Entre la iglesia de San Esteban y la de San Quirce, en el número 3 de la estrechísima calle María Zambrano se sitúa la casa familiar “Nuestra Señora de la Encarnación”, como anuncia un sencillo cartel colocado en la puerta. “Esta calle es muy transitada, pero pocos de los que pasan por aquí se imaginan que lo que hay dentro de estas paredes es otro mundo”, dice Mario Suárez, superior de la comunidad de hermanos franciscanos de la Cruz Blanca. Es el mundo de los discapacitados psíquicos, un mundo sobre el que la sociedad tiene un montón de falsos prejuicios. “Entras y te encuentras un ambiente tranquilo; los residentes son pacíficos”, asegura la pedagoga Vanessa Hernández, coordinadora técnica de actividades de la casa familiar. Cada mañana, cuando ella llega a trabajar, se encuentra alguna muestra de cariño. “Son muy agradecidos”, sostiene Hernández. “Aquí —añade— recibes más de lo que das”.
Desde hace ya más de tres décadas, los hermanos franciscanos de la Cruz Blanca llevan atendiendo en Segovia a discapacitados psíquicos en la casa de la calle María Zambrano, cedida por el Obispado. Al principio, cuando se divulgó la llegada a la ciudad de esta institución religiosa, familiares de discapacitados psíquicos “llamaban a la puerta”, pidiendo que se hicieran cargo de su ser querido. Ahora, la situación ha cambiado, y son los Servicios Sociales de la Junta quienes derivan a los enfermos a la casa. En cualquier caso, antes y ahora, los franciscanos actúan de igual manera, poniéndose al servicio de los discapacitados. “Nuestro carisma —explica el superior, el hermano Mario— es atender a los enfermos; a veces es duro, porque tenemos que estar pendientes de ‘nuestros chicos’ las 24 horas, pero con la ayuda del Señor tiramos para adelante”.
“Nuestra Señora de la Encarnación” acoge en la actualidad a 25 residentes, a los que se suman otras cinco personas que utilizan la casa familiar como ‘centro de día’, esto es, permaneciendo en ella durante toda la jornada pero regresando al domicilio de sus familiares al caer la tarde. “Nuestra capacidad máxima es de 25 residentes, por lo que estamos al completo, pero en el ‘centro de día’ podríamos recibir a otras 15 personas”, informa Hernández.
Los moradores de la casa familiar pueden participar en múltiples actividades. Los lunes, por ejemplo, acuden al pabellón ‘Pedro Delgado’ para hacer gimnasia adaptada a sus condiciones. Los viernes van a la piscina del gimnasio ‘Incorpore’… “Intentamos —señala Hernández— que salgan con frecuencia de la casa familiar; es conveniente que se relacionen con otra gente, que normalicen su vida”.
¿Cómo se financia la casa familiar?. Los residentes entregan el 80% de sus pensiones, que en la mayoría de los casos son no contributivas. Además, gracias a un concierto con la Junta, la Administración Regional entrega una ayuda económica para el mantenimiento de diez residentes. Entre uno y otro ingreso, la casa familiar “va saliendo adelante”, si bien el hermano Mario reconocía ayer que la crisis “también nos afecta”, pues los pagos de la Junta “se retrasan más de lo que nos gustaría”.
En esta situación, los hermanos de la Cruz Blanca no pueden asumir todos los gastos que desearían. En 2012 tuvieron que dejar sin vacaciones a los residentes, al desaparecer la subvención que Caja Segovia daba para ese fin. Para evitar que vuelva a repetirse, este año han decidido organizar diversas actividades con el objetivo de recabar fondos con los que costear las vacaciones en una residencia de Benicasim adaptada a discapacitados. Y dentro de esa programación, este domingo se celebrará el paseo solidario “Sendas Verdes”, de diez kilómetros, con salida del Acueducto (10,30 horas), y cuya inscripción cuesta cinco euros. “Esperamos lograr los 5.000 euros que necesitamos”, señala Hernández.
Previsiblemente, a esa cita acudirá el ‘ejército’ de voluntarios de los hermanos de la Cruz Blanca. Porque en la casa familiar, además de tres franciscanos y once trabajadores —encargados de la cocina, la limpieza y el cuidado de los residentes—, también desempeñan una función cerca de 40 voluntarios. Su perfil es variopinto. Algunas mujeres acuden a planchar la ropa a los residentes, otras se encargan a coser su ropa, un grupo ayuda a dar de comer a los más dependientes… E incluso hay quien acompaña a los discapacitados en sus salidas fuera de la casa familiar. Es el caso de Marta Martín, una joven que después de hacer las prácticas de un curso de atención sociosanitaria en “Nuestra Señora de la Encarnación” decidió seguir colaborando como voluntaria. “Me gustó la experiencia y ya no me sacan de aquí”, manifestaba ayer, a modo de testimonio, reiterando lo dicho por el hermano Mario y la coordinadora técnica de actividades, en el sentido de que los residentes “dan muchísimo cariño”.
En la casa familiar los residentes tienen la intuición de que el domingo habrá “una gran fiesta” en la que ellos serán los protagonistas. Por eso, los hermanos de la Cruz Blanca piden que Segovia, “como siempre hace”, respalde su iniciativa.
