Claudio Gabis (Buenos Aires, 1949) es una figura capital en el rock argentino. La inclusión de varias canciones suyas en la serie El Eternauta (Netflix) ha multiplicado a escala mundial la resonancia de sus viejas composiciones, cuando en tiempos pioneros el trío Manal sacudió el panorama musical de su país. Tres canciones de esa banda legendaria suenan en esa ficción de éxito planetario. El guitarrista y compositor explica la trastienda de una explosión de popularidad sin apenas réditos para los autores. Habla con El Adelantado de Segovia justo antes de viajar a Argentina para ofrecer una tanda de conciertos tras casi cuarenta años afincado en España.
—¿Conoces la expresión “a la vejez, viruelas”? Siempre has tenido éxito, pero el eco de El Eternauta es de dimensión planetaria.
—Estoy usando, para disimular, la de “más vale tarde que nunca”.
—¿Cómo se gestó la irrupción de tres canciones de Manal en esta serie de Netflix?
—La historia comienza hace año y pico, cuando la compañía que edita a Manal, Sony, me envía un pedido de autorización de “sincro”. La sincronización es el nombre que se da a la inclusión de un tema en un contexto fílmico. Tiene grados: la canción completa, la canción en segundo plano, la canción en primer plano, los títulos… Y eso tiene dos vertientes: autoría e interpretación. El primer pedido fue por un tema que se llama “No Pibe”, con lo cual yo, como intérprete, cobré 200 euros aproximadamente. Y punto. Hace pocos meses me llegó otra solicitud de “sincro” por la canción “Porque Hoy Nací”, también como intérprete, que fueron otros 800. O sea que mi beneficio económico total y definitivo por “El Eternauta” asciende a mil euros. No sé si ya estaba Manal en la mente de Bruno Stagnaro, el director de la serie. Lo que sé, porque lo cuentan ellos, es que, en el comienzo, cuando estaban por filmar la primera escena, se encontraban Darín y dos actores más metidos en un coche esperando para una escena en la que estaban detenidos por un piquete o manifestación, protestando por un apagón, según cuenta otro de los actores. Eran las dos de la mañana, hacía frío. Estaban vestidos como si fuera un verano tórrido y se había agotado el tema de conversación. Esperaban a que el director dijera “filmamos” y todos estaban con los micrófonos puestos. El director escuchaba lo que ellos conversaban y, de repente, Darín empieza a cantar “No Pibe”, canción emblemática de Manal, de mi grupo. Viene corriendo el asistente de dirección y dice “Bruno, empecemos la serie así”. Lo voy a encontrar en la Argentina y voy a tener datos más fehacientes.
—Haremos otra entrevista a tu regreso.
—Esa primera canción entra fortuitamente, porque la canta Darín y el director dice “sí, así tiene que empezar la serie”. Darín canta una estrofa, no la completa, e inmediatamente arranca mi solo de guitarra de introducción. El 30 de abril llegó el estreno de la serie a nivel mundial. Un amigo me manda un recorte de la primera parte y me dice “mira y escucha esto, que te vas a caer de culo”. Y efectivamente lo pongo, es un pequeño tráiler de uno o dos minutos. Y me encuentro con Darín cantando “No Pibe”. Entra un solo mío de guitarra en la primera escena, cuando consiguen arrancar con el coche y cantan “No Pibe”. Eso ya me dejó fuera de combate.


