Las elecciones presidenciales que se celebran mañana en Ucrania pretenden llevar al fin la estabilidad a la exrepública soviética, tres meses después del derrocamiento de Viktor Yanukovich. Sin embargo, en estos momentos, el caos no puede ser mayor en el país y en el este, donde las tropas del Gobierno combaten a las fuerzas prorrusas, apenas será posible la votación.
La cúpula de Kiev no domina la situación y los separatistas controlan las grandes ciudades del este. Y en este contexto, es grande el peligro de que Ucrania, al borde de la bancarrota, pierda más territorios tras la controvertida anexión rusa de Crimea.
Según EEUU y la UE, los comicios deben ayudar a estabilizar la situación. El gran favorito en las urnas es el rico fabricante de chocolate Petro Poroshenko, de 48 años, a quien las encuestas auguran una considerable ventaja. La exprimera ministra Yulia Timoshenko le sigue con en torno al 10 por ciento de los apoyos, pero en vista de que se presentarán 21 candidatos, lo más probable es que se necesite una segunda vuelta para determinar al sucesor de Yanukovich.
«La persona que ocupe la Jefatura de Estado en sí no es tan importante, lo vital es la elección de un presidente legítimo», cree el politólogo Vladimir Fessenko. Desde mediados de febrero, el segundo país más grande de Europa (en superficie) carece de cúpula elegida democráticamente.
Las profundas cicatrices de los excesos violentos de entonces siguen latentes tres meses después. La plaza de la Independencia en el corazón de Kiev, Maidan, se ha convertido en un santuario para el en torno a un centenar de opositores fallecidos, con las barricadas de neumáticos llenas de flores y sus fotos. «¡Recuérdenlos!», pide un gran cartel en el enclave.
