? Seguro. Ahí se reúnen los cinéfilos. Hay muchos tipos de cine, algunos de irresistible humildad como la que podemos armar en nuestra casa. Un puro sueño, vamos.

Mi amigo tiene la butaca destartalada, B, allá a las afueras de Segovia. Yo empecé el trabajo en mi silla plegable de madera, porque una de mis ilusiones se había desvanecido. Los cines se han convertido en clones todos con las mismas películas, o franquicias de comida rápida o de ropa, o en gimnasios. Quizá ha de ser así. Quizá los del cine hemos de desaparecer y encontrarnos en otro mundo. ¡Busquémonos! ¡Ya voy! -les digo a mis cines. Mientras, yo invento este truco de magia, este fuerte ante los sioux. Reparto fusiles ante la ultratumba. Preparados para disparar y no dejar títere con cabeza de la maldita realidad.

Una respuesta. Sí, una respuesta. Un camino imprevisto. No me rindo. Recordar cineastas como Manolo Marinero o Mario Camus o Antonio Drove. Es imaginar un espectador para que se siente en la butaca B de mi amigo. No me rindo, le advierto al villano, ante las ruinas. Y sobre estas aparece el fantasma de José Emilio Pacheco: “Con piedras de las ruinas ¿vamos a hacer otra ciudad, otro país, otra vida? De otra manera seguirá el derrumbe.”

Es otro modo de ver el cine. Reconstruir, curar, revivir, resucitar, armar ladrillos, arcilla. Es otro modo, puede ser un nuevo cine. En palabras de Carlos Gracia, la magia conocida de los cineclubes, el proyecto de un gran cineclub. Y no tienen porque ser únicamente paredes y tabiques. Un cine destartalado puede ser uno mismo, ruinoso, desanimado, desmoralizado. Entonces hay que echar mano de pico y pala y cemento.

Dominic Sessa y Paul Giamatti en “Los que se quedan”, 2023, de Alexander Payne.
Dominic Sessa y Paul Giamatti en “Los que se quedan”, 2023, de Alexander Payne.

Carlos Gracia, ante el gran proyecto de un nuevo cineclub: “Generar tu propia programación de clásicos e inéditos con la connivencia de programadores y apoyo de red de cinéfilos.”

Es el ladrillo a ladrillo, película a película, libro a libro. Cinéfilo a cinéfilo. Una búsqueda de un sentimiento artístico frente al consumo. El crítico Enrique Abenia, a propósito de ese “otro modo de ver el cine”: “Me gustaría que el cine motivara un análisis sosegado en el espectador así como debates sugerentes.”

No sé si me repito. Seguramente. Me perdonará el lector mis carencias, mi propia cinefilia destartalada. Pienso en una película que me gustó mucho, “El hotel de los líos” de los enloquecidos Marx. La he olvidado. Ha quedado destartalada. Poco podemos hacer. ¡Poco, no! ¡Puedes volver a verla! O no. La lista de películas destartaladas es interminable. Actrices olvidadas, acomodadores envejecidos, guionistas retirados. Todos vamos al pudridero, a la ruina de José Emilio Pacheco.

Y como digo, un cine destartalado está ante nosotros cada día. A veces algo poderoso queda en ellos, quizá las lámparas del techo, o el anfiteatro cerrado. Peligro de derrumbe. ¿Sobrevivirá el cine? Una pintura, la de Singer Sargent, la de la duquesa de Sutherland. Es un único fotograma de esa mujer. ¡Y qué belleza! ¡O esa película de las Pinturas Negras de Goya! Ahí escondidas en las profunidades del Prado.

Podemos seguir el consejo de Saturnino Miguel en su “Cara al cine”, la película como obra de arte: “Arte es la producción de la belleza. Nunca mejor que en el cine diremos que belleza es lo que visto, cautiva el alma.”

Y tenemos al cineasta de “Cerrar los ojos”, Manolo Solo, que intenta ayudar a su amigo actor, destartalado por la vida, por la enfermedad. Es todo muy siniestro, puro desasosiego. Solo y su amigo proyeccionista, Mario Pardo, están en el trabajo. Les necesitamos. Queremos nuestro amigo, nuestro proyeccionista personal.

Decía José Luis Cuerda que cuando algo vivo se mueve entre las ruinas, renace el mundo. Cuerda, su fantasma, nos habla. Busquemos su cine, sus libros, su humor, y pensemos en él, porque así él sigue vivo. Los que tuvimos la suerte de conocerle tenemos esa responsabilidad. Al menos así lo pienso.

Vayamos a las salas de cine, aunque no nos guste la película. Simplemente para que sigan abiertas. Vayamos a las librerías a buscar libros de Cuerda para que él siga abierto. Cine Cuerda.

Es un cine buzo ahí en las profundidades, como en el abismo de la fosa de las Marianas, si llega el taller naufragio, ese del que ya escribí y en el que sigo escribiendo todos estos artículos, mis pensamientos de cine, antes de que desaparezcan para siempre. Si no los contamos o escribimos, desaparecen.

