Osidados es el nombre de una gran banda de blues, ya con nueve años de carretera a sus espaldas. Están a punto de publicar su segundo disco: Alunizando. La formación gira en torno a Osi Martínez, prestigioso armonicista de la segunda camada de pioneros del género más genuinamente afroamericano. El bluesman suma más de tres décadas de una trayectoria marcada por la autenticidad y compromiso musical. Aquí adelanta las claves de la flamante entrega discográfica que saldrá del horno en abril.
Osi ha compuesto todas las canciones del disco, salvo dos versiones reinventadas tras décadas de circulación. El armonicista, ingeniero forestal dedicado a prevención de incendios y nacido en el barrio de Puente de Vallecas, comenzó a cantar con los pantalones cortos, a los once añitos, por pura diversión, y la pasión musical le llevó a tocar la armónica de forma profesional. No ha parado de actuar desde esos inicios en locales o festivales de toda índole. En su currículum figuran bandas como Chocolate Blues Express (en los años ochenta) o Manzanares Delta, además de tocar con figuras de la talla de Xulián Freire, Edu Bighands o Adrián Costa.
—¿De dónde procede tu nombre artístico, Osi?
—Lo de Osi viene de mi barrio, de Vallecas. Todos teníamos un mote en aquella época, cuando yo era chavalín. Aquí confluyen un par de circunstancias. Una es que por entonces tenía barba y era algo pelirroja. Empezaron a decirme que estaba oxidada, y de ahí Osidado y luego Osi. Luego, además, en aquella época yo era rockero y me gustaban los grupos de rock duro. Uno de los que me atraía era el vocalista Ozzy Osbourne, después de Black Sabbath. Fue por esas dos circunstancias.
—¿Cómo aprendiste blues aquí, por estos andurriales, tan lejos del Misisipi?
—Vamos a trasladarnos a la época en la que yo aprendo y me llega el blues. Antiguamente no teníamos medios digitales, todo era a base de cambiarnos discos. Entonces uno de los colegas, que luego fue bajista en nuestra banda Chocolate Blues Express, Javier Osa, “El Patata”, me pregunta un día: “¿Tú has escuchado blues?”. Y yo digo que no sé qué es el blues. Me responde que toda la música nace del blues. Fue llegar a casa y empezar a pinchar esos discos que me había dejado. Y, efectivamente, lo que yo había escuchado antes en los discos de rock era lo mismo, pero ahora era más crudo y todo estaba enlazado. Eran discos del blues primigenio.
—¿Cuál fue el primer disco de blues que te sacudió?
—Entre los primeros discos que cayeron en mis manos estaba el Bluesmen 1, de la serie Guimbarda. Era muy variado y ahí había blues rural, o piedmont, como también se llama. Pero de los que me han sacudido hubo uno especial, de la Legendary Blues Band, la banda que acompañaba a Muddy Waters, y ahí descubrí a uno de mis armonicistas de referencia, Jerry Portnoy. Me dio la vuelta a la cabeza, la verdad, porque no había escuchado a nadie tocar así la armónica. Me pusieron la mecha y ya ha sido toda la vida tocando blues.
—Tu primera grabación fue en 1994, al ganar el concurso de bandas de la sala Hebe
—No fue en estudio, sino en directo. A la vez que se tocaba, se iba grabando. Fue mi primer paso a la hora de dejar registrada mi armónica en un soporte. Lo guardo. Conservo todos los discos que he ido grabando, tanto colaboraciones como propios.
—¿Cómo fue el proceso de centrarte en la armónica?
—La armónica llegó a casa por mis padres. Unas navidades se montó el mercadillo en mi barrio. A mi padre y mi madre se les ocurrió que era buen regalo comprarme una armónica, que ni era de blues ni de nada. Era de las que venden como juguetes, una de trémolo. Empecé a tocarla, pero, claro, el blues todavía no había llegado a mi vida. Tocaba canciones, las sacaba de oído y las interpretaba con la armónica. Cuando me cansé, guardé la armónica hasta que volvió a salir, justo al entrar discos de blues en mi casa. Justamente ahí volví a agarrar la armónica. Coincidió con un hecho lamentable: mi madre se nos murió. Yo tenía 18 años. Entonces adquirí una deuda con ese blues primigenio. Esa música era la que me reconfortaba. Esos que cantaban en los discos lo estaban pasando igual o peor que yo. Para mí era una conexión sentimental. Interpretar esos sonidos que escuchaba me aliviaba bastante. Mi cabeza adolescente quería dar una especie de homenaje a esa gente. Quería devolverles el favor que me estaban haciendo. Me emparenté con el blues, la música que me llegaba y me conectaba con el rock. Luego, poco a poco, me explicaron qué tipos de armónica había. Lo supe por el boca a boca y compré una armónica de blues. No tenía nada que ver con la de trémolo y tuve que aprender de nuevo. Descubrí unas cosas que no se podían hacer con la de trémolo, como por ejemplo los bending (cambiar la posición de la lengua al soplar y aspirar). El primer bending me salió de forma fortuita y me tiré una hora o así diciendo ´qué guay´.
