La Octava del Corpus es una fiesta religiosa que se combina con el hacer popular a través de las danzas del paloteo.
Esta fiesta data del siglo XVI, cuando se creó la Cofradía del Corpus Christi, extinta hoy en día, para ensalzar al Santísimo Sacramento en uno de los días grandes de la Iglesia católica: el jueves de Corpus, aunque las primeras pruebas documentales datan del siglo XVII. El objetivo fue y es aportar alegría a la solemnidad del culto religioso.
Desde entonces, esta fiesta se inicia el mismo día de Corpus Christi hasta una semana después, culminando en el jueves siguiente, día de La Octava.
El templo se llena de flores, cantihueso y tomillo. Huele a Octava. Se prepara el monumento con la custodia de asiento en el altar mayor.
Los vecinos adornan sus balcones con banderas, colchas, mantones, insignias, etc. Se preparan para el gran día.
Durante toda la semana de octavario, la iglesia de Santa María la Mayor luce sus mejores galas para celebrar misa por la mañana y dejar el Santísimo expuesto hasta por la tarde, cuando se celebran las Completas y se guarda al Santísimo hasta el día siguiente. Durante las Completas se cantan Salmos, Himnos, la Salve y el Pange Lingua mientras se da un rodeo por el interior de la Iglesia de Santa María la Mayor con el Sagrada Forma en custodia de mano bajo palio.
los vecinos preparan altares por el pueblo para que la comitiva de la procesión de Corpus pare, y los distintos barrios vayan recibiendo la bendición desde ellos
La víspera de la Octava, se llevan a cabo las Completas en una celebración más elaborada y con mayor solemnidad que las siete jornadas precedentes. En esta ocasión el rodeo va precedido de los miembros de la Cofradía de la Vera Cruz, de las dos cruces de oro y plata, también del siglo XVI, y de los danzantes que saludan al Santísimo en genuflexión y seguidamente comienzan a bailarle al son de dulzaina y tamboril sin dejar de tocar las castañuelas y sin perderle la cara en ningún momento.
El séquito llega al altar mayor donde los danzantes repartidos en dos hileras en cada lateral “saludan con respeto” al Santísimo en la bendición final quedando este resguardado para el día siguiente.
Y el jueves, día de La Octava, se celebra la misa solemne que finaliza con la procesión el Santísimo Sacramento en la custodia de asiento.
Durante la procesión es cuando los danzantes vuelven a bailarle al Señor, esta vez con sus paloteos, esta vez vestidos de gala, esta vez recorriendo las calles del pueblo.
La Octava de Fuentepelayo es un ejemplo claro de cómo puede convivir el aspecto religioso de una celebración con el aspecto folclórico y cómo durante quinientos años se puede preservar una tradición sin apenas variaciones.