Viven eternamente en las pantallas el “Splendor” o el “Cinema Paradiso”. El cine de “Empire of light” de Sam Mendes. Resisten. Mientras, Alexander Payne, el gran cineasta de “Los que se quedan” descubre a los cinéfilos norteamericanos “El verdugo” de Berlanga. Usa su posición de privilegio para revivir a Berlanga. Payne se converte en el copartícipe secreto del proyecto Film Streams en Omaha. Me gusta Alexander Payne. ¡Es de los míos!

Timothy Spall en “Mr. Turner”, 2014, de Mike Leigh.
Timothy Spall en “Mr. Turner”, 2014, de Mike Leigh.

¡Vendrán otros cines! ¡Vendrán otros cines! Lo afirma Manolo Matji. No todo está perdido, ahí está la belleza del Cine Doré madrileño, sede de la Filmoteca Española. Son los cinéfilos los que lo construyen, rehabilitan o restauran. Ojalá muchos Doré. Nada como construir un cine o una escuela de cine o una filmoteca o una biblioteca de cine en un viejo edificio que espera esas promesas. Es el optimismo ante las negruras de Vivas Plá.

Es involucrarse o no involucrarse, decía Virgil Earp en “Tombstone”. El enfermo Holliday (Val Kilmer) también se involucra en el cine desde otro mundo. El cine está vivo. Hay escombros…. ¿qué hacer? ¡A desescombrar! ¡A desescombrar! A reconstruir.

Estoy en mi biblioteca en diagonal. Como lector, tanto va el cántaro a la fuente que al final escribo. Ahí en mi ordenador, un fondo de pantalla. Ida Lupino y Humphrey Bogart en “El último refugio” de Raoul Walsh. Observo la lámpara entre ambos, la mirada decidida de Bogart y la belleza e inteligencia de Lupino. Me gusta mirar esa fotografía.

A pesar de Bogart y Lupino aparece el temblor y la inquietud que a ratos me dificulta mucho escribir. Como no me duermo, me levanto a tientas porque el cuarto está muy oscuro y no quiero tropezar. No sé que leer y abro la libreta azul en la que fui escribiendo mientras mi cine iba quedando destartalado y amenazaba desaparición. Yo creía que podría salvarlo.

Dos principios o dos finales para la libreta. “Mr. Turner” de Mike Leigh o “Madrid, 1987” de David Trueba. Películas que significaron algo para mí, que recuerdo con afecto. La de Trueba incluso la guardo con el guión adjunto.

Zeppo, Harpo, Groucho y Chico Marx en“El hotel de los líos”, 1938, de William A. Seiter .
Zeppo, Harpo, Groucho y Chico Marx en“El hotel de los líos”, 1938, de William A. Seiter .

La hoja pulverizada de un árbol. Un cuaderno destartalado, en suma. O salvado, según se mire. Está escrito. Nombres de falsos cinéfilos y otros desánimos. Pero yo tenía apuntado el reverso de la moneda, cines que los vecinos habían levantado en cooperativa, como las maravillas de CineCiutat en Mallorca o los cines Zoco de Majadahonda. Una ciudad puede salir del marasmo y hacerse mejor a sí misma. Hay cines clónicos, cansinos. Siempre la misma película. Pero no tiene razón de ser sólo así.

Yo olvidé que hay que buscar objetivos verosímiles. El sueño puede diluirse, esfumarse o si no andamos con cuidado, llevar a la pesadilla, a la enfermedad, al temblor y otros desórdenes. Paso páginas de la libreta azul, mi guía para un nuevo libro y a ratos pienso que no debería abrirla más o arrojarla directamente al contenedor para reciclar papel y cartón.

La poesía, para hacer un alto en el camino. De Claudio Rodríguez: “Levanta mi alegría, tan intensa/ unos momentos antes del crepúsculo/ y tan doblada ahora.”

Decía, cines bingos, cines de comida rápida y cines franquicia de ropa y sobre todo cines gimnasios. Es un Mundo Gimnasio.

Decía Lewis Carroll que lo único que merece la pena hacer es lo que hacemos por los demás.

Es bonito, era, ser proyeccionista de cine. También lo fui. Ahora las máquinas se imponen, pero ser acomodador o portero o reunirse con los cinéfilos era fantástico. Era ser ellos. Construir cine. Podemos construir cine en casa, viéndolo, como dice Carlos Gracia, o leyendo sobre él. Desde luego las plataformas de cine se han convertido en un buen refugio, aunque se elimina el elemento de ver cine con otras personas. En nuestra imaginación vemos cine con los amigos y familiares desaparecidos y no hay mejor película posible. Ellos se reúnen, sonríen y nos piden hacerles presentes.

Yo también desapareceré con ellos. No es mal final. ¿Entonces? Está muy claro, temblor. ¡A desescombrar! ¡A desescombrar!

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