Honrubia de la Cuesta, Villarejo y Sotosalbos fueron escenario en la tarde del viernes de la visita de numerosos asistentes a las Aulas de Manualidades organizadas por la Diputación, así como del presidente de esta institución, Miguel Ángel de Vicente. Con su presencia, se cerraron tres jornadas intensas dedicadas a la inauguración de exposiciones de trabajos realizados en estas aulas. Un año más, se puso de manifiesto el talento creativo e innovador de los 1.205 participantes repartidos en casi 150 localidades, así como el compromiso de los quince monitores que orientan sus proyectos y les enseñan nuevas técnicas para desarrollar sus capacidades artísticas.
La jornada comenzó en Honrubia de la Cuesta, donde el presidente pudo comprobar cómo la seda se ha convertido en uno de los materiales más innovadores del curso, permitiendo a varios participantes crear vistosos pañuelos. Estas piezas, con diseños figurativos o abstractos, aportaron un toque de color a las salas de exposición, compartiendo espacio con otros trabajos que suelen repetirse año tras año, como macetas, baúles, bandejas o cajas multiusos, aunque cada edición sorprende con nuevos diseños. Esta capacidad para innovar dentro de lo tradicional fue uno de los aspectos que destacó Miguel Ángel de Vicente.
Más tarde, acompañado por varios miembros de la corporación provincial, junto a la jefa del Servicio de Asuntos Sociales, Mar Martínez, y la jefa de Procesos Comunitarios e Inclusión Social, Cristina Sanz, el presidente se desplazó a Villarejo, en el municipio de Santo Tomé del Puerto. Allí, la creatividad volvió a estar presente con una exposición encabezada por dos maceteros con estética segoviana empujando una carretilla. Alrededor de ellos se desplegaban trampantojos, bordados, lienzos, muebles restaurados e incluso un original calendario de labores del viñedo.
La última parada del ciclo de inauguraciones, fue en Sotosalbos. Allí, los integrantes de dieciocho grupos llenaron de entusiasmo el salón dispuesto para la muestra. Entre los trabajos expuestos destacaban carteles de madera, jarrones, tejas decoradas, un teléfono antiguo restaurado y, de manera especial, un reclinatorio recuperado que invitaba tanto al recogimiento como al agradecimiento por un curso que, a partir de octubre, se espera vuelva a brillar en participación y creatividad.