—Esa canción se grabó hace 56 años…
—Y Darín la cantaba 56 años después. Sí, tan importante es el azar como que esté en el subconsciente de muchas personas. Y la canta junto con otro de los personajes. A partir de ahí me empiezan a llegar noticias de gente que ha visto toda la serie, los seis capítulos. Me entero de que el último capítulo se llama como otro tema nuestro, “Jugo de Tomate Frío”. Esta no la interpreta Manal, sino los protagonistas en un momento cumbre de la serie, cuando se dirigen en un tren aceleradamente para romper una barrera de automóviles que impide el acceso a la ciudad, porque ellos están en la zona, como si fuera la M 40, y tienen que romper esa barrera para entrar. Ahí cantan “Jugo de Tomate Frío” muy en contexto, porque, aunque la canción en realidad era moralista. Lo que indicaba con ironía era lo que se debía hacer para triunfar en la sociedad del consumo de una manera ácida, diciendo que hay que tener sangre fría, jugo de tomate frío en las venas. Lo cantan para darse coraje ante lo que va a venir. “Dos minutos para el impacto”, dice el capitán de ese grupo de resistentes. Ahí termina esta primera tanda y aparecen todos los títulos montados sobre ”Porque Hoy Nací”, otro tema de Manal. Lo grabamos conmigo al órgano y Javier Martínez, el baterista y cantante y compositor de ese tema, en la guitarra, un día que faltó uno del trío y dijimos “vamos a hacer esto, porque, si no, nos van a matar”. En tres momentos de la serie, la música es muy importante: en el arranque, en el momento final de la primera tanda donde van hacia no se sabe dónde y en los títulos finales. En los tres está Manal.
—¿Pero la primera canción está en la serie por azar?
—Eso es lo que cuentan ellos. Lo cuenta Darín y también el otro protagonista, y lo cuenta Bruno Stagnaro.
—Se cumplen precisamente ahora 55 años de la salida del disco “Anónimo”.
—Efectivamente. El disco sale entre febrero y marzo de 1970. Otro tema pertenece a otra banda de la que formé parte. Se llamaba, y se llama, porque nos vamos a volver a presentar el 13 de agosto en Buenos Aires, “Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll”. Haremos un recital muy grande ese día y también temas de otros grupos, pero todos enrolados en la corriente dura de la primera etapa del rock argentino. Una corriente surgida en tiempos de dictadura, de enorme represión, en momentos de eclosión a nivel global, de la ilusión de cambiar el mundo y de la rebelión hippie, el 68 de París, etcétera. Esa época genera en la Argentina, sin que lo sepamos realmente, un movimiento de envergadura. Creíamos que estábamos a pársec de distancia de Inglaterra o EEUU y resulta que hoy, analizando las letras, incluso nuestra manera de tocar, pues no era lo mismo, pero no estábamos tan lejos.
—¿Si te describo como el Miguel Ríos de Argentina me equivoco o estoy cerca?
—Hay una diferencia fundamental. Dentro de lo que es la profesión musical, y es determinante, Miguel canta y yo no. Existe una distancia enorme entre el cantante y el instrumentista.
—Me refería a la condición de pioneros.
—Creo que entonces es muy correcto. Me situaría en la posición de Miguel Ríos, en la posición de esa gente que tomó el punto de partida de la música anglosajona y afroamericana, que no es lo mismo. El referente inevitable en el campo de las letras es Dylan. Si alguien entró en aquella época en lo que se podía hacer a través de la música, inclusive la más controvertida, que era el rock, para aportar ideas de cambio, ese alguien fue Dylan. Y a continuación, despertados por Dylan, los Beatles.

—El trío Manal funciona entre 1968 y 1971. He leído que fue el primer grupo del mundo en componer blues en castellano.
—Eso es imposible de comprobar. Obedece un poquito a la idiosincrasia argentina. Manal, Almendra y Los Gatos son los que generalmente se mencionan como el trípode fundacional. Existe otro país de artistas que generan rock and roll o beat en castellano: México. Pero se limitan a versionar y no encaran una idiosincrasia propia de una manera, digamos, “marcante”.
