—Su historia personal se entrelaza con la historia reciente de España, del PSOE y de la UGT que dirigió 22 años. El ex secretario general de la Unión General de Trabajadores, Cándido Méndez, participa en el Congreso Empresa y Finanzas (EM+FI), que organizan CajaViva y la Fundación Caja Rural de Segovia. Junto al economista José Carlos Diaz, el ex presidente de la Confederación Europea de Sindicatos charla este viernes, en el Molino de la Venta, sobre el futuro, el presente y el pasado del empleo en España, reflexiones que alumbran su última obra
“Todo empieza por un empleo”. Es la frase de Françoise Miterrand que usted recuerda en el inicio de su libro. Ahora, con empleo, los jóvenes no pueden acceder a la vivienda, aunque la Constitución diga que es un derecho. ¿Qué influye más en la descreencia en el sistema de las nuevas generaciones, los grandes números o los derechos incumplidos?
—Los grandes números dicen que estamos en una situación económica buena. Incluso el dato de la prima de riesgo, que me inquieta mucho desde la brutal recesión económica de 2008-2011, se financia muy barato porque los grandes números son positivos. Pero en esta pregunta está lo que llamo la sombra de los grandes números. La sombra más ominosa que en cierta medida es un exponente de cómo hemos sido incapaces de resolver el problema de los jóvenes, por su salario, por su precariedad y por el problema de acceso a la vivienda. Resolver el futuro pasa por solucionar este problema para los jóvenes. Y esto no se puede hacer de la noche a la mañana. Hay cuestiones en la situación económica, social y laboral, que hay que reorientar en profundidad para que podamos avanzar en esta impotencia que hemos tenido para mejorar su situación. En algún momento hay que empezar y desgraciadamente aún no hemos comenzado.
—En la pugna entre liberalismo y socialdemocracia, ¿Qué nos jugamos como sociedad?
— Intento ser un optimista con esperanzas fundadas y soy partidario de una frase que me acompaña desde esa brutal recesión del 2008: “Dejemos el pesimismo para tiempos mejores”. Ahora son tiempos mejores que entonces, pero no podemos ser presa del pesimismo, porque tenemos grandes potencialidades y deberes por hacer. No hay que caer en la deriva de considerar que la vida va a girar en torno al centro tecnológico. Uno de los valores que debemos tener en cuenta es el de la centralidad del trabajo; de un trabajo digno, con derechos, que nos permita acceder a la vivienda. Y no es útil ese criterio de la centralidad tecnológica, absortos por la tecnología y la revolución digital. Por esa razón yo no soy partidario de la renta básica universal, porque a mi juicio invita a bajar los brazos en el sentido de que está dentro de una filosofía que se remonta a los años sesenta del siglo pasado, en el marco de la robotización. Es una invitación a la resignación y no estoy de acuerdo. Soy partidario del Ingreso Mínimo vital, que es distinto. Está vinculado a un compromiso para buscar un empleo mejorando la formación. Esto es algo que debemos tener muy claro para orientar de cara al futuro las propuestas de forma adecuada. Y hay otro elemento que es la autoestima, la dignidad que se articulan en torno al trabajo. Platón hablaba del deseo y la razón como componentes del alma. Para mí, la autoestima es fundamental y en la mayor parte de la población pasa por sentirse útil y tener un trabajo digno. El tecno feudalismo, como denominan algunos al emporio de la revolución digital, está contribuyendo a destruir aceleradamente esto y provoca una vuelta al individualismo neoliberal. Nuestra identidad está vinculada al colectivo, a la sociedad en la que vivimos.
—Descarbonización, Digitalización y Derechos constituyen lo que en su libro llama la Conexión D3. ¿Cómo nos comportamos con la neutralidad climática?
—Lo que está ocurriendo es que, en general, las iniciativas de carácter político y sobre todo, de carácter empresarial, no tienen en cuenta la necesidad de aunar los tres objetivos que son irrenunciables e inevitables los tres a la vez. La revolución digital y la transformación verde sí se perciben como objetivos vinculantes entre sí pero no tanto el de generar un Trabajo con Derechos. Ese es el convencimiento que tengo y es una falla seria que produce actitudes de resistencia ante el cambio digital y la transformación verde. Hay colectivos de trabajadores que lo perciben como una amenaza a sus puestos de trabajo.
— ¿Cómo afecta el individualismo al objetivo de lograr una sociedad justa y equitativa?
—Pertenezco a una generación que en su juventud ha vivido algo irrepetible que fue la Transición; irrepetible en la historia de España (así lo espero) y de otros países. En Túnez, en las primaveras, en 2015, una mujer sindicalista me preguntó: “cómo lo hicisteis para vincular a los jóvenes porque tenemos dificultades para conectarlos con la transición que queremos hacer”. Mi respuesta fue clara: los jóvenes éramos nosotros. Aquella alianza entre las generaciones jóvenes y de veteranos ahora no se produce. Incluso, hay quien atiza una lucha intergeneracional en la que el ingrediente fundamental es que lo que percibimos como pensión, una renta que se quiere hacer ver que es casi como si se la arrebatáramos a los jóvenes. Estos son los elementos de fondo que hay que resolver porque generan preocupaciones de futuro muy inquietantes. No sé si la tendencia es creciente, pero hay muchos jóvenes que piensan que no van a tener acceso a una pensión pública. Y eso son elementos corregibles.
