PEDRAZA XIX
Cuando la presencia de turistas fue una realidad, Pedraza, la sorprendente y solitaria Pedraza, que tenía una taberna grande y una taberna chiquita, ésta en los soportales de la plaza, conoció la apertura de un horno de asar -ensalada, cordero, pan y vino por viandas únicas- y una Hostería, inaugurada con todo el ruido posible el 14 de octubre de 1967 por Manuel Fraga Iribarne, Ministro de Información y Turismo. Es la Hostería Pintor Zuloaga, en recuerdo del hombre con el que se inició el despegue. En ella y en los numerosos restaurantes con que cuenta la Villa se puede degustar un cordero asado sabroso a más no poder. O “muy sabrosísimo”, como les gusta decir a los lugareños.

PEDRAZA XX
Pedraza tuvo su historiador, Timoteo de Antonio, autor del libro Monografía de Pedraza de la Sierra, publicado en 1936. Y cuando el turismo empezó a demandar información tuvo su guía, y luego más libros. En 1968, la desaparecida Caja de Ahorros de Segovia costeó la impresión de una pequeña joya bibliográfica, Pedraza, ilustrada con 25 dibujos a línea de Juan Gregorio Lascano; 25 dibujos que recogen todos los aspectos de Pedraza, pero no personas. Cuando lo hojeo me viene a la mente este texto de Antonio Martín Casla: “Pedraza, una villa monumental. ¿Dormida? ¿Muerta? ¿Un sueño o un recuerdo del pasado? ¿Un milagro de silencio y de quietud en tiempo y en espacio o un ayer petrificado en el hoy?” Lo escribió en 1974. La recuperación tardaba en llegar.

PEDRAZA XXI
Entre las muchas ruinas que había en Pedraza se contaba el órgano de la iglesia de San Juan. Un musicólogo vinculado con la Villa, Alejandro Massó, y un organero francés, M. Chapelet, para costear su arreglo organizaron un concierto, Festival de Música 78, en la Plaza de Armas del castillo y con la población iluminada, dijeron los periódicos del momento, por 40.000 velas metidas en cacharritos de cristal para que el viento no apagara las llamas. Todo maravilloso. Todo fantástico. Todo apoteósico. Un éxito rotundo, del que fueron protagonistas los miles de personas que asistieron. Quince años después, la Fundación Villa de Pedraza retomó la idea con los Conciertos de las Velas que se celebran todos los veranos. Y con el mismo éxito.

PEDRAZA XXII
El 18 de octubre de 1987, la Plaza Mayor de Pedraza fue elegida para presentar un automóvil Opel Corsa diesel. Luego se presentarían otros más, el Pegaso Troner, por ejemplo, un Hyundai, un Toyota y, el 13 de diciembre de 1993, la excelsitud, con la vetusta plaza inundada por el glamour de casi dos docenas de Ferraris. Pedraza, la increíble y casi vacía Pedraza fue conociendo presentaciones de turrones La Casa, Nestlé, El Corte Inglés, Frenadol, Lotería de Navidad… Las cámaras se recreaban acentuando el contraste entre las viejas piedras, tan fotogénicas como las actrices de Hollywood, y los productos nuevos.

PEDRAZA XXIII
Y con todo ello, Pedraza, la increíble y magnífica Pedraza, fue dejando de encontrarse vacía, frecuentada por turistas que deseaban encontrarse con esa maravilla cada vez menos solitaria, porque días hay en que la plaza se ve tan abarrotada y llena como lo está en esta fotografía publicada por ABC. Una amiga que pasó los veranos de su niñez en Pedraza y que lee mis post, me escribe diciendo que Pedraza ya no es Pedraza. Es cierto. Tiene más brillo, más animación, más bullicio, más vida.