—¿Cómo es posible que en una cajita tan pequeña quepa el universo?
—Es misterioso. Yo también me sorprendo. Si ves fotos de armonicistas, apenas se ve el instrumento en la mano. Tú la tienes agarrada y no se percibe, sin embargo es como si fuera un altavoz. La pones a los labios y empiezas a articular sonidos. Y creas universos con eso, tío. Realmente la armónica es un instrumento mágico.
—Los guitarristas tienen callos en las yemas de los dedos. ¿Dónde salen los callos de un armonicista?
—En el diafragma.
—¿Más que en los labios?
—El diafragma lo tengo abultado. Aquí tengo el pecho -dice mientras se levanta la camisa-, esto está hundido y luego aquí sale como una especie de tripita…
—Algunas influencias que hayan modelado tu trayectoria…
—Mi historia empieza con la Chocolate Blues Express. Al cabo de cuatro años, haciendo blues en castellano, coincido con Fede Aguado en unos locales de ensayo. Surge la chispa de tocar juntos y así estuvimos durante 23 años. Cantar en castellano blues es bastante complicado. Hay que ajustar muy bien las acentuaciones, las rimas, las métricas de los versos, porque, si no, deja de ser creíble. Los que sabemos cómo es el blues intentamos cuidarlo. Estuve también a dúo con Malcolm Scarpa. Fue una época en la que él hacía pocas cosas con Ñaco Goñi y estuvimos un tiempo tocando juntos. Malcolm no ensayaba nunca. Siempre íbamos a la aventura. En cualquier concierto podía pasar de todo, pero él resolvía y tenía una capacidad musical indescriptible. Yo reconocía las letras de lo que estaba cantando y sabía que la original no era como la estaba haciendo, porque metía un rollo reggae o folk o lo que le viniera por la cabeza. Con Flaco estuve tocando un montón de años con los Manzanares Delta. Allí estábamos con Flaco, Fede o José Manuel Torrego, a la batería. Con Flaco aprendí bastantes cosas, una parte del oficio.

—¿Cómo nace Osidados?
—Son nueve años ya. Nace por la necesidad de seguir tocando blues en castellano. No había muchas bandas que lo hicieran. Llega también un momento en que uno quiere montar ya su propio, digamos, chiringuito o negocio. Lo que pasó es que aprendí un montón de cosas. Por ejemplo, me ha obligado a componer, que es de lo más difícil. Ahí me han ayudado muchos amigos, con esfuerzo y consejos. También he aprendido a ser frontman, a estar encima del escenario. Hacer mi propio negocio me ha obligado a aprender, a adquirir otras disciplinas.
—En Osidados te acompaña Antonio “Pax”, de los tiempos de Chocolate Blues Express
—Es como un hermano para mí. Nos llevamos muy bien, es muy cariñoso con sus amigos, y en lo musical somos almas gemelas. Su forma de concebir la música es visceral al cien por cien, es de los mejores baterías que podemos tener en este país. Él está construyendo, con sus golpes. Tiene su agenda repleta de actuaciones, porque todo el mundo se ha dado cuenta de que es un portento.
—También están en la banda Javi “Sargento” y J.B. Boni…
—Javi llega a Osidados porque le conocía de siempre como bajista del circuito de blues. Además, toca la guitarra flamenca que te pasas. Con el trabajo en la banda hemos afianzado nuestras relaciones personales y pasado de compañeros a amigos. Y Boni tocaba ya en los tiempos de la Chocolate Blues Express. Su trabajo en Alunizando es impecable. Puedes escuchar los solos cincuenta veces y dirás que qué bien. Toca en ocho de las diez canciones. Nos conocemos desde hace más de 25 años. Después de la pandemia, la primera formación de Osidados se escinde y dos se van. Entonces decido montar un concierto prácticamente de despedida, en El Intruso. Me parecía triste dejar una obra sin presentar, porque lo previsto inicialmente era presentar el primer disco el 22 de marzo de 2020 y fue imposible por el confinamiento. Suspendimos todas las actuaciones para ese año. Llamé a mis amigos para ese concierto de presentación, a Boni, a “Sargento”, a Pax… Entonces nos dimos cuenta de que se vendieron todas las entradas y hubo que hacer otra presentación, en el Rock Palace, y luego otra tercera en Entrevías, en mi barrio. Decidí por eso que no era el momento de dar el adiós a los Osidados y hemos seguido tirando hasta este nuevo disco, a ver qué pasa.
—¿Cómo definirías vuestro sonido? ¿Blues, funk, boogie?
