Sus antiguos alumnos
En la mañana del pasado sábado 14 de junio, los residentes de la calle San Agustín, y los grupos de turistas que por allí se encontraban, pudieron contemplar una curiosa comitiva: Más de 50 señoras y señores ya talluditos (ninguno bajaba de los 60) que, cogidos de la mano y en fila de a dos, transitaban, alegres y risueños, pero en orden y disciplina, desde la Plaza de la Trinidad a la de San Facundo, bajo la atenta mirada de las que parecían ser sus supervisoras. Afinando la vista, se podía distinguir que todos ellos llevaban en su antebrazo o en el pecho un escudo en el que figuraban dos banderas. La de España y la de… ¿Bélgica? Pero no, no eran turistas extranjeros de visita, sino que eran todos “del mismo Segovia”, y, entre ellos, miembros de familias segovianas muy conocidas (Bonis, Cuesta, de Frutos, Díaz-Miguel, Herrero, Manzanares, Montero, Sansigre, Torán, Vázquez, Zamarrón…)
Al ser preguntados, informaban de que se trataba de un grupo de antiguos alumnos del Colegio Hispano Belga, que estuvo ubicado entre los años 1956 y 1973 en unas dependencias interiores de la Casa Palacio de los Campo, en la cercana calle de La Trinidad. Y que habían organizado este encuentro, después de muchos años, para recordar historias y anécdotas, y para pedir a las autoridades segovianas, y a quien corresponda, que la memoria de este Colegio no quede en el olvido.

El Colegio Hispano Belga de Segovia
El Colegio Hispano Belga de Segovia tuvo su primera sede en la Plaza de La Merced nº 4. Fue fundado por Carmen Van den Eynde y Posada (Bilbao 1903 – Segovia 1975). Carmen era hija de Florencio van den Eynde (Amberes 1864 – Segovia 1938) que vino a España como cónsul de Bélgica a finales del siglo XIX y acabó instalándose en Segovia en 1934, donde impulsó negocios varios.
En la plaza de La Merced estuvo el Colegio hasta el curso académico 1956-57, en que se trasladó a la calle de La Trinidad nº 6 (hoy es el nº 8), enfrente de la iglesia del mismo nombre, en unas dependencias interiores de la Casa Palacio de los Del Campo.
Los primeros datos del edificio son de principios del siglo XVI, en que el matrimonio formado por Don Pedro del Campo y Doña Francisca de la Trinidad compró y reedificó la casa sobre la anterior de portada románica. En el escudo que todavía se conserva se pueden ver las armas de los Del Campo, a la izquierda según se mira, y de los Trinidad, a la derecha, ambas rodeadas por lo que en heráldica se conoce como una laura (corona de laurel)
Después de pasar el gran portalón y atravesar un oscuro recinto, típico zaguán segoviano con entrada y salida no enfrentadas para evitar corrientes y por privacidad, se accedía a un patio interior con columnas en dos de sus lados. El acceso al Colegio era por la parte derecha del patio, subiendo un pequeño tramo de escaleras.
Según se entraba, a mano derecha, estaba el aula de los “pequeños”, cuyas ventanas daban al patio de entrada, y los dormitorios de la familia. Enfrente, el colegio tenía otras 2 aulas: la intermedia, donde se pasaban otros 2 años, y la de “mayores”, que era de “preparatoria de Ingreso” en la que se estaba hasta el año en que se cumplían los 10 años, que era cuando se podía optar al ingreso en uno de los centros autorizados para impartir el Bachillerato: Instituto, Concepcionistas, Jesuitinas, Misioneros, Maristas o Seminario.
El patio se encontraba separado de las aulas por un gran ventanal. No era muy grande, y tenía un árbol enorme en el centro, rodeado de una bancada donde los alumnos se podían sentar. En el recreo había un cierto reparto de espacios. La zona pegada a las aulas era ocupada normalmente por las niñas, que jugaban a la comba, al corro, a la goma… mientras que la zona más alejada era el territorio de los chicos, que jugaban al burro, a la cadena, a las chapas, a la peonza y cosas así (no había espacio para montar un campo de fútbol completo; todo lo más una portería).

