No puede quedar sin recompensa. El esfuerzo que los promotores de la Sala Boss está realizando por traer a Segovia música de calidad merece un mayor reconocimiento del público que, en otros eventos quizá más arropados por el apoyo institucional, se entrega con más generosidad a propuestas de inferior calibre. Tras ver el concierto de Holmes Brothers, no puedo dejar de pensar que si hubiera contado con algún tipo de sello o aval institucional, el aforo de la sala hubiera tenido un aspecto sensiblemente mejor que el de las casi 100 personas que aceptaron la cita de la noche del viernes.
Y es que el trío norteamericano ofreció un concierto que, en términos deportivos fue «de los que hacen afición». Una propuesta sencilla, avalada por la experiencia y la categoría de tres músicos con medio siglo de escenarios a sus espaldas y con el soul, el blues y el country más esenciales en sus voces e instrumentos… y no hizo falta mas. Con algún descanso entre canción y canción -el tiempo no pasa en balde para estos veteranos artistas- Holmes Brothers desplegaron energía, emoción, potencia, sensibilidad y elegancia en cada uno de los temas. La armonía de las voces y el virtuosismo instrumental demuestra muy a las claras que la música de este singular grupo permanece y permanecerá siempre por encima de modas y corrientes.
Si analizamos en modo egoísta el desapego del público hacia este tipo de propuestas, hay que pensar que quienes asisten a los conciertos han tenido la oportunidad de disfrutar en exclusiva de algunos de los mejores músicos del mundo (Elliot Murphy, Bill Evans) en la intimidad de una sala que se esfuerza para ofrecer actuaciones que sólo pueden verse (y no siempre) en prestigiosas salas especializadas y a unos precios sensiblemente más elevados que los que marca aquí la organización. Pero no están los tiempos para egoísmos, y por ello hay que disfrutar de estas oportunidades y, lo más importante, hacer que lleguen a más gente. Esa será la recompensa.
