El Festival de Otoño en la Casa de las Flores programó para este domingo un concierto de violonchelo y piano a cargo de unos intérpretes jóvenes y maestros, cada uno en su materia. María Martínez es a sus veintisiete años una chelista dueña de una técnica muy cuidada y que se atreve con unas obras difíciles, por ejemplo, las tres que seleccionó para esta ocasión, en la que también el pianista juega un papel muy importante. Pero esto sería mucho y no sería todo, ya que nos ofrecieron la oportunidad de mostrarnos tres cumbres de la belleza romántica y cada una distinta de la otra. La primera era la Fantasiesucke opus 73 de Schumann, una obra escrita para clarinete y piano, pero ya indicaba el autor que se podía tocar con violín o violonchelo, esta con violonchelo está muy extendida y yo creo que es la que mejor se comporta. Ejecución romántica por parte de María Martínez, pero sin desmelenarse, con un sonido cuidado y un vaivén tanto en el ritmo como en esa tonalidad de La mayor y menor al tiempo que daba concepto de unidad a la obra con sus tres movimientos: tierno y con expresión, vivo y animado, y rápido y con fuego. Solo con los nombres de los movimientos ya podemos esperar un romanticismo lleno de poesía, pues eso es esta música.
El traer a Gaspar Cassadó lo veo muy acertado, fue un intérprete genial y con una historia de éxitos como chelista de primera línea y, si no sobresalió más su fama fue porque era coetáneo de Casals. Los éxitos de su carrera y su labor pedagógica los podemos ver en la bibliografía, pero su labor compositiva la podemos seguir gozando, esta sonata es un ejemplo de ello, al estilo de Albéniz, música soñada y nostálgicamente española, donde la jota tiene un ritmo contagioso y donde la saeta, muy solemne, figura alejarse la procesión, para cerrar con un pasodoble estilizado y racial.
Rachmaninoff escribió la sonata en Sol menor al tiempo que su segundo concierto de piano, su mayor éxito. Es una sonata difícil con un alegro scherzando diabólico, que alterna continuamente desde pasajes fuertes y dramáticos con pasajes suaves y romanticotes. Tanto la labor del chelo como la del piano son igualmente importantes y llevadas a la perfección por María y Tarek alternándose en el papel protagonista y en las demandas instrumentales de la partitura. Este postromanticismo, ya de 1901, siguió cosechando éxitos, como por ejemplo su compañero el segundo concierto.
Ante el éxito de aplausos nos ofrecieron un bis también romántico. Un concierto que marca un nuevo hito de este II Festival de Otoño en la Casa de las Flores.
