Durante las últimas semanas se han dicho muchas cosas del papa Francisco: se ha hablado de su talante, sus últimas frases, la impronta de su pontificado, etc. Muchos, al hablar del papa, en el fondo hablan de sí mismos proyectando en él tanto sus deseos incumplidos como sus complejos no superados.
No podemos dejarnos llevar por los juicios precipitados que, incluso hoy día quizá con nuevo Papa, se están realizando. Resulta curioso, ridículo y esperpéntico, comprobar la apropiación instrumental que han realizado algunas autoridades que desprecian, simplifican o ridiculizan la presencia de los católicos en la vida pública, mientras ellos promueven o alimentan las guerras. Ahora aparecen como adalides del catolicismo y la iglesia de Francisco. La teología católica nos regala una expresión adecuada para estos desmemoriados: ‘sepulcros blanqueados’.
Sin embargo, en su último mensaje de Pascua, el Papa Francisco habló con sinceridad y en verdad pidiendo el fin del rearme mundial y el cese al fuego en Gaza, así como la liberación de los rehenes y la acogida de emigrantes. También enfatizó la importancia de la libertad religiosa y la esperanza en la paz. Es el resumen de lo que enseñó en toda su vida.
La última homilía del Papa Francisco en Pascua, pronunciada el 21 de abril de 2025, fue una celebración de la Resurrección de Cristo y un mensaje de esperanza. Destacó la victoria de Jesús sobre la muerte y el pecado, invitando a los fieles a buscarlo en todas partes y a vivir con alegría y esperanza. En su mensaje, el Papa también hizo una llamada a la paz y la libertad, recordando que todos somos hijos de Dios.
El contenido de la homilía resume lo fundamental de su predicación pontificia: El Papa enfatizó que la resurrección de Cristo no es una simple historia, ni una mera reanimación del cadáver sino un acontecimiento que tiene un impacto real en la vida de los creyentes capaz de transformarles.
El Papa invitó a los fieles a buscar a Cristo en el rostro de los demás, en las situaciones cotidianas y en la belleza del mundo, especialmente como decía Vicente de Paul en los pobres, marginados y en la misma creación o en la madre tierra como casa común.
Ante un mundo desesperado que vive sin dar sentido a su vida, el Papa resaltó que la esperanza no es una fantasía, sino una fuerza real que nos levanta cuando todo parece oscuro a causa de la enfermedad o las dificultades vitales y nos permite mirar el mundo con nuevos ojos. El papa creía en el futuro de la humanidad.
El Papa Francisco reiteró la importancia de la paz y la unidad entre todos los seres humanos, independientemente de su origen o creencias. En una época de guerras que le ha tocado vivir el papa al morir en paz nos desea la paz y la unidad del género humano.
El pontífice valora la vida, todo tipo de vida creada. El Papa recordó que la Pascua es una celebración de la vida, de la alegría y de la esperanza que la resurrección de Cristo nos ofrece.
La última lección de Francisco se ha producido con sus últimos gestos, como expresiones de alguien que, con un fuerte carácter y débil cuerpo pesado se ha hecho presente en semana santa y también en Pascua de resurrección. Sigue recordándonos el valor de los cuidados, la misericordia y la gracia en una geopolítica incierta donde Hobbes y la lucha de todos contra todos, parece sustituir a Kant o Maritain con el modelo de una ciudadanía cosmopolita. Nuevo modelo al que la iglesia tendrá que responder, entrenada para un mundo que se parece mucho a un hospital de campaña y donde Europa parece no estar el centro, sino ser parte de la periferia.
En resumen, la homilía del Papa Francisco en Pascua fue un mensaje de esperanza, alegría y llamada a la acción. Invitó a los fieles a vivir su fe con entusiasmo, a buscar a Cristo en la vida cotidiana y a trabajar por la paz y la unidad en el mundo. Y la Iglesia, después del conclave, seguirá predicando y dando testimonio de la buena noticia del evangelio
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(*) Profesor emérito.
