Nacido en Arroyo de Cuéllar, Pablo Zamarrón Yuste, el actual director de la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce de Segovia, es uno de nuestros más reputados flokloristas. Buen instrumentista (su dulzaina no se olvida, cuando se la oye una vez), forma parte y ha pertenecido a diferentes agrupaciones de música tradicional y antigua: Rebolada, con el que publicó los trabajos sonoros -Mudanza (1988) y Bailables (1991)-; Velay, con un trabajo discográfico -Canciones de ‘antiguamente’ en Tierras de Segovia (1994); La Órdiga, con la publicación del CD Cada vez que me acuerdo, (2006); Ministriles de San Nicolás; Los Zamarrones; Carrapinar; Vila Sirga; dúo con Javier Santos… También ha colaborado musicalmente en compañías de teatro y títeres como Gusarapo, Libélula o Tamanka. Y se ha convertido en un experto en música tradicional, tema sobre el que ha impartido numerosos cursos y charlas como musicólogo (pues es licenciado en Historia y Ciencias de la Música por la Universidad Complutense de Madrid). Es además miembro de la Asociación Instrumenta para el estudio, conservación y documentación del patrimonio instrumental musical de España; y a la Sociedad Española de Musicología (SEdeM).
Pablo Zamarrón es también un hombre de contrastes, pues con semejante currículum resulta que es Ingeniero Técnico Industrial Electrónico por ICAI de la Universidad Pontificia de Comillas, lo que le ha permitido vivir de su trabajo en Telefónica de España.
Pero todo el mundo le conoce por su carácter algo tímido, enormemente conciliador, prudente, afable. Anda ahora muy atareado presentando su último volumen, Música Popular y Tradición Oral en El Carracillo (Segovia), que se ha presentado ya en San Quirce, cómo no, y en el Conservatorio de Música, en la Librería Diagonal, en Sanchonuño, en Cuéllar, en Gomezserracín, Vallelado, Arroyo de Cuéllar (su pueblo), en Navalmanzano… el pasado día 30 de abril lo dio a conocer en San Martín y Mudrián.
—¿Qué significa la portada de su libro, con ese pájaro y esas estrellas?
—Parro es como llamamos en El Carracillo, y en otros pueblos de Segovia, al pato. Fue muy importante en la economía doméstica, porque junto a los gansos se criaban en las múltiples charcas, lagunas y arroyos del Carracillo, formando parte de la gastronomía peculiar e identitaria.
Dado que para algunos estudiosos “Carracillo” podía significar “Camino del cielo”, con el mapa geográfico de los pueblos de esta zona, se me ocurrió formar la “Costelación del Parro”, que está al lado de la de Taurus, cuyo centro es Cuéllar. Como ves, en esta “constelación” aparecen los doce pueblos de esta comarca natural del llano de Segovia, que pertenecen a la Comunidad de Villa y Tierra de Cuéllar: Arroyo de Cuéllar, Campo de Cuéllar, Chañe, Chatún, Fresneda de Cuéllar, Gomezserracín, Narros de Cuéllar, Pinarejos, San Martín y Mudrián, Samboal, Sanchonuño y Remondo, este de la Villa y Tierra de Íscar.
—¿Desde cuándo está trabajando en esta recopilación?
—La idea del recopilatorio está en mi mente desde hace muchos años, no así la de conformarlo en un trabajo, que fue una decisión posterior, probablemente después de la publicación de Iconografía Musical en la Catedral de Segovia.
Mi primer documento sonoro de El Carracillo fue una grabación, en casete, a mi familia en 1976 (a mis padres, mis tíos)… posteriormente en los años 80 y 90 fui entrevistando a más personas, muchas de ellas de mi pueblo, Arroyo de Cuéllar. Parte de las grabaciones las hice con M.ª Eugenia de Santos, con la que formaba el dúo Velay. Dábamos charlas conciertos, provocábamos y removíamos recuerdos, algunas personas nos contaban y cantaban y nos aportaban lo que recordaban ellos o de sus mayores, sus costumbres y lo que guardaban en la memoria. Continué con los trabajos de campo, siempre que podía y aprovechando los contactos que iba haciendo también cuando iba (y voy) a tocar la dulzaina por estos pueblos.
