Al hilo de la información –pocas fechas hace de ello-, que del trabajo de rehabilitación realizado en la Capilla dedicada al Apóstol Santiago en la Catedral se facilitó a los ciudadanos, me dispongo a describir algunos detalles, ‘cosillas sin importancia’, digo yo, que rodearon la fundación de la referida, primera concedida por el Cabildo a un civil, en la persona de Francisco Gutiérrez de Cuéllar.
Es posible, inclusive, que algún lector se pregunte por el personaje ¿Quién era Francisco Gutiérrez de Cuéllar? Pues, comenzando por el principio, así me enseñó mí maestro, D. Bernabé del Barrio Sanz, de grato recuerdo, fueron sus padres los cuellaranos Gil Sánchez de Cuéllar y Aldonza Gutiérrez. El matrimonio se trasladó a la capital de la provincia y su hijo nació en esta en 1518, parroquia de San Andrés, Canongía Vieja (hoy Velarde). Detalle. Habitaron en la casa donde refugiaron la imagen de la Virgen de la Fuencisla, debido a la mucha lluvia de aquel día, cuando bajaba a su Santuario.

Llegado el año el año 1558, tenía 42, entró al servicio de Felipe II –al que nunca se le ponía el Sol-, ocupando diferentes e importantes cargos relacionados con la Hacienda Real, Comendador de la Orden de Santiago, Contaduría Mayor de Hacienda, Miembro del Consejo de Hacienda, Teniente de la Contaduría Mayor de Cuentas…
Desde 1562 y 63 Gutiérrez de Cuéllar, padeció diversas desgracias que le mantuvieron alejado de la Corte. Estuvo preso –sin que, pese a buscar, haya encontrado la razón-, por mandato del Consejo de Órdenes (1). Después sufrió una grave enfermedad cuya convalecencia se prolongó hasta 1565. Al año siguiente, tras regresar a Madrid, comenzó a colaborar activamente en los proyectos político-administrativos del cardenal Diego de Espinosa. En mayo de 1580 pidió permiso para regresar a Segovia con objeto de atender asuntos personales y familiares. Aquí enfermó e iba a comenzar la otra parte de la historia de su vida.
Los dineros. Cierto es que además del ‘salario’ recibido por su trabajo, heredó, entre otros, de su tío, Fernando de Valdés, Arzobispo de Sevilla. A Gutiérrez de Cuéllar se le reconocían posesiones en Segovia, Cuéllar, Vallelado, Fuentidueña, Encinillas, Roda, Zamarramala… Lógico que cuando se encontró de cara con la enfermedad quisiera ‘asegurar’ su futuro y en 1580 redactó un larguísimo testamento (2), -que es lo que suele ocurrir cuando hay mucha ‘tela que cortar’-. Tenía entonces 62 años. Resumiendo, lo dejó escrito Grau, ‘que era una persona opulenta, está probado hasta la saciedad’.

Pero antes…Teniendo ya en mano –es un decir-, la referida Capilla, se dijo que había que vestirla, darla nombre (advocación del Apóstol Santiago) y se dispuso a ‘decorarla’. Encargó el retablo a Pedro de Balduque (3), escultor. De la pintura se encargó Alonso de Herrera y de la reja ¡hay la reja! Les cuento. El señor Gutiérrez la había encargado a la empresa de los Fúcares, que sí la traducción que me presentaron estaba bien, era consorcio alemán que trabajaban en Flandes. A la reja, labrada en referido lugar, la pusieron en camino hacía España. Pero…
Llegada al Puerto de Laredo (Cantabria), cargaron la mercancía en una carreta y emprendió camino a Segovia. En el trayecto el vehículo se incendió y los elementos de la reja quedaron inservibles. Otra versión dice que el incendió fue en el puerto. A partir de ahí, pleitos, Dado que Gutiérrez falleció antes de solucionar, sus testamentarios fueron los encargados de arreglar en ‘desaguisao’. No sé si tutti contenti, pero acuerdo final hubo. Unos no perdieron todo y el otro recuperó parte.
Mas y como reja había que poner, el encargo se lo dieron al rejero Pedro de Salamanca. Plazo de dos años (1595). La fabricó en Segovia, donde se traslado con sus trabajadores. Cobró 1.432.056 maravedís. Su peso total fue de 13.813 libras (6.268 kilos). El retablo tuvo un coste de 675.000 maravedís…Juan de Rio, en 1609, se encargó de pintar y dorar la reja. Cobró 242 ducados.

Desavenencias conyugales
Entre los mucho, y con sustancia, que podía describir aquí, me voy a referir a un tema familiar. El señor Gutiérrez (D. Francisco) estaba casado con Dñª Tomé Bernardo. Lógico hubiera sido que antes de decir el testamento ambos estuvieran de acuerdo en que todos los gastos serían a cargo de ambos. Pero… Hete aquí que, veinte días después de la muerte del esposo, los albaceas preguntan a la esposa si seguía conforme en el compromiso y en caso de negarse la Capilla se haría a cargo de los bienes de él, retirándose los escudos de ella. Sorpresa, sorpresa…
Dñª Tomé lo puso ‘clarinete’: ‘No estoy conforme con que la Fundación creada por mi marido se pague con mis bienes. Si bien sí acepto la concesión del Comendador, mi marido, de poder ser enterrada en la misma capilla que él creó’. Según traducción libre del castellano antiguo. O así. De lo que se desprende que muy bien, muy bien no se debía llevar el matrimonio. Salvo mejor entender.
El Comendador falleció el 10 de noviembre de 1581, siendo enterrado (5) al día siguiente en su capilla. Acompañaron a su entierro miembros de cofradías, niños de la Doctrina, clérigos, frailes y… al ser la historia del recorrido del testamento mucho más larga, permítanme un ‘recorte’. Aquí lo dejo.
P.D. La referida capilla, única con cripta, ha sido restaurada con un coste de 230.000 euros. Año 2024. Todo ello con cargo a medios económicos de la Catedral.
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(1) Órgano encargado del funcionamiento de las Órdenes Militares, Alcántara, Santiago…
(2) En su testamento figuraban los nombres de los ocho esclavos, hombres y mujeres (o viceversa), que poseía y donde dejaba constancia de su libertad.
(3) Medina de Rioseco, año 1545. 15.000 maravedís cobro Roque Muñoz, por colocarlo.
(4) En la remodelación habida en la referida capilla no aparecieron los restos de D. Francisco. Deberían haber estado en una sepultura de granito, pero… ¡estaba vacía! (¿?).
