Tras arduos y detallados trabajos de organización, el 16 de mayo de 1764 iniciaba su andadura, en el Alcázar de Segovia, el Real Colegio de Artillería.
Posteriormente, a consecuencia del incendio del Alcázar de 6 de marzo de 1862, cambiaría su ubicación al antiguo convento de San Francisco, en la misma ciudad, donde sigue hoy como Academia de Artillería.
Con el conde Félix Gazola como director, el cuadro de profesores incluía a 12 de ellos, siendo el Primario el jesuita valenciano Antonio Eximeno Pujades, de 34 años de edad, filósofo, musicólogo y gran matemático, perteneciente a la Compañía de Jesús. También es de justicia destacar en el claustro al entonces al teniente de Artillería Vicente Gutiérrez de los Ríos, cordobés de 32 años, que con el tiempo sería poseedor de una prolífica producción no sólo de táctica e historia del Arma, sino también de índole humanística.
De la lección inaugural de Eximeno, me gustaría hacer mención especial de dos puntos singulares. El primero, su incisivo comienzo: una declaración de humildad por su parte, no deseando imitar la estulticia del Declamador Formion, que quiso hablar desde su presunto conocimiento del arte de la guerra, delante de Aníbal y sus oficiales, sin haber empuñado una lanza en su vida. Eximeno expresaba así con modestia su deseo de no parecer pretencioso ni petulante ante un auditorio más fajado que él en temas de milicia. Pura actualidad de tanto sabio impostado que discurre hoy día sus “inapelables” argumentos por ríos de papel que todo lo soportan.
En el segundo, Eximeno, tocaba la tecla fundamental de la esencia del Colegio cuando ponía de relieve la importancia del estudio compaginado con la práctica, afirmando que el fin propuesto por el monarca Carlos III era fundar un Colegio de héroes llamando a la juventud noble y patricia al trabajo del estudio, a la fatiga de la campaña y a la virtud de la subordinación para aleccionarla profundamente en el triste deber de obedecer pronto y alegremente, de mirar la muerte con ojos enjutos y de animar las acciones con espíritu de honor.

Creo que todo lo establecido con letras de oro en el párrafo indicado está reflejado, entre otros ejemplos, en el cuadro de Manuel Castellano de 1862 sobre la muerte de Daoiz que puede ser contemplado en el Museo Municipal de Madrid. Daoiz, con la pierna destrozada y rodilla en tierra, y el sable en la mano, acaba de herir al general Lagrange, justo en el momento en que va a ser atravesado por una bayoneta. Su rostro se presenta como una escenificación fidedigna del discurso de Eximeno: “… mirar la muerte con ojos enjutos y animar las acciones con espíritu de honor”.
En el Colegio se estudiaba aritmética, cálculo, geometría, trigonometría, física, química, artillería y fortificación, laboratorio y dibujo. De los 60 cadetes que comenzaron el curso, sólo 15 se graduaron subtenientes en octubre de 1765. Según recoge María Dolores Herrero Fernández-Quesada en su obra “La enseñanza militar ilustrada. El Real Colegio de Artillería de Segovia” (Ed. Academia de Artillería de Segovia, 1990, pg.129), el cadete de más edad era el segoviano Manuel de Rivera, que rondaba los 22 años. El más joven, el sevillano Antonio Valcárcel, con sólo 16. Ambos serían promovidos a subtenientes en la fecha indicada.
Por su parte, Tomás de Morla, último de la promoción por haber ingresado con retraso respecto del resto de alumnos, fue seguramente el de carrera más brillante, y también más controvertida, al tener que entregar Madrid a Napoleón precisamente el 4 de diciembre de 1808, después de haber sido encargado para una defensa imposible por no preparada sólo tres días antes. Y en el caso de Miguel Cevallos, María Dolores Herrero recuerda cómo, siendo director del Colegio en 1808, y ante la cercanía de las tropas francesas, dispuso que se trasladara a Valladolid. El pueblo de esta ciudad consideró este hecho como traición y arrastró su cadáver en presencia de su mujer e hijos. Fechas turbulentas donde muchos militares pagaron caro decisiones no siempre bien comprendidas por todos.
Doscientos sesenta y un años haciendo honor a la lección inaugural de Eximeno. Estudio denso, profundo y permanente. Investigación e innovación. Punta de vanguardia tecnológica. Deseo intrínseco de superación, fatiga de la práctica exhaustiva, el trabajo en equipo, la consideración más noble del compañero, con quien marchas siempre unido, siempre unido. La actitud vigilante, la caballerosidad, el honor, el buen nombre, el desprecio al trabajo mal hecho o escaso de perfección y a la búsqueda de ángulos aviesos de la verdad. Y el amor a España, sin importar que sea correspondido o no, porque el amor a España es para el artillero un término a priori en su sentido más kantiano. Una condición sine qua non para ser militar. En todas las coyunturas, en todas las circunstancias. Ayer, ahora y siempre.
Muy feliz 261 aniversario para el Real Colegio de Artillería.
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* Componente de la 268 Promoción de Artillería.