El adiós ya estaba anunciado, pero no por eso dolió menos. Este domingo, en la pista de Benidorm y arropado por el respeto del balonmano, Gedeón Guardiola jugó su último partido como profesional. Cerró el círculo en silencio, con la templanza que siempre lo definió y lejos de los grandes focos, pero con la misma entrega con la que construyó una carrera que lo convirtió en leyenda. Su retirada, anunciada hace meses, se hizo real al sonar la bocina final. Se marchó como llegó: sin estridencias, con humildad, y con el peso de dos décadas de compromiso, esfuerzo y títulos sobre sus hombros. De Petrel a Nava de la Asunción, pasando por Pontevedra, La Rioja o Alemania.
Bajo el recuerdo entre los vecinos naveros y sus propios compañeros de equipo de “la última vez” de cada acción, entrenamiento o gesto en los días previos a su último baile, Gedeón Guardiola confiesa ahora estar “satisfecho por todo lo conseguido. Todo tiene un principio y un final, nada es eterno”. Una decisión tan agridulce como meditada en la que deja atrás algo más que una profesión. “Es donde más he disfrutado y ha significado mucho para mí y para mí familia”, reconoce el alicantino que, acerca de asumir la desaparición de la rutina de entrenamientos partidos y viajes, confiesa no será tarea sencilla. Aún así, asegura que, poco a poco, va tratando de asimilar el cambio y que la perspectiva de futuro le resulta atractiva.
Una carrera humana de éxito
A la hora de hacer balance, Gedeón no se queda solo con los títulos. Lo más valioso, en su opinión, han sido las personas que ha conocido y las experiencias que ha vivido. Desde las pretemporadas exigentes hasta los momentos complicados en el vestuario, todo formó parte de un proceso de crecimiento personal que, según sus palabras, “sirve para la vida, no solo para el deporte”. Agradecido, añade que ha sido muy afortunado por haber podido disfrutar de tantos éxitos, cuando sabe que no todos los deportistas tienen esa oportunidad pese a dedicarle la vida.
Los Hispanos ocupan un lugar central en su corazón. Ser campeón del mundo, bicampeón de Europa o medallista olímpico con el equipo nacional ayuda a ello. Aún con todo y, más allá de los títulos, Gedeón pone en alza el hecho de haber coincidido con un grupo humano extraordinario durante más de una década. “Hemos sabido rehacernos incluso en los campeonatos donde no logramos medalla”, destaca, y añade que aprender de los mejores jugadores del país ha sido para él “un privilegio”.

Un renacer en Nava de la Asunción
Tras más de una década en Alemania, su carrera vivió un giro inesperado. Sin apenas minutos de juego y en un momento personal complicado, el Balonmano Nava se convirtió en un refugio y una nueva oportunidad. El club navero apostó por él cuando preparaba su posible convocatoria para los Juegos de París, una cita que finalmente se perdió por lesión.
“Para mí Nava de la Asunción será el club y el pueblo donde me dieron una oportunidad tremenda cuando estaba fastidiado”
Guardiola valora el compromiso del club, que no dudó en ayudarle en un momento difícil. Su hermano Isaías, también vinculado al Viveros Herol, actuó como nexo en una decisión que se reveló como un acierto rotundo. “El Balonmano Nava se volcó conmigo y me devolvió la alegría de jugar”, afirma. En poco tiempo, volvió a sentirse útil, a recuperar la confianza y a rendir al nivel que lo llevó nuevamente a la selección para disputar el Preolímpico y el clasificatorio del Europeo. “Le debo mucho al club, porque me acogió cuando más lo necesitaba”, reconoce.
Un pueblo hecho hogar
Guardiola también destaca la conexión especial que ha sentido con Nava de la Asunción. En su opinión, el hecho de vivir en un entorno tan cercano y familiar ha favorecido su integración. “Aquí todos convivimos juntos y la relación con los aficionados es muy directa. Me he sentido como en casa”, aseguró. Para él, Nava fue su “Petrel de Castilla y León”, un lugar que lo ha tratado como a un vecino más.
Ahora y, aunque deja atrás su etapa como jugador, Gedeón Guardiola no se alejará del balonmano. Ya trabaja en su formación como entrenador y dirigirá al equipo de Primera Nacional de Elda. También participará este verano en campus formativos para jóvenes y entrenamientos específicos. “No tengo la capacidad de estar un año sabático, necesito seguir activo”, comenta el alicantino, pues es consciente de que una buena trayectoria como jugador no garantiza el éxito como técnico. “Tengo ganas de aprender. Ser entrenador es una aventura que me ilusiona”, concluye tras su retirada. Así, el balonmano español pierde a un pilar dentro de la pista, pero gana un referente dispuesto a seguir construyendo su camino desde la banda. Sea donde sea, Nava de la Asunción seguirá a su Hispano.
