La Cofradía de San Antonio de Padua, fundada en el año 1904, es una de las cinco cofradías religiosas de la parroquia de Valseca, junto a la Cofradía de las Cinco Llagas (1585), la de la Virgen del Carmen, Hijas de María y Apostolado de la Oración, de estas tres últimas se desconoce la fecha de su creación. Anteriormente también existieron cofradías de San Roque y de la Virgen del Rosario, absorbidas en su momento por la Cofradía de las Cinco Llagas.
La constitución de la Cofradía de San Antonio de Padua, se aprobó el 13 de junio de 1904, con doce constituciones redactadas por el entonces párroco Mamerto Salamanca, y firmados por los diecisiete fundadores de la institución: Mamerto Salamanca (sacerdote), Frutos del Real (secretario), Cayetano Luengo, Celedonio Rincón, Pedro Montes, Teodoro Hernangómez, Ciriaco Cuadrado, Saturnino Hernangómez, Mariano Benito, Patricio Sanz, Nemesio Hernangómez, Mariano Hernangómez, Domingo Sanz, Mariano García, Julián Fuentes, Nicanor Hernangómez, Florencio Alonso y Gumersindo Agudo.
El objetivo de la misma, “es procurar y promover en esta parroquia de una manera digna y estable el culto del glorioso San Antonio de Padua, y también para unión de sus devotos y santificación de sus almas”, recoge la constitución de la institución religiosa más reciente del pueblo.
Los cargos de la cofradía quedan fijados en un mayordomo, que es el encargado de llevar y rendir las cuentas de la institución; y un secretario que es quien realiza los registros económicos cada año; mientras que son dos jueces los encargados de presidir la fiesta cada año, y llevar los cetros en la función y en los funerales, estando integrados por un hermano mayor y un hermano siguiendo el orden de antiguedad, también se nombran celadores, que son los encargados de aportar su ayuda en las celebraciones, un cargo que normalmente desempeñaban, los cofrades que habían sido jueces los años anteriores. Unas atribuciones que equiparados a la actualidad, rigen varios mayordomos, si bien también se denominan mayordomos a los hermanos que presiden cada año la fiesta, en lugar de utilizar el nombre de jueces, en desuso desde el siglo XXI. Como celadores, hacen esta tarea varios cofrades que colaboran asiduamente en las tareas de hacer la limonada, así como preparar y repartir la limonada, bollos y surtidos para los refrescos de mañana y tarde.
A modo cronológico, el primer mayordomo desde 1904, fue Celedonio Rincón y el primer secretario, Frutos del Real. En 1938, toma posesión como mayordomo, Eugenio Rincón y en el año 1945, Félix de Andrés pasa a ser nuevo secretario, sustituyendo ambos a los anteriores. En 1964 pasa a tomar cuentas como mayordomo Luciano de Andrés y como Secretario algo más tarde Domingo Agudo. A finales del siglo XX, tiene lugar en la entidad religiosa un nuevo relevo y impulso con la toma de nuevos cargos. En aquellas fechas apenas se superaba el medio centenar de hermanos, y dada la antigüedad de los regentes, se hacía necesario un merecido relevo. De esta manera en los años sucesivos va aumentando de forma considerable el número de cofrades, hasta nuestros días, comandando los cargos, Alberto Martín, Isabel Domínguez y Soledad Poza. También en la última década del siglo XX, ingresa en la cofradía la mujer, siendo la primera mayordoma, Isabel Domínguez.
Hermanos en 1906
En estos primeros años de la reciente constitución de la cofradía, destaca la entrada de un buen número de hermanos. En 1906, se produce la entrada de 8 hermanos que pagan una cuota de 3 pesetas cada uno; en 1911, se hacen 13 nuevos hermanos y en 1926, entran once nuevos hermanos, datos con los que la Cofradía a mediados del siglo XX, superaba los cincuenta hermanos.
¿Y cuál es la estructura de los registros de los gastos de la fiesta?. La cofradía posee dos libros antiguos. Uno con la escritura manuscrita fundacional, y otro de los asientos contables más antiguos, que ha sido restaurado por la institución recientemente. Los demás son cuadernos y libros más recientes.