Recuerdos de los antiguos colegiales
A primera hora de la tarde, mientras se esperaba en el patio a que fuera la hora de comienzo de las clases, se escuchaba por alguna de las ventanas de la vecindad el programa “Peticiones del Oyente” de Radio Segovia. Y las canciones de Manolo Escobar, “Madrecita María del Carmen” o “El Porrompompero”, sonaban casi todos los días.
El enorme árbol del patio era un peral de perillos buenísimos. Además, justo al salir al patio a la derecha, había una enorme parra. Al fondo del patio había una ventana misteriosa con rejas; se decía que allí vivía una bruja.
Todavía se recuerda el nombre de los juegos en la zona de las niñas: “A la zapatilla por detrás”, “El corro de la patata”, “Pasimisí, pasimisá”, “Ratón que te pilla el gato”, “Ferrocarril, camino llano”, “Dónde están las llaves”, “A tapar la calle”, “El patio de mi casa”, “Tengo una muñeca” “Verbena, verbena” … Y el escondite, y el escondite inglés y el dado…”
El colegio era mixto, en una proporción aproximada de 60% niños y 40% niñas, aunque, en las aulas, las zonas estaban separadas, o sea que “juntos, pero no revueltos”. De hecho, el mayor castigo que te podían aplicar, siendo niño, cuando ya estabas en el aula de preparatorio de ingreso era que te mandaran a sentarte un tiempo en la zona de las niñas (y viceversa).
Una característica diferencial del Colegio Hispano Belga, que se hizo muy reconocida en Segovia, era la forma de organizar la recogida de los alumnos por el Casco Histórico de la ciudad. Como alternativa a que te llevaran tus padres al colegio o fueras por tu cuenta si ya eras lo suficientemente mayor, el colegio organizaba unos itinerarios de recogida, por donde pasaba “la fila” cada día a una hora determinada, e iba formando una hilera de colegiales, unidos por la mano y de dos en dos. Al finalizar las clases del día, la fila hacía el recorrido inverso, dejando a cada niño en el punto de recogida acordado con los padres.
Una fila empezaba en la Vía Roma, en la Alamedilla del Conejo. Pasado el Azoguejo, subía por la calle Cervantes, por la Casa de los Picos y por la Potenda a la plaza de los Huertos, y de ahí al Colegio. La otra fila empezaba en la calle Daoíz, pasaba por La Plaza y continuaba por la calle Valdeláguila hasta La Trinidad.
El uniforme de los chicos era un pantalón gris, camisa blanca y jersey azul marino. Las chicas llevaban una falda de tablas, con peto y tirantes, a cuadros de pata de gallo blancos y azul marino, blusa blanca y jersey azul de cuello redondo azul marino. El escudo se cosía en el jersey. La trenca no empezó hasta 1959-1960, más o menos, y se cambió el jersey por otro de punto inglés cerrado por delante con una cremallera. También se cambió la forma de la falda.
Cuando se entraba al Colegio, había que dar a doña Carmen los buenos días y las buenas tardes con un saludo muy protocolario. Los chicos daban la mano inclinando el torso y las chicas haciendo una reverencia doblando la rodilla derecha y echando hacia atrás la izquierda y cogiéndonos la falda con la mano izquierda. Doña Carmen daba mucha importancia al saludo y, como cada vez lo íbamos haciendo peor, de vez en cuando volvía a enseñarlo.

