Un ludópata nunca apostaría a fondo perdido. No así Juan de Castilla, que porfió con un prenda a sabiendas de que dispensaba habitaciones en el sanatorio de toreros. Un toro sin expresión, pero duro y de peligro inminente. No tardó en cazar al colombiano, que se disparó hacia él como un resorte. Las dos guadañas del ejemplar de Dolores Aguirre agitaron la herida hasta el punto en que De Castilla recibió una cornada de 15 centímetros en la espalda y un puntazo en el pene. Ni se miró. Se puso un pantalón para tapar la abertura de la taleguilla y continuó firme ante un descompuesto, manso y bronco animal. Mérito del diestro de Medellín, que despachó con un solvente volapié para dar una reconocida vuelta al ruedo y después pasar a la Enfermería y tener que ser intervenido.

Con puntos en el pene y con la espalda abierta, De Castilla salió de las inmediaciones de los servicios médicos y se fue a toriles donde aguantó a portagayola al toro de más volumen en lo que va de feria: 669 kilos. Un tren. Este AVE sí paraba. Y el picador no desaprovechó la oportunidad para masacarlo en varas. Remiso el toro, no ayudó nada, pese a que el colombiano, muy dispuesto, brindó al público; volviendo a confiar en el fondo del astado. De Castilla apostó, pero el toro, violento por momentos, no colaboró y la faena no tomó revalorización. A fondo perdido, pero con mucha repercusión.

ROBLEÑO, SIN OPCIONES
Anda el escalafón languidecido al despedir esta temporada a uno de los grandes especialistas de las ‘corridas duras’, dentro de un corsé en el que cada vez hay menos toreros que desarrollen durante años su carrera en estas lindes. Y es que el terreno que ha pisado Fernando Robleño a lo largo de su trayectoria, y de la manera que lo ha hecho, es para elegidos. Ahora que deshoja los compromisos en la campaña de su adiós, cobra más importancia si cabe su profesionalidad y capacidad; pues este martes apenas pudo rescatar una faceta lidiadora en una tarde de inédito lucimiento.
Primero se vio la cara con un astado de corte clásico de la casa: negro girón, bragado meano y de alzada. De alto casi como Robleño. También con romana: superó más los 600 kilos. Abanto de salida, apenas dio opciones de rédito en la muleta y evidencio mansedumbre y su falta de raza. Disposición y firmeza del torero madrileño, en un trasteo que no terminó de coger vuelo y sin tino a espadas.
Después, sorteó un toro que se puso complicado, al desarrollar sentido. Reservón, de riesgo continuo, Robleño no pudo sacar nada potable de ese fondo y concluyó su primera tarde en San Isidro sin opciones.

ENTREGA DE CASTAÑO
Al segundo toro de la tarde se le protestó de salida, más fino y con menos expresión, que luego se empleó en cierta medida en el peto del picador. Damián Castaño firmó una labor entregada, entre pases despegados y abandonados. Más decisión y voluntad que precisión y determinación delante de la cara de un animal noble pero sin trasmisión, dentro de una actuación un tanto desacompasada.
Completó su lote con un serio toro melocotón, que tuvo emoción en la muleta. Con mando, Castaño lo sometió y dejó tandas de mucha transmisión, aunque por momento faltó acople, en una faena de repercusión. Estuvo dispuesto y entregado el diestro, pero pinchó y recogió finalmente una ovación.
Ficha
Plaza de Toros de Las Ventas (Madrid). 16º festejo de la Feria de San Isidro. 19.569 espectadores. Toros de Dolores Aguirre, desiguales de presentación y mansos.
Fernando Robleño, silencio y silencio.
Damián Castaño, silencio y ovación.
Juan de Castilla, vuelta al ruedo tras petición y silencio.
Fernando Robleño fue sacado al tercio tras el paseíllo
