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LA CATEDRAL DE SEGOVIA: ITINERARIO SENTIMENTAL

por David San Juan
21 de mayo de 2025
en Tribuna
DAVID SAN JUAN
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Luis Mester

—¿Cuánto se tarda en ver la Catedral? ¿Una hora?

—Un día entero, y no se acaba de conocer.

Estamos celebrando el V centenario de la Catedral de Segovia. De la colocación de la primera piedra. Porque no fue cosa de poco el levantarla hasta consagrarla en 1768. Quedan, pues, dos siglos y medio para celebrar el próximo quinto centenario de la Dama. Conviene irlo anotando en la agenda, que luego se nos pasan las cosas…

Estamos celebrando el V centenario de la Catedral de Segovia y bien que podemos gozarnos con ello, aunque quizá no seamos conscientes de la maravilla arquitectónica que nos lleva acompañando toda nuestra vida y que, sin duda, nos sobrevivirá. El diálogo con que comenzaba este artículo es literal, de hace unos pocos días, entre un visitante seriamente interesado en conocerla —mejor, en descubrirla— y uno de los trabajadores de la seo. Y nos dice mucho de la riqueza, histórica y de contenido, de la iglesia madre de la diócesis.

El Itinerario sentimental de Julián María Otero (de cuya impresión se cumplen en estos días —el 22 de mayo— los 110 años, otra modesta efeméride local) sólo contiene dos sencillas referencias a la Catedral. Otero prefiere recrearse en el sabor de las calles aledañas. Pero, al no traspasar el umbral —cómo hacerlo, si la acción transcurre de noche—, nuestro cicerone dejó de mostrar a sus acompañantes un singular barrio de la ciudad. Alguien debería escribir otro Itinerario sentimental de la Catedral de Segovia, me está dando por pensar. Hasta que llegue ese momento, yo invito a los lectores a que recorran el suyo propio en el que a mí me gusta imaginar, concebir, como otro barrio de la ciudad. Uno especial, distinto, nuclear, con fisonomía y carácter propios dentro del recinto amurallado. El barrio de los Caballeros, las Canongías, la Judería… y la Catedral.

Un itinerario sentimental no consiste en entretenerse en detalles cultos ni empacharse de datos y fechas. El que yo propongo puede limitarse a pasear y dejarse llevar por las sensaciones que nos provocan las calles y los recovecos de la Catedral. ¿Las calles? Sí, que las hay, y con una personalidad arrolladora. Síganme. Las primeras con las que nos topamos son las anchísimas naves laterales que, cual avenidas pavimentadas con un ajedrezado tricolor, nos llevan de un extremo al otro del barrio. La vía sacra que, como Calle Real que es, nos encamina a lo más granado del lugar. El imponente pasillo central de la capilla del Santísimo, con el sagrario permanentemente ocupado al fondo que nos atrae hacia sí nada más empujar una puerta siempre abierta (hagan lo imposible por recorrerlo alguna vez de noche, con las luces de la estancia apagadas). La calle de la girola con tantas capillas menores que, como chalés adosados, siempre tienen algo nuevo que ofrecernos. La calle del claustro, quebrada en cuatro pandas que invitan a la ronda sosegada y que abrazan sin oprimir el jardincillo interior al que casi nadie presta atención. Y, por último, una de las calles más importantes del barrio y de toda la ciudad: la torre, la que bien podría llamarse la «Atalaya de Castilla», esa calle vertical, grandiosa por fuera y extraordinariamente humilde en su interior. Esta, celosa de su intimidad, oculta en su seno dos viviendas principales que están aguardando nuestra visita: la casa del campanero, suspendida en el tiempo desde hace siete décadas, y el cuerpo de campanas arriba del todo, en el extrarradio, donde viven y duermen once mujeres vigilantes de Segovia, calladas las más de las veces, vocingleras cuando les toca, que son las lenguas y el latido de la ciudad.

Y en este paseo, si el alma está en sazón, puede uno conversar con los vecinos que pueblan este barrio único. No sólo con los más ilustres —el Descendimiento de Benson, el Yacente de Gregorio Fernández, el mismo San Frutos que duerme en el trascoro, el Señor viviente en el sagrario por encima de todos…— sino también con otros muchos igual de parloteros si nos acercamos con sencillez y les dejamos expresarse. Con los órganos barrocos y la pila de Enrique IV podemos tratar de arte y de belleza. Con cualquiera de los cuadros de la capilla de la Concepción, de fe y recogimiento. El sepulcro de Correa de Arauxo, el de don Antonio Palenzuela y los más anónimos del claustro pueden ayudarnos a meditar. El resucitado de Carabias a emocionarnos y la pequeña talla de san Alfonso Rodríguez, en la capilla de San Frutos, a sonreír viendo al santito pañero tan poquita cosa al lado de su «hermano mayor», y más cuando reparamos cómo el tiempo va acumulando inexorable el polvo en las calvorotas de los que se siguen venerando como escogidos varones de la Iglesia.

Estamos celebrando el V centenario de la Catedral de Segovia. Aprovechémonos de ello y más sabiendo que los segovianos (nativos y empadronados) podemos entrar gratis al templo cuantas veces queramos. El cabildo, en los últimos años, está realizando una gran gestión en todos los órdenes: en lo económico, en lo divulgativo, en lo cultural y en la paulatina restauración y hermoseamiento de todo el conjunto (vidrieras, capillas, retablos, piezas expuestas…) y todo con una transparencia que abunda en la sostenibilidad de este patrimonio común histórico, cultural y espiritual. Aprovechémonos de ello y deambulemos cuando el tiempo nos lo permita o el corazón nos lo pida por los rincones de este viejo barrio siempre por conquistar. Saludando y departiendo con sus vecinos o ensimismados en nuestra pequeñez ante la grandeza del entorno. Sea cual sea el caso, siempre saldremos reconfortados. Los itinerarios sentimentales, también el del paso por la vida, necesitan de momentos de paz y de reposo. La Catedral de Segovia, a cualquier hora, es uno de los mejores lugares para encontrarlos. ¡Y la tenemos tan a mano!

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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