Han sido cuatro jornadas multitudinarias y llenas de emoción para los jóvenes peregrinos que abarrotaron Madrid durante cuatro días para reunirse con Benedicto XVI, y la jornada de despedida celebrada ayer siguió en la misma línea de cálida acogida del resto de los días. Así, una multitud de un millón y medio de asistentes, según fuentes policiales, acudieron a dar su adiós al Pontífice en la Misa de envío oficiada en el aeródromo de Cuatro Vientos.
Antes de la ceremonia, el Papa acudió a bordo del papamóvil por todos los viales para saludar a los fieles, y para agradecerles su «resistencia» el pasado sábado ante la lluvia torrencial que cayó durante su intervención en la Vigilia.
Tras saludar a los Reyes, subió al altar en procesión y, posteriormente, el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio Maria Rouco Varela, le dirigió un saludo en el que valoró la actitud de los jóvenes ante las inclemencias del tiempo, y a lo largo de toda la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), y resaltó que urge un «sí a Cristo, a las vidas convertidas, al sacerdocio, al apostolado seglar y al matrimonio y la familia, según el Plan de Dios».
A pesar de que el intenso calor de agosto de Madrid centró las crónicas de los primeros días, el sábado fue la tormenta la que se convirtió en protagonista, por lo que el Obispo de Roma quiso reiterar su admiración a los fieles que aguantaron titánicamente el aguacero y la noche al raso. Tras un breve saludo, les transmitió que había pensado mucho en ellos durante la noche y que esperaba que hubieran podido «dormir y rezar» a pesar de las adversas condiciones climáticas.
«Esta madrugada habréis levantado los ojos al cielo más de una vez; y no solo los ojos, sino también el corazón. Eso os habrá permitido rezar. Dios saca bienes de todo, con esta confianza y sabiendo que el Señor nunca nos abandona, comenzamos la celebración eucarística llenos de entusiasmo y firmes en la fe», resaltó.
Junto al Pontífice, concelebraron la Misa el Arzobispo de Madrid, el cardenal Antonio Maria Rouco Varela y el Secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone. Durante su homilía, el Papa recordó a los jóvenes que el mundo necesita «ciertamente a Dios» y el testimonio de su fe.
«A vosotros también os incumbe la extraordinaria tarea de ser discípulos y misioneros de Cristo en otras tierras y países donde hay multitud de jóvenes que aspiran a cosas más grandes» destacó.
Así, recalcó que la Iglesia no es «una simple institución humana», como otra cualquiera, sino que está estrechamente unida a Dios. « Permitidme que, como Sucesor de Pedro, os invite a fortalecer esta fe. Seguir a Jesús en la fe es caminar con Él en la comunión de la Iglesia», apostilló.
Al finalizar la ceremonia, Benedicto XVI entregó una cruz a cinco jóvenes como signo de que solo en Cristo «hay salvación y redención», según explicó el presidente del Pontificio Consejo de los Laicos, el cardenal Stanislaw Rylko. Uno de estos afortunados, Miguel, voluntario de comunicación de la JMJ se mostró «muy emocionado» tras hablar con el Santo Padre, al que definió como una persona «muy entrañable». «Me ha preguntado de qué país era, le he respondido que de España, y he empezado a hablarle» subrayó, al tiempo que aseguraba que el Pontífice le había escuchado «atentamente».
Posteriormente, el Papa recitó la oración del Ángelus y saludó a los jóvenes en los diferentes idiomas. En castellano, Benedicto XVI les recordó que deben dar un testimonio «audaz» pero «sencillo» de su fe, al mismo tiempo que en francés les pidió que no tengan miedo de ser católicos, lo que provocó los aplausos de los asistentes.
Además, con motivo del tercer aniversario el sábado del accidente de Spanair en el que fallecieron 154 personas, Benedicto XVI también tuvo un gesto especial para los familiares de las víctimas a los que envió su «afecto entreñable» y aseguró su «cercanía espiritual».
Finalmente, El Pontífice anunció que la próxima Jornada Mundial de la Juventud tendrá lugar en 2013 en Río de Janeiro, lo que provocó una inmensa ovación de los brasileños. «Pidamos al Señor, ya desde este instante, que asista con su fuerza a cuantos han de ponerla en marcha y allane el camino a los jóvenes de todo el mundo para que puedan reunirse nuevamente con el Papa en esa bella ciudad», afirmó el Pontífice. De este modo, tras Buenos Aires (1987), ésta será la segunda urbe de América del Sur en celebrar el encuentro internacional.
Por último, se despidió de todos sus seguidores con un «hasta pronto, queridos fieles» visiblemente contento, y saludó a algunos de los peregrinos cariocas que recogieron la Cruz de las Jornadas, mientras miles de jóvenes homenajeaban al Pontífice con un caluroso aplauso. Como detalle, quedó la recogida de las casullas sobrantes de tan grandioso evento para llevarlas a las Iglesias más necesitadas.