PEDRAZA XXIV
Y la vasta explanada existente entre el castillo y la iglesia de Santa María, en la que cuando comencé mis visitas, muchas veces sólo había un coche aparcado, el mío, se quedó pequeña para acoger a todos los que llegaban y hubo que ampliarla. Y siguió siendo pequeña. Y hubo que habilitar nuevos espacios e incluso un aparcamiento disuasorio fuera de los muros, para que estacionaran su automóvil quienes no pueden subir a la Villa porque se ha superado el aforo.

PEDRAZA XXV
Pedraza tuvo una olma grande que inspiró encendidos elogios a Noél Clarasó. Éste había oído algo de Trajano, “pero Pedraza tiene dentro de sus murallas algo que vale más que Trajano el enorme. Y ese algo es un árbol. Y ese árbol es como el castillo: rudo, inmenso, viejo e inmortal… Es tan viejo que asombra, tan fuerte, que pasma… Cuando Pedraza no exista, sin duda la olma seguirá tendiendo sus ramas sobre el vasto sepulcro. Hoy reina sobre la Villa, y el castillo, con sus viejas leyendas y fulgurantes historias no vale lo que ella vale”. Sucumbió. Las olmas supieron de risas de niños y de añoranzas de viejos. Esta, de los poemas que Luis Cernuda leyó un día a la chavalería pedrazana.

PEDRAZA XXVI
Pedraza suaviza con geranios la recia rejería de los balcones y ventanas de sus casas; con geranios de flores blancas, rosas, violadas y, sobre todo, rojas. No sé quién ni cuando tuvo un día la feliz ocurrencia de poner de cara a la calle un tiesto en el que enraizaba una de esas frágiles pero bellas y olorosas plantas. Pero acertó de lleno, pues con aquel acto creó una tendencia que fue seguida por muchos vecinos y hoy, casi todas las casonas de la Villa, blasonadas o no blasonadas, se adornan con los colores vivos de esas flores de geranio que tan bien contrastan con los ocres de los enfoscados y con los dorados pálidos de la piedra caliza con la que están construidas. Es como si se hubieran querido, aunque de modo inconsciente, dar a la Villa vetusta un nuevo aire, una nueva señal de identidad. La idea se desarrolló a partir de un concurso de embellecimiento de balcones organizado por el matrimonio Paco Muñoz y Sabine Derrullede.

PEDRAZA XXVII
Mercado de Pedraza. Óleo. Rafael Benito. El autor era huérfano, sordomudo y vivía con su abuela en La Velilla. Aprendió a pintar, se mostraba orgulloso de una caja de pinturas que le regaló Ignacio Zuloaga y tomaba como modelos a los habitantes de los contornos -a mi padre entre otros- y a sí mismo. El comienzo de la guerra le cogió en La Velilla, donde muchos le acosaban mostrándole el puño cerrado para decir que era rojo. Él negaba y levantaba el brazo con la mano derecha abierta, pero llegó a tener miedo y decidió pasar la sierra e irse a Madrid. Andando llegó a Arcones y tomó la ruta del puerto, hacia las Berrocosas. Un requeté alavés gritó: Alto o disparo. Rafael Benito era sordomudo y no oyó al centinela. Sonó un disparo y su cuerpo quedó sobre los fleos y festucas de la pradera serrana. Nadie, salvo yo, creo, se acordará de quien nos dejó su autorretrato en la figura del vendedor de cestos y cacharros.

PEDRAZA XXVIII
Podría seguir enviando a LA MIRADA muchas más imágenes sobre Pedraza, pero no quiero llegar a ser pesado y con ésta corto. Es una vista no muy frecuente de la Villa, edificada sobre una roca rodeada de enebros, cuyo oscuro verdor se ve roto por el pálido tono de las construcciones. Para hacer la fotografía elegí una mañana invernal, mañana dura, en la que el frío parece que vaya a poderse coger a puñados, tan intenso es y doloroso. Y el punto de vista, también poco usual, es un altozano en la carretera que lleva a Arcones y a la Sierra. Poco usual pero bueno para apreciar la hermosura de estas duras tierras, que también hacen ancha a Castilla.
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* Supernumerario de la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce.
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