Hace diez meses Joaquín Vaquero Turcios ofreció una conferencia magistral sobre el dibujo en el Museo de Arte Contemporáneo ‘Esteban Vicente’ de Segovia. Utilizó en ella una frase: “El dibujo es la línea más hermosa entre dos puntos” que, a juicio de la marquesa de Lozoya, Dominica Contreras y López de Ayala, historiadora y académica de San Quirce, define muy bien “la capacidad que tenía para comunicar sobre arte”
Vaquero Turcios, muralista de gran prestigio, falleció en Santander el pasado martes a los 76 años dejando en Segovia muchos amigos y admiradores, pues prácticamente desde sus primeros años de vida ha estado vinculado a la ciudad, donde tenía un estudio que heredó de su padre, el pintor Joaquín Vaquero Palacios.
Dominica Contreras conoció a Joaquín Vaquero Turcios en los años cincuenta en Roma, donde los padres de ambos dirigieron la Academia Española de Bellas Artes y asegura que “era como un hermano” por lo que su pérdida ha sido “muy dolorosa”, explica.
La historiadora segoviana hablaba ayer de la gran calidad, reconocida internacionalmente, de Vaquero Turcios como pintor y escultor de “obras grandiosas” pero también de su afabilidad, calidad humana y su capacidad comunicativa como profesor.
Por su parte, Francisco Egaña Casariego, profesor de Historia del Arte de la UVa y biógrafo del padre, Vaquero Palacios, informaba de que Vaquero Turcios acompañaba a su progenitor cuando venía a pintar a Segovia o a La Granja, y apenas “tenía 3 o 4 años”, en verano, vacaciones, etc. Desde entonces su vinculación con la ciudad ha sido constante y especialmente desde que coincidiera en Roma con la familia del entonces director de la Academia de Española de Bellas Artes, Juan de Contreras, marqués de Lozoya, ocupando su padre el cargo de subdirector. La relación con Segovia se reforzó a partir de esa “entrañable” amistad de los Vaquero con la familia Contreras, de la que da fé la actual marquesa de Lozoya, quien recuerda “veladas con tertulias muy entretenidas y divertidas”.
Dominica Contreras evoca a Vaquero Turcios como un hombre con un carácter abierto, “mezcla de asturiano, por parte de padre, y de nicaragüense”, pues su madre, Rosa Turcios Darío, era sobrina del poeta americano Rubén Darío.
Egaña comenta que en los años sesenta Vaquero Palacios adquirió la Casa de la Ronda, en la calle Velarde del antiguo barrio segoviano de las Canonjías, donde estableció un estudio que compartió con su hijo y en el que pasaban muchas temporadas, aunque, tras regresar de Italia, la familia fijó su residencia en Madrid. Después adquirió otra casa en la misma calle donde padre e hijo llevaron desde 1967 una escuela de arte para estudiantes americanos, que contaba entre sus profesores con grandes pintores, escultores y arquitectos de la época.
Precisamente, Contreras habla del deseo de los Vaquero de convertir la primera de las casas en museo, un proyecto que podría unir en el futuro la obra de tres generaciones, ya que los cuatro hijos de Vaquero Turcios con la poetisa Mercedes Ibáñez Novo están vinculados al mundo del arte y uno de ellos, Tomás Vaquero Ibáñez, es un pintor muy reconocido.
La historiadora lamenta que su propuesta de nombrar al artista académico de Honor de la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce no haya podido materializarse y recuerda la gran colaboración que, junto a Javier Carvajal, le prestó en su empeño porque Segovia contara con una universidad de prestigio, SEK, hoy IE Universidad.
Una obra relevante.- A sus 76 años, Joaquín Vaquero Turcios era un artista en activo que deja obras relevantes que han sido y serán contempladas por miles de personas, desde el monumento que creó sobre el Descubrimiento de América, en la madrileña plaza de Colón, al erigido a Francesc Macià de la plaza de Cataluña de Barcelona. Su obra pictórica, también destacada, se encuentra en los fondos de colecciones privadas y públicas de todo el mundo. Fue galardonado con la Medalla de Oro de la Bienal de Salzburgo (1957), la Medalla del Senado de la República Italiana (1959) y el Primer Premio de Pintura de la Bienal de París (1963), entre otros reconocimientos. En los últimos años trabajaba en la nueva fachada del estadio de El Molinón, en Gijón, obra póstuma que continuarán sus hijos.
Sobre su pintura, el historiador del Arte Francisco Egaña comenta que alternaba lo abstracto con lo figurativo y dentro de la obra figurativa Segovia tiene protagonismo. Se trata “de un paisaje petrificado, con un concepto mineral, cristalizado, con un efecto de erosión”, explica e indica, como motivo repetido por el artista, la silueta del lado norte de la ciudad, “culminando con el Alcázar elevado en un zócalo mineral”.
Además, colaboró con su padre, Joaquín Vaquero Palacios, en la restauración y adaptación como sala de exposiciones del Torreón de Lozoya en los años setenta.