Algunos documentos sonoros me los facilitaron generosamente amigos como Montse Martín, de Campo de Cuéllar; Fuencisla Muñoz, de Samboal; Javi Arranz, Carlos Porro y Henar Gómez, Chelo Pascual y José Antonio del Caz, de Gomezserracín… y un documento escrito que me facilitó Inma Muñoz, hija de Gero Sanz, de Gomezserracín (manuscrito de su abuelo y padre, muy amigo del mío, con un canto de ronda).
—¿Todavía quedan canciones en la memoria?
—Pues sí, aunque llevamos muchos años entreteniéndonos con el mismo medio televisivo común a todos y demás avances asequibles a la mayoría de los habitantes de nuestra sociedad, aún hay personas que recuerdan lo que oyeron a sus mayores, principalmente los abuelos. Fíjate si lo creo que en el libro, al final de cada capítulo, he dejado unas hojas en blanco para que los lectores añadan cantares, romances o coplas de su entorno. Aunque, el medio cambió, desaparecieron el ritual y la actividad a la que estaban asociadas muchas de las canciones, aún se mantenía, o se mantiene en la memoria de algunas personas esta herencia recibida. Llegué a tiempo de recoger este saber popular, este tesoro que encontré y busqué durante años y lo entrego de manera estructurada, legible y asequible.
—Háblenos de la edición del libro.
—Sinceramente, consideraba que mi parte consistía en el esfuerzo y el tiempo dedicado a este menester, que esta esta sería mi aportación, y pensaba que ya había hecho mi trabajo… Pero no, también me tuve que dedicar a gestionar la publicación y he de reconocer que no se me da bien, tampoco el pedir para mí. Tras varios intentos y algunas decepciones, comenté con Cristina Zagaleja, de la librería La Leona, el bloqueo en el que estaba inmerso. Su impulso y su compromiso permitió la impresión y publicación del libro. Cabe añadir también el apoyo económico de los Ministriles de Cuéllar y de la Asociación las Cigüeñas de Segovia a través de la Escuela de Cris Zagaleja, a quienes se lo agradezco sinceramente. Este apoyo no es solo económico, para mí cuenta mucho el apoyo moral. También agradezco el aval de mis compañeros de la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce.
Las grabaciones del trabajo de campo, en cintas de casete, ha habido que digitalizarlas. 120 documentos sonoros se hicieron en 1995 en el estudio de Pablo Cantalejo de Segovia, de las demás se encargó mi hijo Alonso. Otras grabaciones las realicé en minidisk y posteriormente con otra grabadora digital. Todas ellas pasaron por el estudio de Arturo Rodríguez, de La Onda Estudio, quién filtró todo, quitó ruidos… Aunque Arturo me hizo precio gremial, quiero insistir en esto porque todo tiene unos costes, que se suman al de la impresión, así como la tarjeta USB con los cuatrocientos veintitrés documentos sonoros que se adjunta a este Vol. 1. Todo esto encarece la edición.
La maquetación es de Marta Sacristán de Rabalán y la impresión de Enrique del Barrio.
—Entonces, ¿qué nos da con este volumen?
—Este volumen tiene quinientas páginas, la tarjeta USB que he dicho antes (con grabaciones de diversa duración), ciento cincuenta partituras de variada complicación, algún pequeño dibujo y varias fotografías. Además, el prólogo de Antonio Linaje Conde y una introducción histórica del también amigo José Ramón Criado.
Son seis los capítulos que contiene este primer volumen:
El capítulo 1, dedicado al repertorio infantil, contiene canciones de cuna, de entretenimiento de las criaturas, sobre los primeros juegos, retahílas de sorteo, retahílas sobre animales, escatológicas, y otras para acompañar los juegos; canciones de corro, simples, gestuales, dobles concéntricos, dialogados y de elección, de dos tiempos; canciones de hileras enfrentadas; canciones de comba; canciones y retahílas seriadas y enumerativas, canciones varias y canciones escolares.
He de señalar que parte de este repertorio es -de alguna manera- estándar, que se puede encontrar en otros muchos lugares, probablemente enseñado por los diferentes maestros de las escuelas, pero algunos temas arraigaban y se han cantado por varias generaciones y también han sufrido añadidos o variaciones populares. Algunos temas pertenecen a mi experiencia vital en Arroyo de Cuéllar.
