Las guerras, las malditas guerras por conquistar cualquier pedazo de tierra, continúan llenando, ayer, hoy y ¿también mañana? los cementerios de víctimas inocentes, mientras los verdaderos culpables, los que aprietan el botón, se sientan con dos ‘cojines’ en el sillón de sus despachos ¿Cuántos jóvenes españoles murieron en Filipinas, en Cuba, en…?
Entre las posesiones extraterritoriales que tenía España in illo témpore, donde ‘nunca se ponía el sol’, se encontraba Filipinas. En el siglo XIX (más de dos siglos llevaban los españoles poblando aquellas tierras), los nativos se sublevaron comenzando las hostilidades guerreras. Cuando se creyó que la ‘revuelta’ se había dominado, entró en el lío, o bien metió ‘cabeza,’ Estados Unidos. Su flota, muy superior a la de España, nos puso en la tesitura de negociar como vencidos, y tras el tratado de París se cedió a los norteamericanos el control de Filipinas y otros territorios. Hasta 1949 no consiguió el pueblo filipino constituirse como nación.
La referida batalla/guerra contra el poder colonial español comenzó en 1896. En ella perdieron la vida alrededor de ¿9.000? españoles. No todos murieron por disparos. Muchos por enfermedades contraídas. La contienda acabó en 1898, cuando España salió, como salió, y hubo de firmar el reiterado acuerdo de París (1898). El Reino de España (con la Reina Mª Cristina como regente) recibió a cambio 20 millones de dólares por el archipiélago filipino. La potencia americana se quedó, también, con Puerto Rico, Guam –isla situada en el Pacífico-. España renunciaba (obligao te veas) también a la soberanía de Cuba.

No encontré el número total de segovianos, entonces soldados, que fueron ‘empujados’ a ir a la descrita guerra. Sí puedo afirmar que fueron cuatro los que regresaron de Filipinas en enero de 1900. Llegaron a bordo del navío ‘León XIII’ (1) que amarró en el puerto de Barcelona. Entre los 126 soldados repatriados se encontraban Robustiano Gimeno y Quintín Alonso, ambos de Martín Muñoz de las Posadas; Gabriel Marinas, de Torreiglesias y Mariano Nieto, de Ayllón. Muy probablemente, todos ellos se encontraban en el Cerco de Baler, o Cerco de la iglesia del pueblo de Baler, Isla de Luzón, donde 54 soldados españoles aguantaron durante 337 días (17/11/1898-2/6/1899) el asedio de 400 revolucionarios filipinos. De esta forma acabaron los tres siglos de dominio en las Islas Filipinas y llegó el final del imperio español.
Dejo constancia de que todos los soldados que llegaron en el referido navío recibieron la primera asistencia en Barcelona, sufragada por su Ayuntamiento. Los gastos y manutención en viaje, hasta el lugar de su residencia, corrieron a cargo de Cruz Roja. Hubo otro español, también segoviano, el coronel de Infantería Juan Rivas, que marchó voluntario al mando de la Primera Brigada. Busqué, pero no encontré nada sobre él.
Las consecuencias. Al hospital, éste de la Cruz Roja en Segovia, llegaron cientos de soldados (también desde Cuba), donde los sanitarios segovianos, médicos, enfermeros, camilleros, monjas…realizaron un trabajo excepcional. Durante mucho tiempo su puesto estuvo en la estación del tren. Después, a los que salían por su propio pie del hospital más o menos recuperados, les facilitaban los medios para regresar a sus lugares de origen. Aquí no solo viajaron soldados segovianos heridos. Pues, cuando llegaban a puerto les subían a un tren –por ejemplo, desde Cádiz-, sin saber en qué lugar pararían para ser atendidos.
Muchos otros, porque su corta vida se les acabó en la cama del hospital, ya fuere en Santi Spíritu o en el Balneario Segoviano del doctor Sancho, están enterrados en el cementerio del Santo Ángel de la ciudad.
Por otros derroteros históricos
¿Sabían que…? La que iba a ser conocida después como Casa de la Química (Plazuela del Alcázar), se construyó entre los años 1790 y 1792. Se ubicó sobre los restos de lo que fue Casa del Obispo y la zona del Claustro de la antigua Catedral. Cuando, por diversas circunstancias, tanto el Alcázar como otras dependencias pasaron al Ministerio de Hacienda, éste alquiló la referida a la Guardia Civil, año 1877, institución que después de realizar a su cargo de las obras pertinentes de adaptación, ocupó como cuartel. La renta que por ello pagó fue de 31,25 pesetas/mes (2).
La permanencia de los miembros de la Benemérita en el referido lugar lo fue durante 81 años. Desde ahí se trasladaron a la Casa Cuartel que desde el año 1958 ocupan en la zona de la Dehesa de Enrique IV. En el lugar, desde muchos años antes, estuvo instalada una fábrica de harinas. La misma que movía sus ‘resortes’ hidráulicos con las aguas del Clamores.
Hubo alboroto. Créanselo. Sucedió a primeros de enero del año inicio de siglo XX. La plaza de barbero para ‘asear’ los presos de la cárcel de Segovia, había recaído –o como mejor se diga-, en un individuo que no había servido en el ejército. Cláusula preceptiva que no se tuvo en consideración. También digo que la plaza había sido solicitada, entre otros, por un sargento licenciado que tenía un establecimiento en la ciudad desde hacía diez años. Curiosamente, u otra palabra semejante, la vacante en cuestión no había sido anunciada, como también era preceptivo, en la Gaceta de Madrid (BOE de hoy). ¿Olvido, omisión deliberada, enchufe trifásico? ¡Y yo qué sé! Pero sí, hubo alboroto.
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(1) El vapor había sido construido en Glasgow para la empresa Transtlántica Española. Fue vendido, presumiblemente para desguace, en 1931. Su vida activa fue de 43 años.
(2) Revista de Historia Militar. Nº 133. Año 2023. Una narrativa extraordinaria sobre el Archivo General Militar de Segovia para conmemorar los 125 años de su historia, a cargo del coronel Quirós Montero.
