Hubo un tiempo en que el ferrocarril era un transporte habitual para moverse por la provincia de Segovia. Cientos de pasajeros lo utilizaban cada día para ir de un pueblo a otro y suponía un eje muy importante para la movilidad de los habitantes del territorio. Sin embargo, con el paso de los años, este medio de transporte fue quedándose desfasado y perdiendo usuarios y rentabilidad económica en favor de los autobuses, quedando como único recuerdo y vestigio de esa época las viejas estaciones desde donde la gente se apeaba a los trenes antaño.
La emblemática línea Segovia-Villalba aún sobrevive y permite conectar con la capital a pueblos como Navas de Riofrío, Otero de Herreros o El Espinar. Sin embargo, no se puede decir lo mismo de la línea Segovia-Medina del Campo. Un recorrido de 93 kilómetros de longitud que atravesaba la provincia de norte a sur para finalizar en el municipio vallisoletano. En 1993 terminó cerrando, la antigua vía de tren se convirtió en una vía verde y los apeaderos dejaron de recibir viajeros.
A día de hoy, alguna de estas estaciones ha sido reutilizadas, como la de Nava de la Asunción, que hoy alberga el Museo Jaime Gil de Biedma. Sin embargo, la mayoría de ellas permanece en desuso y en completo estado de abandono, tal es el caso de las de Ciruelos de Coca, Yanguas de Eresma u Ortigosa de Pestaño, que se encuentra en serio riesgo de demolición, mientras algunos vecinos del pueblo aún luchan por evitarlo. Algo que no sucedió con el apeadero de Carbonero de Ahusin, que terminó siendo demolida y ya no queda nada de ella
La nostalgia
Sea como sea, estos edificios permanecen como silenciosos testigos del pasado de la provincia. Un pasado que muchos aún recuerdan con cariño. Tal es el caso de Ángel Maderuelo Avilés, un fotógrafo que ha pasado los últimos años realizando instantáneas de estas estaciones y que ahora comparte con los segovianos mediante una exposición que está recorriendo diversos puntos de la provincia y que actualmente se puede ver en la Tetería Damasco de la capital.
Y es que Ángel conserva con nostalgia muchos recuerdos de su niñez, adolescencia y juventud en aquellas estaciones: “En aquella época, casi todos los fines de semana, recuerdo primero que, con 9 o 10 años, mi tío me llevaba a pescar en aquel automotor, que parecían dos autobuses unidos por un fuelle, con ruedas de hierro, pero era el tren que nos llevaría a Hontanares”, nos cuenta.
Posteriormente, ya en la adolescencia, esos recuerdos se asociaron a la amistad: “Iba con unos cuantos amigos a Ahusin o Yanguas de Eresma, incluso alguna vez llegamos hasta Armuña. Diferencio estas dos épocas porque de niño, cuando me llevaba mi tío, no pasábamos nunca de Hontanares porque hasta allí llegaba la instalación eléctrica. Pero después, cuando ya iba con los amigos, pude llegar más lejos”.
Las estaciones
La idea de hacer esta exposición viene de la polémica desatada por el estado de la mencionada estación de Ortigosa de Pestaño, cuyo derrumbe fue evitado el año pasado tras una movilización vecinal, llegándose a poner los protestantes delante de las máquinas de demolición para evitarlo. Actualmente, la comunidad se encuentra trabajando para buscar la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC) para la estación, argumentando la importancia histórica y arquitectónica de este edificio construido en 1915.
Obviamente, la estación de Ortigosa de Pestaño es una de las grandes protagonistas de la muestra dada su situación actual. Junto a ella, Ángel también ha querido incluir imágenes de los apeaderos de Hontanares de Eresma, Yanguas de Eresma y Ciruelos de Coca. Unas fotografías en la que no solo ha captado su exterior, sino también parte de su interior (al menos, en las que se podía acceder), pudiendo ver así curiosas imágenes de salas, muebles y hasta máquinas ahora en completo desuso, pero que en su día fueron claves para el correcto funcionamiento de la línea.
En sus instantáneas se puede apreciar el evidente estado de abandono de estos edificios, pero Ángel también ha sabido captar el encanto de cada uno de ellos, consiguiendo que transportar a la gente a esas épocas del pasado en la que los segovianos compraban sus billetes y esperaban pacientemente la llegada del tren, atendidos por los trabajadores de cada estación. En cierto modo, en esas imágenes se puede apreciar un poco de esa vida que los apeaderos de la línea Segovia-Medina del Campo llegaron a tener en su día.
Como muchos otros vecinos de la provincia de Segovia, Ángel también cree que estos edificios deberían ser preservados, aunque sea dándoles un nuevo uso, como centros sociales, museos o casas rurales. Pero, al mismo tiempo, se muestra pesimista con la situación: “Pasa lo mismo que con la antigua línea de Madrid-Aranda de Duero, donde todavía quedan algunas estaciones, pero la mayoría ya las están derribando. Y es que, al final, con los pocos turistas que pueden pasar por allí, no les saldría rentable”, se lamenta.
Pese a todo, Ángel no pierde del todo la fe en que estos importantes elementos del patrimonio segoviano puedan ser preservados de alguna forma y sigan formando parte del paisaje de la provincia como mudos testigos de otra época.
La exposición
Actualmente, la exposición de fotografías de Ángel Maderuelo se puede ver en la Tetería Damasco de la ciudad de Segovia en horario de 9.00 a 14.00 horas y de 17.30 a 00.00 horas de lunes a viernes y los fines de semana en este mismo horario de tardes.
Previamente, la muestra ya se había podido ver en Santa María de Nieva, municipio cercano a, precisamente, Ortigosa de Pestaño. Posteriormente, en el mes de julio, pasará a Otero de Herreros, para finalizar su recorrido volviendo a la ciudad de Segovia en septiembre, en esta ocasión, al Mercado de La Albuera.