—No sé cómo calificarlo. Nosotros tocamos blues. Llevamos el blues en el ADN. Los cuatro nos hemos criado tocando blues. Si nos ponemos a tocar rock, lo vamos a bluesear; si nos ponemos a tocar salsa, va a sonar bluesera. Entonces en Alunizando hay funk, hay shuffle, hay un rock and roll (Mosquita), que también suena bluesero. Luego hay tipo salsa, también blues pantanoso… ¿Cómo definimos esto? ¿Es funk, es boogie? Es todo sonido bluesero.
—¿Por qué el título de Alunizando?
—Por seguir el hilo conductor del primero, que se llama Re Evolución. Intentábamos emerger con nuevas cosas, con aires renovados en castellano, como se hacía antiguamente en los ochenta o noventa, cuando todo el mundo componía sus canciones, y eso parece que se ha ido perdiendo. La mayor parte de las bandas cantan en inglés y mucha oferta musical repite canciones ya hechas. Re Evolución era un intento de dar nuevo aire a la historia. Este embrión se va materializando y ahora estamos en la luna, intentando poner un pie sobre la tierra, y además de estar alunizando estoy también alucinando, porque las cosas no han ido por la vía que me esperaba. Que la gente compusiera cosas nuevas y que fueran calando en el público no se está dando con la rapidez que a mí me gustaría.
—Por el momento habéis lanzado tres canciones de diez que contiene el disco. La primera ha sido Blues is alright…
—Lo que viene a decir el estribillo es: ´Si todavía no te gusta, es que no sabes lo que hay´. Te estoy contando todo esto porque te mueve el corazón, te mueve las piernas, te mueve la cabeza y te hace disfrutar. La gente no conoce el blues y dice que es algo aburrido, pasado de moda. No, no, no, no, escúchalo. Por eso se ha lanzado como primer vídeo. Utilizar la expresión alright (está bien) me ha causado ciertos conflictos. Había una forma de evitarlo que era cantar ´el blues está guay´, pero no queda con la misma fuerza. Alright lo dice todo el mundo. Se entiende a nivel universal. Entonces no vamos a liar tanto la madeja, vamos a intentar ser prácticos.
—La segunda se titula Tacita y es muy vallecana, sobre un espacio muy especial de tu barrio.
—Es un homenaje al barrio. Tiene un ritmo a lo Bo Diddley, de allá por 1955, que va con las maracas. En la Tacita confluyen un montón de músicos y artistas. En Vallecas se escucha principalmente rock y flamenco, más hacia rumbas y bulerías que a flamenco puro. Tenía que hacer un guiño a esas músicas. Por eso, a mitad del tema, el ritmo sigue siendo el de Bo Diddley, pero las armonías ya van hacia la rumba. De hecho, las dos últimas estrofas que canto son rumbas. La primera está dirigida a la Tacita, porque dice: ´Hay lugares en la tierra que regalan alegría, cuantos más lugares haya, más fácil vivir la vida. Échate una cervecita que te quiero ver a cantar, porque allá donde tú cantes estará el lugar, el lugar lo hace el arte, lo hace quien allí está´. O sea, no nos confundamos, que al final los sitios son las personas, los que hacen que el sitio sea atractivo. Y eso pasa en la Tacita. En la segunda estrofa hay un homenaje a la anarquía flamenca de los gitanos. Conviven con nosotros y, por su propia idiosincrasia, no acabamos de encajar los unos con los otros. Pero luego en lo musical somos muy afines. Los gitanos son muy anárquicos y dicen cosas que no tienen sentido. Ese tema intenta sintetizar todo, describir un ambiente.

—El tercer adelanto es Flaco, homenaje al legendario Flaco Barral. Se nota respeto y cariño…
—Me alegra que eso se refleje en la letra, porque es justo lo que quiero expresar. Me sorprende que un hombre que lo tiene todo hecho y no tiene que demostrar nada siga levantándose pronto y peleando por algo que es su vida. Podría irse al parque a echar pan a las palomas. Y no. Hablas con él y acaba de descubrir un nuevo programa que te consigue separar las pistas de una cosa que ya está mezclada en un disco. Somos de la misma pasta y no andamos por las ramas. La canción no la hice para sacarla en el disco, pero quedó tan bonita que decidí llevarla al más alto grado de expresión, con invitados que son amigos de Flaco. Tenía que regalarle algo relacionado con su vida y su obra.
—Creo que vas mucho por los montes segovianos…
—Conozco unos cuantos montes de Segovia, sobre todo los que pegan con la Comunidad de Madrid. Los tengo bastante controlados, como el pico de Pasapán, el Oso, la Mujer Muerta, concatenación de tres montañas, el Pico de Navafría… El Montón de Trigo es una de mis montañas favoritas.
