La historia es… la historia. Perogrulladas aparte, yo me limito a recoger lo que otros dejaron escrito. Puede, eso sí, que apunte mal y coma y punto no caigan en el lugar exacto. Mas, y como me dijo un amigo hablando sobre un tema profundo, “nadie es perfecto”, y me agarro a ese ‘clavo’. Y como el Cervantes tampoco me lo van a dar este año…
La siguiente es una información fechada en enero de 1909, por lo que se han cumplido ya 116 años. O sea, más de cien (¡¡!!). Era obispo/prelado de la ciudad y provincia, nombrado en 1903, el Ilustrísimo y Reverendísimo doctor Don Julián Andrés Miranda Bistuer, Señor, como lo habían sido sus predecesores, de Mojados (VA) y Turégano. El mismo que, antes de ser nombrado obispo, había ocupado el puesto de Canónigo Magistral y Deán en la catedral segoviensis, donde llegó en 1893. Su fallecimiento sucedió en 1913. Había nacido en la localidad oscense (Huesca) de Tamarite de Litera.
A lo que te voy. Hojeando ‘El Adelantado’ de principios del siglo XX, observo, de pasada, sin centrarme en ello, una columna con el titular ‘La Huerta del Obispo’. No le puse atención –buscaba otra información-, y seguí hojeando hasta el final del diario. Cuando iba a cerrar el número, la ‘neurona 24’ me sedujo para que leyera la información que comenzaba así:
‘La hermosa finca conocida como La Huerta del Obispo en Turégano, quedará convertida dentro de muy poco tiempo en cómoda residencia del prelado, merced a las obras de importancia que se están efectuando’ Y seguía y seguía… ‘Constituye el lugar por una extensión cercada de cinco o seis hectáreas (50.000 M2, aprox.) de terreno de primera calidad, (lugar) que el sábado de cada semana, goza del privilegio de disfrutar del riego del agua que le llega del rio Cega’. Acogía el recinto una capilla que presidía la imagen de la Virgen del Burgo’.
En el hipotético recorrido por el lugar se aprecia que la modesta casa que existía ha desaparecido ‘y en su lugar construye el señor Obispo una holgada y comodísima residencia, que sin tener honores de palacio posee una gran capacidad y lugar de descanso’.

La huerta, con la finalidad de ‘decorarla’, (tendrá estilo), cuando árboles y plantas crezcan, ‘un parque hermoso’ (que) ‘darán encanto a su segundo palacio’. El lugar donde se construyó era conocido como ‘Prado del Burgo’, donde se encontró un yacimiento romano. Muy probablemente fuera allí, siglo XIII, donde el obispo Bernardo comenzara a construir ‘un edificio de carácter episcopal, donde reside buena parte del año’. En el siglo XVIII otro obispo, Manuel Murillo y Argáiz, amplía en el lugar el palacio, que sustituye a otro del siglo XV. Luego, metidos ya de lleno en el siglo XX, el lugar quedó en desuso y, si voy por el camino cierto, se fue vendiendo por parcelas y hoy hay construcciones.
Pero antes… ¿De dónde, ¿cómo y cuándo llegó a la mitra segoviana el señorío, en este concreto caso de Turégano? (1) Todo lo contado y otras situaciones análogas se iniciaron cuando Doña Urraca de León, entonces reina, allá por 1123, se puso en disposición de donar y lo hizo a diestro y lo contrario. Posesiones (terrenos conquistados) y al obispo de Segovia – el francés Pedro de Agen-, le tocó en la ruleta de la suerte, la Villa y el Castillo de Turégano. Trece años después, reinando ya el hijo de la mencionada, Alfonso VII, este no sólo confirmó la donación, también la amplió.
Con este segundo ‘premio’ los obispos de Segovia disponen además, de Caballar, Aguilafuente, Fuentepelayo, Veganzones, Mojados, Lagunillas, San Pedro de Revenga, Riaza… Con todos sus términos. Se convertía así Turégano en cabeza del Señorío Episcopal agrandando sus posesiones. Luego -entiéndase también como posteriormente-, hubo otro obispo, Juan Arias Dávila, que levantó una fortaleza en el castillo/palacio de Turégano –donde se ubicaba el templo románico de San Miguel-, vivió en él y en ocasiones se creyó tan fuerte como el mismo Rey Enrique IV (1), y hasta –se dice, se oye, se comenta-, que mató ahorcándole a un mensajero real, con nocturnidad y lo otro.
Por ser cierto describo también que tanto el obispo Miranda como Arias Dávila, tienen calle a su nombre en Turégano. Dejaron, no hay duda, grato recuerdo. De ambos cabe dejar constancia de dos cuestiones, cuando menos. Miranda salvó la Semana Santa de su ostracismo (año 1907) con la procesión de ‘Los Pasos’ y las imágenes construidas ex profeso en Cataluña. El prelado está enterrado en la Capilla de San José de la Catedral segoviana.
Arias Dávila, polémicas al lado, fue obispo de mirar siempre hacia adelante en beneficio de la diócesis. Ahí quedó como ‘reseña’ el Sinodal de Aguilafuente, considerado introductor de la imprenta en España, tras la celebración del Sínodo Diocesano de 1427, en cuyas actas se dejó escrito, entre otras muchas cuestiones, que ‘se prohíbe a los clérigos de la diócesis intervenir en asuntos de política y guerra’. Sabio consejo. En 1483, celebró su tercer Sínodo, éste en Turégano.
Permítanme una adenda con pregunta: ¿Dónde acabaron los restos de referido obispo? Pues… al parecer había dejado escrito en su testamento algo así: ‘Cuando muera quiero que durante los dos primeros años esté enterrado en el Monasterio Jerónimo de Roma y trasladado posteriormente a la Catedral de Segovia’.
La primera parte se cumplió entre 1497 y 99. Por lo que en el año 1499 sus restos debieron partir hacia España ¿Viajaron? No obviando la posibilidad de que me ‘saquen los colores’ aquellos que saben mucho más sobre el tema (fácil, fácil), digo que sus restos se perdieron y que no existe certeza alguna de su enterramiento en la Catedral de Santa María.
Y san-se-acabó.
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(1) Fue conocido por vez primera el Castillo a través de las actas a través de las actas del Sínodo que en 1440 convocó el obispo Lope de Barrientos. Con Pedro de Agen se construyó la Iglesia de San Miguel.
(2) El mismo que le había nombrado obispo.
