Si la OTAN da el visto bueno a las cuentas del Gobierno español para llegar al 2% del PIB en defensa en el presente 2025, el presidente podría tener una Cumbre de 24 y 25 de junio próximo mucho más tranquila que lo previsto hasta hace unos días. Ello, a costa de haber renunciado al plazo de finalización de objetivo alcanzado para 2029, que fue el prometido por el Gobierno de Sánchez en 2022 con ocasión de la Cumbre de Madrid, en un contexto en el que ya Rusia había invadido a Ucrania. Este plazo fue aceptado por la Organización Atlántica. Ahora ha sido soslayado por unos y otros.
Respiro breve para el presidente, no sólo porque para 2026 haya que seguir con el incremento indicado y la necesidad de volver a sacarlo de debajo de las piedras, si no hubiera presupuesto, sino porque en La Haya pueda caer lo del 3 o 3,5% para 2030. Duro de digerir, por mucho que Sánchez repita hasta la saciedad que no va a aumentar impuestos, ni el déficit, o que no habrá recorte de servicios. Realmente duro.
Para nota el trato de convidado de piedra que el presidente está otorgando en este caso, y en otros como la no presentación de los presupuestos de 2025, a Congreso y Senado. Al paso que vamos, podríamos llegar a un remedo del papel de las Cortes durante el Despotismo Ilustrado del XVIII, aunque el término «Ilustrado» me parezca excesivo para los mandatarios actuales.
Dicho todo lo anterior, creo conveniente recordar que el estado cuasi catatónico de nuestras Fuerzas Armadas, debido a tanta desidia y abandono presupuestario en lo que va de siglo, por no ahondar más, no puede continuar, de ningún modo. De hacerlo, podríamos llegar muy pronto a la España indefensa. Si esto no importa, adelante.
Decía el ministro Cuerpo hace bien poco, que la subida de los gastos de defensa había llegado para quedarse. No sé si porque en el Gobierno -sólo en parte- han entendido lo del estado cuasi catatónico, o por un intento del presidente de rehuir el dedo índice trumpiano señalándole. No me alcanza mi conocimiento.
En todo caso, lo fundamental ahora no es el por qué se aprietan los plazos de tiempo, corriéndose además el serio peligro de que el «aparato» de defensa no sea capaz de absorber en unos meses semejante empacho nutritivo después de tanta inanición, sino el cómo mantener la alimentación en sucesivos años. Imposible repetir en el futuro, en un país que se respete a sí mismo, la escena del presidente del 22 de abril pasado anunciando que se llegaría ya al 2%, sin contar con las Cortes. Así que habrá que tirar de Parlamento ya para 2026 y llegar a los acuerdos que se estimen necesarios, o elecciones y que la nación se pronuncie con conocimiento de causa, porque un presunto impacto del 3% indicado no es nada rutinario. En absoluto. Explicación profunda de la situación, y a votar, no hay que tener miedo a las urnas.
Pero, aun suponiendo que el proceso de provisión de los fondos necesarios para defensa fuese impoluto, desde el punto de vista político, haríamos mal en creer que, con los nuevos fondos y el aumento y mejora consiguiente de armamento e instalaciones, es suficiente para disuadir. Falta ahora cumplir con el concepto de Fuerza Suficiente. Se han perdido casi mil militares por año desde 2010 -hay unos 117.000 hoy-, y la Reserva no pasa de los 10.000 componentes. Es perentorio cubrir tanto hueco en la fuerza activa y aumentar significativamente una reserva creíble que funcione al momento.
Para ello hay mucho trabajo de pedagogía que hacer con la población, porque la disponibilidad de militares no depende del Gobierno y sus cuentas. Sin conciencia de nación, y la subsecuente falta de conciencia de defensa, no habrá un número suficiente de militares; por no decir que no habrá militares. Y en cuanto a la disuasión, seguiríamos en la casilla de salida, por mucho dinero que inyectemos en el sistema. Y es que, de una u otra forma, la defensa es cuestión de todos, no de unos cuantos.