Dos años recibiendo dentelladas de sucesivos informes sobre presuntas prácticas corruptas; de los apoyos parlamentarios de partidos que se la tienen jurada a España, apretando como si no hubiera mañana en sus peticiones de demolición de la nación española, con la correspondiente estupefacción de ésta por el trato “asimétrico” que se otorgaría al resto del país; y de nerviosismo creciente en las bases y otras altas instancia del PSOE ante la perspectiva de quedar muy alejados de cualquier posible combinación ganadora posterior a los comicios, es muy difícil de digerir para un partido con voluntad de gobierno. Incluso la cota de 85 diputados obtenida en 2016 podría ser excesiva. Eso, si no se acaba siendo terceros como los socialistas portugueses, o en un remedo del PASOK griego o del Partido Socialista Francés, ambos irrelevantes en estos momentos.
A ello, habría que unir el desgaste por la contemplación de Ábalos y Cerdán, y de los que pudieran venir, ocupando escaños en el Congreso. O por la posible visión de Puigdemont dentro de unos meses paseando de manera impune por España, imitando las otrora carcajadas parlamentarias de Sánchez.
O por las posibles vistas de los respectivos juicios a los familiares del presidente. Sin desdeñar, por supuesto, la irrupción ya más organizada que con ocasión de las últimas elecciones europeas de Izquierda Española, partido que no comulga con los nacionalismos, y que supondrá un quebradero de cabeza para este PSOE y para el que viniese, si ello se produjera.
Pero hace mucho frío fuera de las poltronas como para modificar líneas de acción, aún a sabiendas de que unas elecciones generales posteriores a las próximas autonómicas y locales, podrían hacer que el PSOE quedase fuera del poder en toda la estructura territorial completa, salvo posiblemente Cataluña.
Un hito fundamental de aviso definitivo estaría en las elecciones andaluzas, previstas en principio para junio 26. Si se confirma el descalabro que presienten las encuestas, el aire se haría irrespirable en el PSOE, y sólo quedaría para el segundo año la posibilidad de que el PP tuviera que pactar en algunas autonomías con VOX para intentar alarmar por la supuesta venida de Belcebú, o algún “caso redentor” que permitiese activar la categoría de “y tú más”. Justo igual que en el verano de 2023. Esperemos que unos y otros hayan aprendido la lección.
En el ínterin, intento de continuar con la labor de zapa contra los equilibrios del sistema democrático: jueces, policía judicial, medios de comunicación independientes, etc. Lo ya visto, pero sin vuelta atrás y a por todas. En este punto, si la nación sigue con la abulia que ya denunciase Ángel Ganivet en su “Idearium español” de 1897, en vísperas del desastre, no habrá nada que hacer. Y no estoy hablando de violencia ni armagedones, sino de pedir de manera sistemática, continua y comprometida, la devolución de facto de la soberanía a la nación española a través de elecciones, cuanto antes, mejor.
Así que, pudiendo estar equivocado, incluso muy equivocado, atisbo que cada día que pase a partir de estas fechas, se irá acumulando una pérdida para el PSOE de centenares o miles de votos. Es su responsabilidad. No así que la España que hemos conocido podría estar en 2027 en una situación de no retorno definitivo, dentro de una carcasa de Confederación, como paso previo y fugaz a mutar en un rastro de la Historia, con sus fronteras interiores entre estados diferentes e independientes, sus rencillas irredentas por territorios, caudales de agua en disputa, ejércitos propios, etc. En esta tesitura, la responsabilidad sería de todos. Ojo avizor.
