El Viernes Santo comenzó a las 9.00 horas con apertura del templo, continuando con laudes ante el monumento. Alas 12.00 horas tuvo lugar el Vía Crucis y posterior traslado del Santo Cristo de la ermita a la Iglesia, presidido por el sacerdote Pablo Montalvo y mayordomos de la cofradía de las cinco llagas, que estuvieron acompañados por Nazarenos, Capuchones, y penitentes. También iban los niños de catequesis junto con sus catequistas participando activamente llevando una cruz de madera.
Ya por la tarde, hubo rememoración de la muerte del Señor y a las nueve de la noche comenzó la procesión. Es aquí donde el pueblo expresa su religiosidad en un silencio solo interrumpido por los cantos que despiertan el sentimiento más profundo, donde también aparecen con tintes rojos, negros, morados de las cofradías que salen, precedidas por los pasos de Jesús Atado a la Columna, el Cristo del Santo Sepulcro, la Virgen Dolorosa y su querida talla del Cristo Crucificado, que preside ha hermandad que lleva su nombre, amenizado por un grupo de dulzaineros.
Este año ha tenido un componente especial gracias a Javier Postigo, ‘Posta’, Mayordomo este año de la Cofradía, en unos de los balcones de la calle Canongía. Frente al paso de las cuatro imágenes cantó una saeta con su guitarra con un profundo sentimiento, también a su pueblo y a su gente, emocionando a todos los participantes.
A las diez de la noche hubo el Sermón de la Soledad. Pero, lo propio, lo particular y lo único de esta parroquia es el traslado de la Virgen Dolorosa, a las once de la noche a la ermita, acompañada sólo por hombres. En el silencio sepulcral de la noche se escucharon las voces varoniles cantando la Salve como testimonio de la fe de un pueblo que invoca la protección y amparo de la ‘Madre’. Los demás siguieron de lejos este ritual, incluso a pesar de la lluvia que comenzó a caer al final del acto, no sin sentirse embargados por la emoción y el recuerdo de tantos años.