—Por proximidad geográfica más que por otra cosa…
—Están al lado. Tienen mucha influencia en el sur de los Estados Unidos, donde hay un Tex-Mex eterno. Lo que sucede en la Argentina es un fenómeno derivado de la distancia, la enorme lejanía. No tenemos frontera con Estados Unidos, estamos muy lejos. El otro día, mirando el mapa, estaba leyendo “La Isla Misteriosa” de Verne por enésima vez y se mencionaba un cabo en la Argentina que se llama Cabo Corrientes, en el paralelo 37. Vi que el paralelo 37 está en medio del territorio argentino, sobre el Atlántico. Estamos más al sur que Australia. Muy lejos. Primero, no gozábamos de la visita de artistas de esas latitudes del norte. Nuestro nivel de información, en discos, libros o televisión, era paupérrimo. Y un detalle más: tenemos un ego tremendo, una idiosincrasia muy especial. Como no había más remedio a nivel idiosincrático y tecnológico, y por imposibilidad de hacerlo de otra manera, tuvimos que generar una música influenciada, en el caso mío y el de Manal, por la música afronorteamericana. Escuchábamos blues, jazz, soul, muchísimo soul, eventualmente góspel, free jazz… Me di cuenta muy rápido, escuchando a Robert Johnson, a Peter Green, John Mayall o Eric Clapton, de que no iba a poder tocar como ellos nunca. Especialmente comprendí que no iba a poder tocar nunca como un negro. No tenía ni puta idea de lo que era el Misisippi. Sabía que era un río grande y lo de los barcos de pala y los negros. Me di cuenta de que había algo en la forma de tocar y de cantar y componer y expresarse, especialmente de los negros, que venía de la teta de la madre, venía de la leche materna, venía de los pies descalzos sobre el polvo de Greenwood, de Clarksdale, ¿entiendes?

—La pobreza y la esclavitud…
—La pobreza, la esclavitud y que es un país absolutamente lejano de nosotros. Es un país muy raro, muy especial, y por eso generó una música así. Mis compañeros también se dieron cuenta. Sentimos que no íbamos a poder escaparnos ni de la forma de ser de un porteño, que es el habitante de Buenos Aires, ni de nuestra geografía y muchísimo menos del idioma, porque Manal tuvo vías específicas creativas en los temas. Salvo uno, “Avellaneda Blues”, que compusimos Javier Martínez y yo, que es un icono de la música argentina. Ahí estaba la corriente introspectiva existencialista de Javier, que partía del tema que llamamos “Porque Hoy Nací” o “Si No Hablo de Mí”.
—¿Muy argentino, no?
—Sí, Cortázar, Borges y su “Funes el memorioso”, “El Túnel” de Sábato. Sí, sí, sí. La introspección con alguna relación con franceses e italianos, más bien depresiva. Había otra corriente con menos temas paisajistas, donde estaban “Avellaneda Blues”, por mi pasión por Avellaneda, vinculada al ambiente ferroviario e industrial de Avellaneda, el corazón industrial de la República Argentina, junto al puerto original que es el riachuelo, que si tengo que buscar algo parecido debo irme a la ría de Bilbao. Y “Avenida Rivadavia”, que es una experiencia personal cuyo final transcurre en la avenida que atraviesa la mitad de Buenos Aires y que en la Argentina dicen, por supuesto, que es la más larga del mundo. O sea que, dicho en términos sexuales, tenemos “la más larga y la más ancha”.