El capítulo 2 está dedicado al repertorio de las rondas. Rondar era un acto social de galanteo de los mozos a las mozas. La conquista amorosa del género opuesto era una iniciativa del hombre y el hecho de rondar era una de las principales. Se rondaba de noche, las vísperas de fiestas, salvo en cuaresma, que estaba prohibido, lo mismo que el baile público. Por tanto, desde la Pascua de las Rosquillas, el Sábado de Gloria o de Resurrección, se rondaba -más o menos- hasta la fiesta de San Pedro y San Pablo, porque las tareas del campo arreciaban por el verano. Se cantaba en las puertas o ventanas de las muchachas y se solían acompañar con la guitarra y el almirez y de último la botella de anís. En el Carracillo se rondaba con un canto especial que llamaban Despedidas. Posteriormente o de último, se cantaban Jotas de Ronda. También se interpretaron otros cantares de ronda como los Sacramentos o los Mandamientos de amor, el Reloj de enamorados, el Retrato de la dama o la Entradilla del amor.
En el capítulo 3 abordo el servicio militar y las diferentes guerras que vivieron o les contaron sus antepasados: las Guerras Carlistas, las Guerras de África y la Guerra Civil de 1936-1939. Cabe señalar que algunos cantares de las Guerras de África se volvieron a utilizar en la guerra de 1936-39.
El capítulo 4 está dedicado a las bodas, los noviazgos, el Baile de Galas y las Bodas de Viudos.
El capítulo 5, al que tengo un cariño especial, está dedicado al Romancero Tradicional. “El Romancero Tradicional es la máxima expresión de la narrativa del pueblo” (José Manuel Fraile Gil. Romancero Pan Hispánico). Su origen pudiera estar en los Cantares de Gesta o en las composiciones tardomedievales. Se sustenta en el verso octosilábico, el mejor exponente para la expresión de las ideas en lengua castellana. Surge a partir de fuentes escritas, pero a lo largo del tiempo han soportado un proceso de tradición oral, y se ha recreado anónimamente. Este cancionero contiene romances con referente histórico; épico francés carolingio y caballeresco; sobre cautivos y presos; sobre la aventura amorosa; los que tienen la mujer como protagonista; de asunto piadoso y edificante; de asunto burlesco; de asunto anticlerical; sobre animales y de contenido religioso.
Y por último el capítulo 6, también con canciones narrativas, pero estas son coplas de ciego o pliegos de cordel, literatura impresa que vendían los copleros, normalmente ciegos y que muchas de ellas aprendían de memoria y pasaron al saber popular al igual que ocurrió con el romancero tradicional. La temática es variada, pero tendía a ser algo impactante para impresionar al auditorio como: casamientos forzados con final trágico; mujeres engañadas también con final trágico; otros crímenes; reencuentros familiares; bandoleros; jocosos y burlescos; sucesos y otros. Es admirable la capacidad que tenían de almacenar estos relatos tan extensos y recitarlos de memoria.

—Este libro es el volumen I. ¿Es que hay más?
—Si… El volumen II está en maquetación; para publicarlo tenemos que esperar a recuperar el coste de la publicación del volumen I. Contiene los capítulos 7 al 13 y aborda: canciones para acompañar los trabajos (7); noviembre, Los Difuntos (8); ciclo navideño (9); tiempo de carnaval (10); cuaresma y Semana Santa (11); romerías y fiestas patronales (12); y canciones devotas (13).
El volumen III está terminado, pendiente de maquetación, contiene los capítulos 14 a 22: capítulo 14, sobre las jotas; 15, cantar por cantar; 16, que os van a sacar cantares; capítulo 17, sobre la danza y el baile; capítulo 18, instrumentos musicales y tañedores; capítulo 19, canciones de moda; capítulo 20, de la fuente escrita a la memoria oral; capítulo 21, la tradición asistida; y capítulo 22, Alfonsa de la Torre.
Espero que sean de interés estas fuentes primarias, muchas transmitidas de mayores a menores, de forma oral, con las melodías que acompañaron los juegos, el entretenimiento, el divertimento, el enamoramiento o el desamor, que aliviaron las tareas y el sufrimiento en todos momentos de la vida, antes que la tele estandarizara y condicionara nuestras relaciones.
No quiero acabar sin subrayar que este trabajo no existiría sin los doscientos diez informantes que han colaborado conmigo a lo largo de años: la mayoría no se encuentran ya con nosotros, por lo que buena parte de estas fuentes primarias son irrepetibles. Para ellos tengo un recuerdo especial. También para las personas que facilitaron los contactos, que son fundamentales, para acceder a estos informantes.
