Jesús Torres Bravo. Cura rural
No soy escritor, ni teólogo, ni vaticanista. Soy persona creyente, cristiano, católico, misionero y cura rural.
En octubre de 2013, poco después de ser elegido Papa Jorge Bergoglio, tuve la necesidad de escribir en nombre propio, y también en comunión con quienes sentíamos en aquel momento una emoción especial en nuestros corazones, y me dirigí a “nuestro periódico” El Adelantado de Segovia, para que ese sentimiento, firmado por gente de a pie, se conociera en nuestros medios locales, y pudiera llegar a personas sencillas, cristianos y no cristianos, creyentes y no.
Lo titulé: Con el Papa Francisco
Nuestro Papa Francisco acaba de morir, y vuelvo a sentir la misma necesidad, me siento otra vez obligado a hacerlo, en nombre propio y de muchos amigos y amigas del mundo entero, con quienes he compartido y sigo compartiendo vida y fe.
Ahora quiero titularlo ¡Gracias, Papa Francisco!
Gracias, Francisco, porque es evidente que tu presencia ha alegrado muchos corazones, iluminado muchas vidas y suscitado gran esperanza.
Gracias, Francisco, porque contigo el Espíritu, que es quien guía la Iglesia, ha hecho renacer un nuevo Pentecostés, como cuando todos, sin distinción, hablaban y entendían una misma lengua, el lenguaje del Amor (Act. 2,11.
Gracias Francisco, porque el mensaje de las Bienaventuranzas se ha hecho realidad en tu opción personal por la pobreza, por los pobres (Mt. 5,3), y por una Iglesia pobre y para los pobres.
Gracias, Francisco, porque con tu manera de ser, vivir y hablar, la gente sencilla ha entendido mejor el Evangelio (Mt. 11, 26) y los que tenemos la misión de explicarlo hemos encontrados un aval, un ejemplo, y un Maestro en ti,
Gracias, Francisco, porque los que pasan hambre y sed, los presos, los parados, los emigrantes, los desahuciados… (Mt. 25,35) han encontrado tu Cariño y tu ayuda, y se han sentido identificados con Jesús, como hijos predilectos de Dios.
Gracias, Francisco, por tu actitud manifiesta de humildad y de servicio (Lc. 23,27). Contigo el Evangelio dejaba de ser Palabra predicada para ser Palabra cumplida. El “siervo de los siervos de Dios” ha tenido identidad.
Gracias, Francisco, porque contigo hemos sentido que es posible ser “limpios de corazón” (Mt. 5,8) sin tener miedo a la verdad, que nos hace libres (Jn. 8,32).
Gracias, Francisco, porque nos has hecho ver que es posible la denuncia de la injusticia, sin condenas ni autoritarismo, sino invitando a todos a construir un mundo justo, como Dios quiere.
Gracias, Francisco, porque nos has demostrado que los “excluidos y condenados”, los “heterodoxos”, los “irregulares” también están convidados al banquete. Todas y todos (Lc. 14, 23- 24).
Gracias, Francisco, porque contigo la Iglesia ha ido perdiendo su complejo de “perseguida”, su estilo “apologético” y “proselitista”, para tornarse en autocrítica, samaritana, misionera, sinodal, ecuménica y anunciadora gozosa del Reino, de la Buena Noticia, consciente de que el camino no es de rosas, como le sucedió al Maestro.
Gracias, Francisco, porque nos has hecho comprender que “los escribas y fariseos de turno”, los que imponen (imponemos) cargas pesadas a los otros, también son (somos) convidados a acogerse (nos) a la misericordia de Dios.
Gracias, Francisco, porque has cambiado el lenguaje negativo sustituyéndolo por el lenguaje positivo: divorcio/belleza del amor y del matrimonio; aborto/apuesta total por la vida (toda vida).
Gracias, Francisco, porque nos has hecho descubrir que el depósito de la Fe no se llena principalmente con doctrinas, sino con Amor y Esperanza.
Gracias, Francisco, por habernos demostrado con claridad que nadie es dueño exclusivo y poseedor de la Verdad, sino que ésta se encuentra entre todos, y que todos somos convidados a buscarla, hablando y escuchando, y entre todos completamos el rostro de Dios, poniendo en común la diversidad de carismas: teólogos, cristianos de base, científicos, personas sin estudios, ateos, agnósticos, gente piadosa, hombres y mujeres, jóvenes y niños, clérigos y laicos.
Gracias, Francisco, por tu manera libre y atrevida de hablar, sin censuras, para que todos vayamos atreviéndonos a hablar, con respeto sí, pero sin censuras, lo que el Espíritu nos sugiere.
Gracias, Francisco, porque has vuelto a hablar del Concilio Vaticano II, no con recelo y para “controlarlo”, sino para que la frescura y la fuerza del Espíritu, que trajo al mundo y a la Iglesia, se deje sentir de nuevo.
Gracias, Francisco, porque mientras has estado entre nosotros, el Espíritu ha hecho renacer en la Iglesia el estilo de Jesús. Todos decíamos “esto huele a Evangelio”, entendiendo que este estilo no es más fácil, sino más exigente, pero también más fresco, alegre y liberador. Y a eso lo hemos llamado Primavera de la Iglesia.
Gracias, Francisco. Con tu manera de ser, hablar y vivir, muchos nos hemos ido acercando más a Jesús, que es lo que tú siempre nos has pedido.
Gracias, Francisco, porque te hiciste vulnerable y acabaste con la Papolatría y conseguiste escaparte de ser un “fenómeno mediático”.
Francisco, una petición: Con Santa María sigue mirando, cuidando, comentando y acompañando los pasos de nuestro mundo y de nuestra Iglesia.
Amigas y Amigos: El Espíritu nos dio a Francisco y con él alegró muchos corazones afligidos, iluminó muchas vidas y alentó mucha esperanza. A él le gusta que sigamos disfrutando de esos frutos.
Me atreví a hacer sus gestos, decir sus palabras, Me gustó caminar con Jesús de la mano de Francisco. Experimenté que “es muy bonito oler a oveja”. Gracias, Papa Francisco.