La exposición de cualquier tema en la vida se puede llevar a cabo desde la más simple y visible superficialidad o ahondando en la más compleja y oculta profundidad.
Podría, de este modo, en el primer supuesto, comenzar a escribir y disertar sobre la legalidad o ilegalidad de la convocatoria de huelga por parte de jueces y fiscales, la incidencia de la misma, su sustento ideológico, su apoyo por parte de Asociaciones, Colegios, Consejos, funcionarios, publicidad, forma de expresión y suma y sigue. Ello nos llevaría a discusiones ideológicas separatistas entre mentes individuales, cada cual con su pensamiento propio, que arribarían en la conocida meta de “divide y vencerás”.
Descendiendo de la superficie a lo profundo, nos encontramos, en primero lugar, con el hecho relevante de que, por primera vez, no se convoca una huelga para reivindicar mejoras salariales, estructurales u organizativas para un único colectivo, sino como protesta ante la pretensión del ejecutor, de la aprobación de una ley que atenta miserablemente contra la independencia del poder judicial y modifica la instrucción de las causas penales entregándoselas a un colectivo dependiente de su dictador. Esta huelga trasciende los intereses meramente personales de los huelguistas. Se puede así mismo contemplar, que abogados, procuradores y funcionarios, en muchos casos, se han unido a ella con su presencia y apoyo personal, pero las instituciones que los representan (Colegios, Consejos y Asociaciones) han mantenido una actitud bastante tibia frente a esta gravísima afrenta a la esencia que defienden sus colectivos: la justicia, limitándola a detalles simplistas (aunque loables) como el perjuicio que el paro pudiera suponer a los profesionales.
Una visión amplia y con perspectiva del panorama, nos lleva a la conclusión de que resulta muy sencillo comprobar cómo la élite de las fuerzas del caos siembra la tierra fértil en la que se desarrolla la vida humana de ideas y creencias de tintura bondadosa y de finalidad escabrosa. A modo de ejemplo, a nadie le seduce destruir la tierra que nos sostiene. Pues bien, alegando un sustento sobre esta premisa, se demuelen presas, se gasea el cielo, se talan olivos centenarios para colocar placas solares o molinos de viento. En la presentación de esta ley se vuelve a utilizar este método que sigue embaucando a muchos inexplicablemente.
Siguiendo este plan, se sirven de mentes psicopáticas para que, a cambio de dejarlas coger y esconder el dinero mordido, forrarse. En la ejecución de su propósito, se llevan por delante el bienestar y la vida de los habitantes del país que aquéllos (no los votantes) han elegido para su propio y particular gobierno. Evidentemente, el psicópata precisa defenderse de sus fechorías. Para ello, utiliza la manipulación de las normas ya existentes, la promulgación de nuevas leyes mediante una formula inadecuada (el decreto), el uso de un sistema partitocrático absolutamente dictatorial constituido sobre la base de la compra de sus miembros, gana la batalla a una Jefatura del Estado por la tenencia de secretos cuya revelación la harían volar por los aires, pacta con una oposición que navega en su mismo barco aunque bajo la bandera teñida de diferente color, controla todas las instituciones con la más mínima posibilidad de manipulación sobre temas importantes (recuento de votos, estadísticas, información).
La guerra estaba llegando a su fin. Las batallas habían sido ganadas una a una por el sátrapa. Sólo quedaba un escollo. Parecía sencillo de superar. Un “decretito” más: La colocación de los jueces que el mandamás desea para que juzguen sus fechorías cómo y cuándo le interesa y la instrucción de las causas de sus mordidas por parte de sus secuaces, obligatoriamente adscritos a un colectivo bajo su mando (los fiscales).
Si buceamos un poco más en las profundidades del océano de la cuestión y ajustamos la visión a lo que se encuentra más allá de la propia vista, podemos observar, con toda claridad, la existencia de un Orden Eterno que no se ve, pero que se percibe y que rige los designios del devenir de nuestras vidas. En todos los ámbitos de la manifestación, conviven unas fuerzas que sustentan a dicho orden y otras que provocan su propio caos. Si este espectáculo se puede observar a nivel cósmico, resulta mucho más sencillo y evidente de contemplar a nivel humano. Y es que, la historia de la humanidad se resume esencialmente en una lucha permanente entre las fuerzas del bien y del mal. Incluso dentro de cada individuo, en el interior de cada mente, se proyecta de continuo la batalla entre pensamientos mezquinos y sagrados.
El caso es que, según se va haciendo visible lo oculto y se ahonda en lo profundo, el Orden único e invisible va tomando diversos nombres y formas. Y una de las formas que lo sustenta toma el nombre de “Justicia”. La ley de lo justo va más allá de la interpretación de la norma que lo contiene. La justicia va mucho más lejos de su sustento filosófico estudiado en la carrera de derecho. Se trata del soporte de unas normas de origen mucho más ancestral que el derecho romano. La justicia existe con anterioridad a nuestro nacimiento, incluso es previa al asentamiento humano en la tierra y pervivirá cuando quien escribe y quienes están leyendo hayan abandonado esta existencia. La justicia vive y pervive en nuestro interior y brota en nosotros cada vez que lo injusto ataca de nuevo. Cambiar la visión normalizada hacia fuera y dirigirla hacia el interior nos lleva al conocimiento de lo justo y al descubrimiento de ese anhelo de que sea eso, lo justo, lo que dirija los designios de lo externo.
He aquí que, no es que se hayan levantado los jueces y fiscales. En esta ocasión, se ha levantado la Justicia. Y, a la justicia, no se le vence tan fácilmente. Desde nuestra parte más externa, desde nuestra propia acción, entiendo que deberíamos haber estado en pie, todos con ellos, puesto que, si las fuerzas del caos vencen esta última batalla, aunque el orden regrese de nuevo, lo hará dentro de muchos, muchos años y, al menos en lo que a quien escribe respecta, defensor de la justicia por profesión y convicción, le tocará vivir bajo el yugo de esta dictadura lo que le resta de vida.
