Que, de un tiempo a esta parte, se ha estado intentando vaciar de vecinos el recinto amurallado de esta ciudad es algo que no debería ser extraño a quien haya seguido con atención las decisiones, tanto urbanísticas como de movilidad, adoptadas por los distintos consistorios en los últimos años.
Que la corporación actual está intentando por todos los medios a su alcance ser el que dé la “puntilla” a esos “vecinos de siempre”, lo constatamos casi a diario.
Dentro del programa bien pergeñado para expulsar a los vecinos del casco histórico, han empezado a sonar las trompetas de Jericó para el Paseo del Salón: en él han puesto sus ojos de rapiña aquellos que dicen velar por el bienestar de los ciudadanos de esta ciudad.
El casco histórico adolece de grandes espacios verdes públicos. Tiene pequeñas áreas verdes, acotadas en: el jardín de Carlos Martín y Luis Martín, la plazuela de la Merced, la plazuela Zuloaga, el bonito jardín de Fronkes o el paseo del Salón.
Es este último el que más se aproxima a lo que podríamos llamar “pulmón del barrio”. Así es el más utilizado cotidianamente por los vecinos para su esparcimiento (para muchos vecinos es el único lugar al que pueden salir a pasear), al tiempo que es el más idóneo para que los niños lleven a cabo sus juegos.
De esta forma eliminar la posibilidad de estos usos, para convertirlo en un lugar de ferias varias, supondrá quitar uno de los atractivos que puedan atraer residentes jóvenes con niños a la zona y, al mismo tiempo, introducir un motivo más para “huir” precipitadamente de la suciedad y ruido que tales ferias, tan del gusto de los “mandamases”, suelen conllevar.
Pero, claro, habíamos quedado en que ese es el principal deseo de esta corporación: expulsar a los que aún aguantamos. Aunque no, como ellos querrían, estoicamente.
Escribimos estas líneas después de leer las ufanas declaraciones del concejal de festejos autofelicitándose por el éxito de sus propuestas; en particular de la usurpación del Paseo del Salón de Isabel II como localización de una falsamente llamada, pues cerraba muy pasado el ocaso, “feria de día”.
También como apoyo al artículo aparecido en este periódico el pasado 2 de julio.
Esta mal llamada “feria de día” se inauguró ya con una declaración de intenciones indudable, inundando la atmósfera segoviana de tufo a barbacoa y de inefables canciones que hablan de culos, tetas, melones, putas, frases groseramente machistas, obscenidades varias (una de ellas decía: “me la mete sin condón/me la mete con condón/me la mete en la cocina /me la mete en el… ¡balcón!”) muy apropiadas para los oídos de las familias que acuden con sus niños a pasar una tarde de fiesta o que hasta ese instante estaban tranquilamente en sus casas, situadas en los aledaños.
Así, en una ciudad patrimonio de la humanidad podíamos contemplar una de las joyas del románico mundial inmersos en una atmósfera “barbacodiana” oyendo a todo decibelio “me la mete en el balcón”.

Todo ello en una zona donde, además, los residentes deben componer la densidad de más edad de Segovia y a los que, quisieran o no, se les instaló en el salón de sus casas una discoteca de muy dudoso gusto, pero de muy alto volumen. Tan es así que algún vecino al llamar a la policía (sin ningún éxito claro está) éstos pensaron que lo hacía desde la terraza de su casa, cuando la realidad era que, con todas las ventanas cerradas a cal y canto, lo hacía desde el pasillo.
Ya sabemos que en estos tiempos los viejos estorbamos (hemos tenido que oír a adolescentes por la calle decir que la culpa de sus problemas la tienen los viejos, que gastan mucho). Sabido lo anterior considero, sin embargo, que el castigo que nos inflige esta corporación es excesivo.
No debemos olvidar que Segovia fue declarada Ciudad Patrimonio de la Humanidad no solo por sus monumentos, que sí, sino también por haber mantenido, al contrario que muchas otras ciudades, su núcleo histórico HABITADO. Es decir, perder la población asentada en el recinto amurallado supone perder una parte importante de nuestra condición de Patrimonio de la Humanidad.
Pero qué podíamos esperar de unas fiestas organizadas por quiénes han echado de Segovia la posibilidad del C.I.T.A.R, han liquidado el único mercado permanente de abastos que había en el recinto amurallado, han fulminado las ferias del libro nuevo y usado, la de artesanía y la feria de la mujer rural. Han dejado en raquíticas las subvenciones a todas las asociaciones culturares de Segovia, se han cargado el taller de teatro municipal, han “tapado” el acueducto y la iglesia de San Martín, siempre que han podido, con todo tipo de artilugios y ridículos mercadillos. Esos que se gastan cientos de miles de euros en celebraciones de dudoso gusto, vías que resultan en jeroglíficos coloreados, luces navideñas absurdas y cutres.
Y mientras, las calles de Segovia se convierten en trampas para los peatones y martirio de los conductores.
En fin, qué nos va a sorprender de quiénes desprecian la ciudad de Segovia y a sus ciudadanos. Esos que hurtan la ciudad de Segovia a los segovianos para convertirla en escenario de sus sueños más delirantes.
Desde AVRAS no pretendemos la supresión de las fiestas patronales, que son emotivas y necesarias. Tampoco abogamos por un enfrentamiento con los empresarios del ocio establecidos en la zona, todos ellos estupendos profesionales que gozan de merecida fama. Es más, desde AVRAS entendemos que el casco histórico sea, como en todas las ciudades similares, la zona de preferencia turística y más concurrida de la ciudad; así como la zona que más carga soporte en las fiestas patronales.
Pero AVRAS también entiende que es responsabilidad del equipo de gobierno de la ciudad velar por la convivencia entre la vida cotidiana y la vida trashumante, entre la vida vecinal y la vida de ocio. No sé en otras ciudades, en Segovia esto no se cumple.