La fiesta del Corpus expresa la gratuidad de Dios escogiendo caminos de humildad y de generosidad y promoviendo el compartir los talentos con los necesitados. Toda participación en la Comunión eucarística exige la participación en el esfuerzo por ayudar al pobre a salir de la pobreza.
Frente a esta fe profundamente humana y divina, está el comportamiento comercial cuya noticia acaba de aparecer: el obispo de Almería, acogiéndose a su respetable obligación que nace de la ley de libertad religiosa, ha propuesto un periodo de preparación de tres años para recibir la primera comunión. Un comentarista saca la conclusión de que se perjudican los negocios de los restaurantes, los caterings, las tiendas de trajes de primera comunión etc. Este comentario recuerda aquel episodio de Jesús en Gerasa cuando, al eliminar el mal de una persona envía el demonio a los cerdos, estos se precipitaron acantilado abajo estropeando el negocio de los porqueros. Estos le dicen a Jesús que se vaya de su país porque les arruina su negocio.
Los restaurantes también hoy dicen al obispo de Almería que se marche de este país porque se acaba el negocio que nace de la celebración de un sacramento. La Iglesia ha callado mucho contemporizando con el negocio existente al amparo de los sacramentos. Las comunidades cristianas y parroquias tampoco deberían favorecer la mercantilización de los sacramentos (bodas, bautizos, primeras comuniones, funerarias). Si no se des comercializan los sacramentos la sacralidad de los mismos pierde su sentido.
El fundamento de esta propuesta está en lo más nítido de la Sagrada Escritura: en los Hechos de los Apóstoles, la simonía se manifiesta en el episodio de Simón el Mago, quien intenta comprar a los apóstoles el poder de transmitir el Espíritu Santo con dinero. Este acto se considera pecado, ya que implica la compra o venta de cosas sagradas.
San Pablo, en su primera carta a los Corintios, aborda la importancia de recibir la Sagrada Comunión con la debida reverencia y preparación. Advierte que quien comulga indignamente, es decir, sin discernir el Cuerpo de Cristo, come y bebe su propia condenación. Esto implica que la recepción de la Eucaristía es un acto sagrado que requiere un estado de gracia y conciencia del significado profundo del sacramento, para lo que se necesita una larga preparación.
Como el comentarista señala, la Primera Comunión es un gran negocio para muchos. De media, el gasto ronda los 5600 euros. Todo ese dinero para vestir al niño o niña, invitar a la familia, animar a los amigos o para que ese recuerdo perdure.
Este año es un 12% más que el año pasado, que costaba celebrar la Primera Comunión unos 5.000 euros y un 40% más que hace dos años, cuando eran 4.000 euros, según un estudio de la Asociación Española de Consumidores. Su coste mínimo supera los 2.500 euros, según este estudio, 2.632 euros en el caso de los niños y 2.586 euros en el caso de las niñas, y puede llegar a más de 13.500 euros como precio máximo para una celebración de 50 personas.
El vestuario, junto con el banquete, los recordatorios, los regalos y fotografías son los aspectos que mayor coste generan. Además, se suman una serie de complementos como diadema, bolso, guantes, zapatos o medalla de oro.
El Obispado de Almería ha dictado una norma que aumenta el tiempo de Catequesis. Serán necesarios tres años, en lugar de dos como hasta ahora. En este sentido, según Ignacio López-Román, Vicario de la Diócesis de Almería, los chavales tienen un año más y “buscamos una mayor madurez en los niños”. “Los niños están en una mejor edad para recibir este sacramento”, añade. Es lógico que los responsables parroquiales y diocesanos de la preparación para los sacramentos (bodas, primeras comuniones, exequias etc) preparen bien a los candidatos y busquen cristianamente lo mejor para los candidatos sin entrar en las cuestiones económicas.
El día del Corpus es una llamada a una buena preparación humana y cristiana para recibir el regalo de los sacramentos en dos frentes: la ayuda al hermano necesitado y la comunión íntima con Dios. El día de la Caridad invita a considerar a los sacramentos como dones y regalos que no se reivindican ni comercializan.
——
(*) Profesor emérito.
