Venimos de conocer que el gasto público español consolidado de 2024 ha sido muy cercano a los 723.000 millones de euros, casi un 25% más que en 2018, último año presupuestado por Rajoy. Un atropello en toda regla a la cordura en los gastos, mucho más si tenemos en cuenta que han sido unas cuentas prorrogadas del 2023. Pero el dinero público no es de nadie, según alguien dijo en su momento. Será verdad.
En esa exorbitante cantidad no ha tenido hueco un posible socorro inicial de impacto a Valencia, ni la necesaria dotación prevista para los enfermos de ELA; o un alivio de la situación semi catatónica de las Fuerzas Armadas, ni de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, después de tantos y tantos años de “inanición inducida” provocada por la desidia y el abandono presupuestario de los sucesivos gobiernos. Y tampoco quiero olvidarme de las policías locales, que tanto papel juegan en la seguridad de primera línea de nuestra nación. Pero hoy me referiré en concreto a la defensa, nuevamente procrastinada en lo económico por el gobierno en la semana que termina, con inclusión de una bochornosa puesta en escena en el Congreso.
Lo de bochornosa comienza por el lenguaje empleado. Muchos de nuestros representantes confunden lastimosamente la disuasión con el belicismo. La disuasión, que debe ser creíble, consiste en hacer ver a un presunto enemigo que las consecuencias de atacarnos serían mucho más perjudiciales que las posibles ganancias. La disuasión no busca la guerra, siendo el método más eficaz encontrado en nuestro nivel de civilización actual para evitarla. A mayor disuasión, menor probabilidad de guerra. Tan claro y tan difícil de asimilar, según parece, para algunos que se mueven en círculo en un lenguaje de inmadurez previo a la mayoría de edad.
Este es el axioma en vigor de la defensa en nuestra era. Tratar de conseguir que las Fuerzas Armadas de un país dispongan de una disuasión adecuada ante presuntos agresores en 360 grados, y en las tres dimensiones, no tiene nada que ver con el belicismo. Y se me va el pensamiento a la Atenas de Maratón, de Salamina y de Platea, donde se salvó la civilización griega que ha llegado hasta nuestros días. ¿Lo entendieron ellos y no lo entendemos nosotros? ¿De verdad hemos progresado? Concluyo este punto: ignorar el papel de la disuasión es de zotes, o de portadores de muy interesada mala fe. No se me ocurre otra alternativa.
En el caso de España, la mejora de nuestras FFAA y, por ende, de la disuasión que puedan ofrecer a nuestra nación, no es una necesidad exclusivamente sobrevenida por Rusia, la UE o Trump, como dice tanto recién llegado al mundo de la Geopolítica. Estos sólo son catalizadores convergentes en estos momentos de tribulaciones. Aquí, en España, ha habido mucho abandono, como decía anteriormente, siendo sorprendente la cantidad de materiales en dotación que se encuentran entre los cuarenta y cincuenta años de vida, por no recordar el enorme número de militares que se ha perdido en los últimos tres lustros, a razón de casi mil por año. Y de conciencia de defensa, andamos a menos de cero, aunque esto lo dejo para otro día. Por ahora, sólo pregunto respecto de esta conciencia, ¿se haría usted soldado para defender a España?
Otra cuestión de orden semántico es la de “gastos militares”, con la carga peyorativa que su empleo parece traslucir, en lugar de “gastos de defensa” o “inversión en defensa”. La utilización del término “gastos militares” nos puede llevar de manera subliminal a dispendios producidos por el hecho de que hay militares; que podríamos ahorrárnoslos si no existiera este segmento social. Estamos contra la guerra y con ello es suficiente para evitarla. Fuera gastos militares y fuera militares. El mundo Imagine de Lennon y La Paz Perpetua de Kant, muy poco y mal leída ésta. Pero la realidad es tozudamente contraria, con varias guerras de diverso pelaje permanentemente sobre el tablero mundial, al menos desde que hay registros históricos, y está muy reñida con el mundo de querubines y serafines que algunos nos ponen como paradigma geopolítico. Será así en el metaverso y yo no me he enterado.
Así que no ha habido acuerdo parlamentario para el ya angustiosamente necesario incremento de inversión en la defensa de España, y el presidente Sánchez se va a presentar en blanco el próximo 24 de junio en la Cumbre de la OTAN de La Haya. Es de recordar que en la de Madrid de 2022 se comprometió a llegar al 2% del PIB para 2029, y a ese parámetro es al que debe responder, por ahora, no a otras quimeras inaplicables y más bien propias de otros lares. Pero no ha avanzado desde Madrid 22 en forma creíble en el cumplimiento de lo prometido y no ganó Kamala en EEUU. Fin del cuento y Horcas Caudinas para el gobierno español en Países Bajos.
Efectivamente, nada más prometer en Madrid el camino a seguir indicado, el gobierno incluyó en los presupuestos de 2023 una partida sustancial de mejora en defensa de casi un 26% que llevó el indicador respecto del PIB de un mísero 1% a algo más del 1,25%. Dato aún raquítico pero prometedor para el cumplimiento de lo anunciado por parte de un aliado serio y responsable, como suele definir a España la ministra Robles. Canto del cisne. Para 2024 no hubo nuevo presupuesto y el esfuerzo quedó congelado en un 1,28%. Así que a la última convocatoria que tiene este alumno en crisis con su defensa, se presentará sin haber abierto el libro y con la imagen de un tercio del gobierno peleado con el resto. Como dije antes, bochornoso.
Pero, lo importante no es la situación de Sánchez en La Haya, una anécdota, sino la de las Fuerzas Armadas, y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. En un país serio, que se respetase a sí mismo, habría habido presupuestos para 2024. Un simple aumento en defensa de 3.500 millones de euros en ese año habría llevado a España al 1,5% del PIB, y al gasto público a unos 726.500 millones de euros. ¿Algún problema serio? La deuda per cápita, que ya anda por los 33.000 euros, sin que nadie haya protestado lo más mínimo, hubiera aumentado en unos 70 euros. ¿Qué estupidez es eso de cañones o mantequilla? ¿Quieren hacer números y dejarse de sofismas y demagogia? ¿Y de qué marca será la mantequilla que tomaremos sin defensa que la asegure?
Lo que podría “imaginar” el gobierno español es su presentación en La Haya con un nuevo presupuesto para 2025 dotado de otro incremento razonablemente similar al de los 3.500 millones anteriores y un porcentaje asegurado del 1,75 %. Estaría en el camino de la fiabilidad, pagaría de manera decente a nuestros militares y, aparte de reforzar nuestra industria de defensa, podría pensar en dotarse de una verdadera reserva de personal, apta para ser empleada en caso de necesidad. ¿Alguien cree que con una reserva de unos 8.000 componentes casi todos ellos mayores de 45 años se va a alguna parte, mucho más con la pérdida constante de militares en activo ya enunciada, siempre con todos mis respetos y admiración por los reservistas? Y todavía hay recién llegados al mundo de la defensa que se preguntan en qué se emplearía el dinero de la presunta mejora. El arte de hablar sólo de lo que se sabe en profundidad es poco conocido.
Termino. Durísima Cumbre para el presidente del gobierno. Dudo mucho que pueda defender con propiedad en inglés lo que es imposible en español. En cuanto a los tradicionales “abajo firmantes”, alguno podría cantar Imagine durante la foto de familia de los Jefes de Estado y de Gobierno; y otro leer La Paz Perpetua de Kant, aprovechando que es solo un opúsculo de no muchas páginas. Noche mágica de San Juan.