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El infierno de los libros

por Luis López
2 de abril de 2025
en Tribuna
Luis Lopez El Espinar Ok
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Decía Jorge Luis Borges que el paraíso se parece a una biblioteca. Bueno, realmente decía: «Lento en mi sombra, la penumbra hueca / exploro, con el báculo indeciso/ yo, que me figuraba el paraíso/ bajo la especie de una biblioteca”. Suena mejor así ¿verdad? Y junto al paraíso, el infierno de los libros.

En estos días se desautoriza la publicación de “El odio”, un libro sobre el asesino Tomás Bretón. No entro en su conveniencia, aunque ello me lleva a pensar que durante siglos se conoció con el nombre de “infierno” al lugar, remoto, donde las bibliotecas ocultaban bajo llave sus libros prohibidos. Todo aquello que por vedado o por extraordinario merecía estar oculto y alejado de ojos poco apropiados. Y es que la lectura, ya de antiguo, se percibía como peligrosa en mentes inadecuadas. Tal vez por eso, hasta el siglo IV las personas que sabían leer lo hacían en voz alta lo que ayudaba a que las historias circularan oralmente de generación en generación; nunca podremos valorar la riqueza de la cultura oral entre otras cosas porque no dejó rastro. San Agustín de Hipona en sus Confesiones, nos describe sorprendido cómo su maestro, san Ambrosio, no movía los labios ni emitía sonidos al leer. ¡Oh sorpresa! Ahí, la lectura —y por extensión los libros— se convierten en algo íntimo e incontrolable, potencialmente inmoral y peligroso, porque en los libros está el conocimiento para coadyuvar o para combatir al poder.

 

Tengo para mí que el pensamiento escrito y la censura son coetáneos. Control, revisión, persecución y candado a los libros prohibidos encerrados en el “infierno” por orden de los poderes autoritarios de todo signo; religiosos, absolutistas o dictaduras militares o proletarias. También las democracias han creado el infierno de lo políticamente correcto. La censura y el miedo se retroalimentan para tratar de ganar el relato de las cosas y ante la duda, la purificadora hoguera literaria. Aunque la bibliofilia y bibliofobia son el haz y envés de una misma cosa; a veces coinciden incluso en la misma persona. Véase el ejemplo del cura y el barbero de El Quijote, irredentos lectores, pero además despiadados censores que queman los libros por secar la mente. ¡Al corral con ellos! —gritaba el ama.

 

La blasfemia y la herejía han sido esgrimidas desde la religión por contradecir al dogma. La traición desde la política por contradecir al poder civil. Y a partir de ahí, el arma preventiva y censora es el fuego como brazo ejecutor con el que los poderes fanáticos quemaban el pensamiento escrito. ¿Ejemplos? La destrucción de la mítica biblioteca de Alejandría a manos islámicas. Lo decía Heine “Donde se queman libros se acaban quemando personas”. En mayo de 1933 dos docenas de ciudades alemanas, influenciadas por Goebbels, destruyeron ejemplares de autores judíos, marxistas o “no arios”. Actualmente, también en Ucrania se han quemado libros; en Lvov, libros escritos en ruso mientras que en Sebastopol fueron los prorrusos los que, bajo la estatua de la zarina Catalina, la Grande, quemaron obras en ucraniano. El Fahrenheit 451 de Bradbury toma forma odiando lo antagónico encarnado en papel; que pregunten por la biblioteca de Tombuctú, la de Sarajevo, de San Francisco de Borja en Madrid, de Bagdad…

 

Si, se llamaba “infierno” al lugar donde los libros se ocultaban. Sin embargo, hoy, los peores enemigos de los libros son la ignorancia, el desprecio por el aprendizaje, la autocensura cuando no la censura de la moral imperante y, sobre todo, la apatía de aquellos que ni saben ni quieren saber por falta de pensamiento crítico; carne de cañón.

La mentira aparece en periodos oscuros, totalitarios o socialmente mediocres, como hoy en que lo políticamente incorrecto acaba condenado. Si, el “infierno” también existe en nuestros días. La manipulación en unos casos y el exceso de información interesada son parte de ese infierno que convierte al ser humano sin disposición por indagar y aprender en una marioneta. Con la indolencia, el infierno está en nosotros mismos; el otro infierno, el de los libros prohibidos, acaba siendo sólo una cárcel de ideas cerrada bajo la misma llave que también cierra nuestra mente. Visto. Lo del libro sobre Bretón es otra cosa.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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