—¿Cómo se les convence de ello?
—Hay que empezar por proporcionarles un empleo digno y eso es fácil de decir, pero difícil de hacer. Con el nivel de paro juvenil que tenemos, se dice que no hay gente para trabajar y esto es muy discutible. En España el problema de las vacantes no llega ni al 1% del total de empleos disponibles. Somos de los países que tenemos un menor nivel de vacantes en el mercado laboral y de ellas un tercio están en la función pública, que es donde más vacantes y más temporalidad hay. Estas son las cuestiones que hay que arreglar desde el ámbito de lo público. Entre 2022 y 2023 se han ido 800.000 profesionales españoles al extranjero: médicas, arquitectas, ingenieras, enfermeros.., que trabajan en Alemania, como mi hijo, y en otros países de Europa y están ayudando al cambio tecnológico. Y en España tenemos a 1.400.000 universitarios en subempleo. Aquí los jóvenes no tienen oportunidades y por eso se van. En España, según Eurostar, el 33% de los empresarios tienen un bajo nivel de cualificación y un 29% de los trabajadores tienen ese mismo bajo nivel. En Alemania es el 11% de los empresarios y el 16% de los trabajadores. Sobre estas cuatro cifras es sobre lo que debemos reflexionar para lograr empleos dignos y mejores oportunidades laborales para nuestros jóvenes. Esto no se puede resolver de un día para otro pero hay que encauzarlo.
—¿Qué propone para encauzar la situación?
—. Debe producirse un gran pacto sobre la productividad, el empleo, la formación y la vivienda y esto exige un ecosistema político cooperativo, no divisivo, como en el que nos encontramos en este momento.
—La calle fue un escenario de protesta que logró grandes conquistas sociales. ¿Cree que se está desmovilizando la sociedad?
—Muchas de las reivindicaciones que se hicieron desde UGT y otros sindicatos, son ahora realidades. Yo defendí la equiparación del salario mínimo al salario medio de acuerdo a lo que dice la Carta Social europea y ahora es casi una realidad. También hay una serie de elementos que siendo reivindicaciones del pasado se han conseguido a través de negociaciones con el empresariado y eso hay que valorarlo. Pero en las movilizaciones sindicales nunca se debe perder de vista que los sindicatos convocan a los trabajadores a que se movilicen a favor de los derechos pero si esas movilizaciones se traducen en el ejercicio de un derecho constitucional como es la huelga, eso supone una pérdida del día del salario. En el plano sindical, la huelga es el último instrumento si se puede resolver por la vía del diálogo siempre es más positivo y menos lesivo para la economía de los trabajadores. Dicho esto, creo que la sociedad española sí se sigue movilizando por cuestiones trascendentes: por la Sanidad pública, el medio ambiente, la enseñanza. En este aspecto tenemos un potencial importante y una esperanza en Europa, en la que seguimos confiando. Es un elemento que apunta a la cohesión y la unidad. España sigue siendo uno de los países más europeístas, probablemente porque hemos recibido muchos fondos, pero la sociedad española está poco familiarizada con los contenidos del proyecto europeo y una de las cosas que obstaculiza que la sociedad estuviera más impregnada de los contenidos europeos es que en España se utilizan por parte de los partidos políticos como un elemento de confrontación interna las políticas europeas.Y este es otro problema a resolver. Darle un mayor sentido de cohesión a la sociedad no quiere decir que tenga que movilizarse en la calle más o menos, significa que hay que apostar por un proyecto colectivo y una serie d elementos de cohesión.
— Siguiendo con el título de su libro, el Presente y el pasado lo conocemos pero, ¿Cómo será el empleo del futuro en España?
—Hay motivos para tener un optimismo fundado. El futuro no está escrito; es un proyecto de luces largas en el que hay que mejorar una serie de factores y no solo la calidad del trabajo. La precariedad está también en los déficits formativos y en las empresas; en los déficits productivos. Si invertimos más en cualificación e innovación tecnológica, si mejora el tamaño de las empresas….con los fondos europeos tenemos una gran oportunidad que creo que no estamos aprovechando adecuadamente. En relación con el impacto de la IA, es algo que va a seguir avanzando pero no hay que pensar que producirá una sustitución del empleo. La IA es una buena herramienta para ampliar la capacidad de los trabajadores, pero no para sustituirlos, como ha pasado ya con la robotización. Los países más robotizados son los que tienen menos desempleo, los más productivos. Algo similar debe producirse con la IA, que nunca puede ser un elemento de sustitución. España es un país con muchas posibilidades y bien situado en cuanto a materias críticas. Tenemos yacimientos importantes en esta materia para el cambio digital. Ahora vamos a pasar de la dependencia de los minerales fósiles a la dependencia de los minerales críticos y la diferencia relativa es que mientras en España petróleo no tenemos, minerales críticos sí. Hay una serie de elementos objetivos, posibilidades energéticas y capacidades que tiene nuestro país en relación con la utilización de estos materiales críticos fundamentales para la revolución digital y verde que nos colocan en una buena situación si somos capaces de resolver nuestros problemas tradicionales, como son la falta de eficiencia de productividad, el retraso tecnológico de las empresas, y de las entidades públicas, y los problemas que tenemos de formación, con el desacoplamiento entre enseñanzas universitarias y la situación laboral de nuestro país.