En los primeros años las mandas estaban compuestas por fanegas de trigo, celemines, alguna cantidad de pesetas, y el pago de cera para el santo, que se encargaba al vecino Isidoro Hernagómez; así como las arandelas, que debían de servir de sujeción para las luminarias, de las que se ocupaba de hacer el hojalatero del pueblo. Asimismo, según las ordenanzas, se incluía el pago de las penas incurridas durante el año y el pago de las excusas, también se incluye el pago al padre espiritual (sacerdote), y a un predicador que se traía todos los años para la festividad hasta bien pasada la primera mitad del siglo XX. En este apartado, como sucedía en otras cofradías, un tablero enmarcado que incluía el nombre de todos los hermanos y un cordón de cuero sobre cada nombre, servía para justificar la entrada o no al oficio y justificar la asistencia. Otro de los conceptos era el pago del denominado Añal, que correspondía a la misa por los difuntos del año. En el año 1911, destaca el pago de excusas por un total de 15 pesetas.

El sorteo de borregos y los cohetes, ha sido siempre una de las connotaciones históricas de esta fiesta desde su fundación. En el año 1908 se subastaron nada más y nada menos que cuatro borregos que fueron a parar a los hermanos Eugenio Rincón, Lucas Agudo, Pedro Montes y Tomás Manso. Los corderos eran llevados a la par de la carroza durante el recorrido de la procesión, y dado el motivo festivo, eran engalanados con flores y algún cordón.
En 1909, la subasta de los cohetes supone una aportación de una peseta. Los cohetes, resultan estruendosos y avivan la fiesta del santo, y ello supone que en el año 1928, ya se subaste nada más y nada menos que la cantidad de cinco docenas de cohetes. A partir de 1930, ya con la luz eléctrica instalada por el casco urbano, se reducen bastante las mandas en concepto de cera, así como van disminuyendo también las concesiones en trigo, lo demuestra el hecho de que llegados al año 1942, ya no hay pagos en fanegas de trigo, y los gastos en cera tan solo son sufragados por la propia cofradía.
La cofradía a lo largo del tiempo también ha sido un colectivo solidario, como lo refrenda la ayuda aportada a la iglesia en el año 1937, para la que se donan 478 pesetas; y en el año 1952, se dona también a la iglesia un total de 200 pesetas. Asimismo, para el arreglo del órgano del templo se donan 100 pesetas en el año 1960. La solidaridad de la entidad también traspasa el propio municipio, así en el año 1961, se concede una limosna al Seminario de Segovia de 45 pesetas.
La imagen de San Antonio de Padua, según el historiador Teodoro García, fue esculpida antes de la creación de la Cofradía, por el artista natural de Peñafiel, Manuel García Sánchez, quien también construyó el retablo Mayor, y el retablo izquierdo del crucero, donde se ubica la imagen.
En el año 2010, la figura de San Antonio fue restaurada minuciosamente, por el escultor afincado en el municipio, José Luis Parés. También fue tejido, el pequeño manto que acoge al niño en brazos, por las monjas del Convento de Corpus de Segovia, entre las que se integraba la valsequeña Irene Benito.
Para la representatividad de los oficios, la entidad dispone de dos tipos de cetros. El de los oficios ordinarios, consta de un palo de madera, con la figura del santo en metal en la parte superior. Su porte, es utilizado generalmente para custodiar al féretro de los hermanos durante la misa y acompañar en el entierro. Mientras que dos cetros niquelados, más artísticos, se utilizan para presidir la festividad durante la misa, procesión, y los cabildos de la festividad. Especialmente emocionante, es su intercambio, cuando en el cabildo posterior a la fiesta, los mayordomos salientes, entregan los cetros a los mayordomos entrantes, en la ermita del Humilladero. Estos deberán guardar dichos cetros en sus viviendas, bajo la ilusión velada del día en el que llegue por fin la fiesta.
Para la salida en procesión del santo, se utiliza una carroza de madera, que de la misma forma tiene funcionalidad y se utiliza para las demás fiestas locales, como la Virgen de la Asunción y San Isidro Labrador. En el año 1926, se gasta un importe de 39,90 pesetas “en la adquisición de tela para la cubierta de la carroza”, por ello se paga un total de 25 pesetas al hermano, Hipólito Palacios, por los gastos de traerla desde Madrid y la adquisición de un tablero. Además, es importante destacar la inversión que hizo la cofradía en el arreglo de la carroza, en el año 1945, con un gasto de 358 pesetas.