Don Manuel, el marido de Dª Carmen, que era funcionario de prisiones, tenía un Biscúter de dos tonos marrones u ocre. Cuando bajábamos a la Fuencisla, lo llevaba.
En el mes de mayo se hacían ofrendas a la Virgen. El pequeño altar estaba en un altillo en la clase de Dª Carmen en la pared del fondo a la izda. Las niñas llevaban flores y los niños velas. Nos poníamos en fila en la puerta de la clase, empezábamos a andar hacia el altar cantando “Venid y vamos todos con flores a María, con flores a María que Madre nuestra es””.
La sala de visitas a la derecha, donde tenían una muñeca vestida con el uniforme de cuadros, que nos dejaban llevar de muestra para que alguna modista lo reprodujera, mientras que el escudo que se aplicaba a la trenca lo vendían en Casa Fermín, en la Calle Real.
El olor a lilas de esas tardes de flores a María durante el mes de mayo. Las dejábamos en la cocina hasta el momento de la “procesión”, que, saliendo de ella, atravesaba la clase de Teruca, de los medianos, y terminaba junto al estrado que tan alto me parecía donde se sentaba Dª Carmen, a la izquierda de la clase de los mayores, con las mismas grandes cristaleras que la otra aula, que daban al patio.
También aparecía de vez en cuando un sacerdote carmelita con sus grandes carteles enrollables de hule a enseñarnos en viñetas fantásticos pasajes de Historia Sagrada.
Cuando faltaban o se ausentaban Conchita, Teruca o Dª Carmen, nos vigilaba D. Manuel; lo recuerdo como un hombre bueno y tranquilo, y a los pequeños y medianos nos hacía recitar las decenas (diez, veinte, treinta… y remataba con “cien o ciento”). Perdura el recuerdo por esto último, “cien o ciento””.
La profesora encargada de los pequeños era María Hernández, que también había sido antes alumna del Colegio. Otra profesora que, durante unos años, estuvo a cargo de los medianos fue Lolita Tellado. Su hermana, Pepita Tellado, se encargaba de preparar las 1ªs comuniones.

Material didáctico
En los niveles intermedio y preparatorio de ingreso, el libro de referencia era el “Haces de Luz”, de Juan José Ortega Ucedo, editorial Prima Luce, S.A. Había 3 niveles, el “Primer Curso Elemental”, para los 4-5 años, el “Segundo Curso Elemental” para los 6-7 años y el “Tercer Curso Elemental” para los 8-9 años.
En él se incluían casi todas las asignaturas: Historia Sagrada, Lengua Española, Matemáticas, Geografía, Historia de España y Ciencias de la Naturaleza. Quedaba aparte el Dibujo, que se hacía con cuadernillos de Juan Ferrer Miró.
La metodología didáctica seguía las normas de la época: mucha memoria, mucha repetición, mucho estudio y muchos exámenes (y alguna colleja de vez en cuando, lo normal en aquellos años). Había notas quincenales (en teoría; luego los períodos reales eran variables)

Primeras Comuniones
Normalmente en el mes de mayo se celebraban las Primeras Comuniones. Algunos/as niños/as las celebraban en sus respectivas parroquias, pero el Colegio organizaba este acto para los que querían.
Las comuniones siempre eran en el Convento de San Juan de la Cruz (Padres Carmelitas) situado en la alameda de La Fuencisla. Dª Carmen y Don Manuel eran muy devotos de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz. Los trajes de angelitos los prestaban en el Hospicio.

El Domingo de Ramos
Conocida como “La procesión de las palmas”. En esta procesión participaban la mayoría de las escuelas y colegios de la capital. El Colegio Hispano Belga siempre aportaba una numerosa representación.
El itinerario era: Salida de la Santa Iglesia Catedral – Plaza de Franco – Cronista Lecea – Serafín – Plaza Doctor Laguna – Plaza de los Huertos – Arias Dávila – José Canalejas – Melitón Martín – Juan Bravo – Plaza del Corpus – Isabel la Católica – Plaza de Franco – Entrada a la Santa Iglesia Catedral.
Teatro y baile en el Colegio
También, con motivo de las Navidades o del Fin de Curso, se organizaban funciones de teatro y baile. Algunas se representaban en el Teatro Juan Bravo.
Petición
Con motivo de este encuentro, los antiguos alumnos han editado un emotivo “Álbum Histórico (1956-1972)”, donde se recogen fotos, testimonios y anécdotas de la vida del Colegio.
Lo que piden los antiguos alumnos es que la memoria del Colegio Hispano Belga, además de permanecer viva en el recuerdo de los que por allí pasaron, también figure en el patrimonio de la ciudad de Segovia, con una placa-homenaje en la entrada a la Casa Palacio de Los Campo. El año 2026, cuando se cumplen 70 años del inicio de las actividades docentes en esa ubicación, puede ser un buen momento:
En las dependencias interiores de esta casa palacio de los Campo estuvo, entre los años 1956 y 1973, el Colegio Hispano Belga, dirigido por Doña Carmen Van Den Eynde
En el se formó una generación de segovianos y segovianas, que lo recuerdan con afecto
Segovia, enero de 2026

