El jueves 8 de la semana pasada, desde primeras horas de la tarde, millones de personas –segovianos… ¡cómo!- estuvieron (estuvimos) pendientes de todos los medios de comunicación a nuestro alcance, ante la posibilidad de ver una fumata blanca que desde Roma anunciara al mundo la elección de un nuevo Papa, porque la anterior había echado el humo negro. Y, en efecto, la expectación se vio justificada porque sobre las seis y siete minutos de la tarde, salió el humo blanco, y casi 45 minutos después se anunciaba que el cardenal Robert Prevost Martínez, con su segundo apellido español, había sido el elegido. A través de las cadenas televisivas, oficial y privadas españolas, empezamos a ver la afluencia de miles y miles de personas a la plaza de San Pedro, para esperar pacientemente el anuncio oficial y la aparición del nuevo Papa en el balcón principal del Vaticano.
En nuevo Pontífice eligió el nombre de León XIV, y fue su antecesor, León XIII, el primer Papa que apareció en una imagen en movimiento. El histórico vídeo fue grabado en los jardines del Vaticano por Vittorio Calcina, representante de los hermanos Lumière en Italia, en el año 1896 (León XIII fue pontífice durante 25 años).
Aunque cabe esperar que en días venideros se pueda anunciar por qué el nuevo Papa ha elegido el nombre de León, las suposiciones salen rápidamente a escena, sobre todo si, como se afirma, el Papa, de la Orden de San Agustín, es un fiel seguidor de la obra de su antecesor, el Papa Francisco. Una de las posibles “respuestas” al interrogante es que San Francisco de Asís (de quien el Papa Francisco tomó nombre) contó entre sus mayores amigos con dos sacerdotes llamados Ángel y León, especialmente este último, fiel compañero y presente en momentos cruciales de la vida del santo.
Desde Perú, donde el Pontífice fue obispo de Chipayo durante bastantes años me llega esta información sobre una de estas posibles suposiciones, porque el santo de Asís tuvo como confidente a un sacerdote “conocido por su pureza de alma y sencillez, lo que hizo que Francisco lo eligiera frecuentemente como confidente y lo llamara “ovejuela de Dios”. Fray León fue confesor, secretario y enfermero del santo, y lo acompañó en momentos cruciales de su vida, como la estigmatización en el monte Alvernia y en sus últimos días, cuando Francisco le pidió que cantara el Cántico de las Criaturas”, que acababa de componer.
Dejando muy atrás una vida inicialmente señalada por la buena posición económica de su familia, Francisco de Asís decidió hacer un ayuno de cuarenta días, durante los que fue solo Fray León el que lo visitaba para llevarle pan y agua, y el mismo fraile amigo, se cuenta, fue testigo de la aproximación y alejamiento de una bola de fuego que bajaba del cielo, por lo que el santo le comentó que algo grande estaría por ocurrir. Le hizo abrir tres veces un misal y en las tres ocasiones se abrió en las páginas con la historia de la Pasión de Jesús.
El Monte Alvernia se encuentra en la región de la Umbria (en italiano sin acento la i), y en él, el 14 de septiembre de 1224, San Francisco, según un relato de San Buenaventura, durante un trance profundo, supuestamente se le presentó un serafín rodeado por seis alas angélicas, y le imprimió las señales de la crucifixión de Cristo en las manos, los pies y el costado, pero el santo hizo todo lo posible en el resto de su vida por ocultarlos a la vista de los demás. Imposible, porque fueron muchos los que pudieron contemplar el prodigioso hecho.
El 26 de septiembre de 1997, un fuerte seísmo origino gravísimos daños en la basílica de San Francisco –en cuya cripta se conserva su cuerpo-, destruyendo parte de la bóveda y con ello unas maravillosas pinturas de Giotto que la adornaban. Tuve la fortuna de visitar la basílica pocos días antes de producirse el terremoto, por lo que la contemplación del templo, declarado Patrimonio de la Humanidad años después, en el 2000, fue completa en sus dos basílicas, superior e inferior. Hoy es centro de peregrinación para miles de visitantes que pueden ver el templo completamente restaurado, aunque fue imposible la recuperación de las pinturas.