—Jajaja, es un gran punto de partida…
—Nos sentíamos inspirados por Dylan. Nos sentíamos emisarios, misioneros del mensaje del cambio. Queríamos aprovechar las canciones. Y que se cantaran en castellano. Era fundamental para transmitir las ideas de un mundo nuevo, de la mutación de la raza, un montón de ideas. Y esto se conecta ahora con El Eternauta Muchas ideas estaban muy reflejadas por la ciencia ficción del final de los 50 y la década del 60, Asimov, Theodor Sturgeon, Olaf Stapledon… Empecé a leer muy joven. Me interesé por la lectura antes de ser adolescente. Y, por influencia de amigos y búsqueda, descubrí la ciencia ficción. Empecé a leer libros como “Más Que Humano”, de Theodore Sturgeon; “El Hacedor de Estrellas”, de Olaf Stapledon, con prólogo de Borges; “El Fin de la Infancia”, de Arthur C Clark, “La Fundación” de Asimov… Todos los libros donde se planteaba algo en lo que sigo creyendo: el único camino de la supervivencia de la raza humana es la mutación. Seguimos siendo una raza guerrera. Nuestra historia es una sucesión interminable de guerras y los héroes eternos de todas las naciones son militares y guerreros. Esa época planteaba la formación de Gestalts que superaban un viaje parecido a “El Eternauta” hacia el centro del universo, hacia “El Hacedor de Estrellas”. A mi generación le influyó muchísimo. Entonces, de pronto, en el 61, 62, me cae un amigo y me dice “lee esto”. Era “El Eternauta”, que salía en capítulos de 20 cuadritos por semana. Encuentro ahí una historia muy clásica de invasión extraterrestre, “El Día de los Trífidos”, “La Guerra de los Mundos”, eesa enorme cantidad de libros donde se ve que vienen a invadirnos.
—La guerra fría estaba también ahí de trasfondo, el macartismo.
—La guerra fría, el macartismo, las dictaduras en Argentina. Me cae “El Eternauta” y resulta que eso pasa en Buenos Aires. Empiezo a ver la viñeta, los dibujos pasando en lugares que conozco, todo con un tipo extraordinariamente porteño, como es Darín, por ejemplo. Los insultos y todas esas cosas que muchos en la Argentina lo critican y dicen que es todo muy pedorro. Y la verdad es que estás escuchando cosas pedorras, pero resulta que somos así. Somos medio pedorros los porteños. No puedo probar que hayamos sido los primeros en castellano, pero creo que sí fuimos los primeros en hacer rock, no rock and roll, sino rock como lo entendemos hoy, como movimiento y blues.

Inminente gira por Argentina
Claudio Gabis ha vuelto a Argentina una docena de veces para actuar ante públicos que aclamaron sus obras durante décadas. Lo ha hecho de forma guadianesca hasta 2023, su última visita hasta ahora, en la que organizó una veintena de conciertos. En 2019, no pudo visitar su país porque “había una situación económica muy mala”, y en 1920, la pandemia impidió nuevamente el regreso, mientras que los dos años siguientes lo imposibilitaron cuestiones familiares. Esas tourneés las “voy a reeditar ahora, a partir de julio. Indica que “ahora retomo con una gira de 25 conciertos, más otro tanto de charlas”. El viaje está previsto para finales de julio y el empuje de “El Eternauta” estimula la demanda de entradas. “Hay una cosa que tengo clara y es que soy profesional. He elegido que la pasión de mi vida me proporciona además mi sobrevivencia. Y me parece fantástico. No es ni mejor ni peor que un amateur, pero un profesional vive de lo que hace. Si además ese profesionalismo se toma de una manera ética, de manera auténtica, cultural y artística, realmente vivir de lo que uno hace, me parece de lo mejor que uno puede pedir”, explica,
Sobre este primer concierto suyo en la era Milei, recuerda Gabis que “siempre he concebido a los políticos como funcionarios y no como héroes”. Y añade: “Nunca he creído que un político era un benefactor de la humanidad ni un líder. Siempre lo he concebido como funcionario. Lo que me interesa es que sean buenos funcionarios. Así pude hacer cosas con los Kirchner, sin ser kirchnerista. Pude hacer cosas con Macri sin ser macrista, y con tres o cuatro tendencias políticas más con las cuales nunca me he enrolado”. “Recuerdo cuando me presentaron a Kirchner. Yo estaba viendo a un funcionario que cumpliría las funciones de político de presidente de la nación. Simpático. Y pensé: “qué bien que atiende”. Lo mismo me pasa con todos. Está claro que algunos me gustan. Estos no, pero claro, lo que no puedo evitar es, después de cada viaje, tener una visión de cómo van las cosas. Así que a mi vuelta te cuento”, concluye.