A lo largo de los años se van incorporando al inventario patrimonial de la Cofradía de San Antonio, diferentes ornamentos. Así, en el año 1914, se compra un precioso estandarte, hoy en desuso por su deteriorado estado. En su adquisición se invierte nada menos que 500 pesetas. En el año 1950, el estandarte ya requiere una restauración, y la entidad invierte 400 pesetas en su arreglo. Actualmente el estandarte, permanece en una de las sacristías de la iglesia, y desde la cofradía estos últimos años se ha valorado su restauración, solicitando algún presupuesto para llevarlo a cabo, sin que hasta el momento se haya llevado a cabo su recuperación.
Los pendones se utilizan para enarbolar la procesión y ocupan la parte delantera de la misma, junto a los estandartes. A lo largo de la historia, la entidad ha dispuesto de dos pendones. El primero se adquiere en 1923. Se trata de una manga y un pendón por valor de 980 pesetas, así como por el viaje a Madrid, se abonan 30 pesetas. En el año 1928, la vara del pendón, sufre desperfectos y por ello se invierte en su arreglo 3 pesetas. El segundo pendón se compra en el año 1956, coincidiendo con un momento álgido de la entidad, para su compra se obtienen donativos y el valor del mismo es de 1500 pesetas. Es un pendón de color rojo, bordado en oro, con la efigie del santo en el centro, y cordones voladizos.
En sintonía con las demás cofradías de la población, San Antonio requiere de un arca similar a los que se mantienen en la iglesia parroquial. Por este motivo, “en el año 1924, se compra un arca para guardar la ropa por 98 pesetas”. La fábrica del arca es similar a los demás ornamentos de hermandad cofrade, un arca de madera cerrado, con respaldo, y cerradura. La rotulación del mismo es en blanco idéntica a los de las demás cofradías. Durante años, estuvo en los laterales de la nave de la iglesia, y desde hace dos años se encuentra entre sacristías junto a los bancos de las demás cofradías que también fueron retirados de la nave del crucero.
La celebración de la fiesta de San Antonio se fija “el día 13 de junio o el domingo próximo si en él no se pudiera”, fijándose la celebración de “la misa, sermón y procesión por la tarde, y al día siguiente un oficio por los hermanos difuntos”, recoge la constitución. En este apartado hay que señalar que la misa siempre contó con un predicador pasados los años 60 del siglo pasado, al que pagaba la cofradía, al igual que al sacerdote, y al sacristán. En alguna ocasión, el predicador, renunciaba a sus honorarios, como en el año 1960, que Don Tomás, dejó sus honorarios “a favor de la cofradía”.
La fiesta estaba refrendada por la celebración de los cabildos en los que participaban los hermanos. El primero, que actualmente no se realiza, tenía lugar el domingo de Quasimodo, el primer domingo de Resurrección, tenía como objetivo perfilar los detalles de la próxima Función, en el mismo era costumbre realizar un refresco y tomar limonada, cuyo gasto se hacía “con el escote de los hermanos”. El segundo cabildo, se sigue haciendo al otro día de San Antonio, y según las constituciones, “también se podrá realizar al domingo siguiente”, en el mismo se pagan las cuotas y se liquida el gasto de la fiesta, asi como se da entrada en el listado la nueva entrada de hermanos. En este aspecto, los refrescos son uno de los gastos más importantes, y tienen lugar por la mañana, después de misa; y por la tarde, una vez finalizada la procesión y posterior subasta de las mangas y subida del santo a su trono. En los refrescos se reza al inicio por los Fundadores de la cofradía y por los hermanos fallecidos durante el año.
A mediados del siglo pasado la cofradía toma un impulso en gastos, y el refresco supone un gasto de 929 pesetas, y también la música que acompañaba la celebración asciende a 1250 pesetas. La procesión transcurría por las eras, y las principales calles del pueblo, en cuyo recorrido el baile efusivo de la jota enaltecía los momentos del festín. En el recorrido, los celadores iban anotando en su libreta las mandas que por deseo de los asistentes encomendaban al santo. Otra de las anotaciones acordadas correspondía a las viudas de San Antonio. Comandas que siguen vigentes en la actualidad.
La fiesta sigue siendo un soporte de vida en hermandad, que nace y crece desde niños, la más de las veces, cuando de pequeños los brazos de tus padres te sientan en la legendaria carroza.
