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8 de marzo

Desde hace unos años, con buen criterio, la antigua jornada del “Día de la Mujer Trabajadora” se ha transformado en un más escueto “Día de la Mujer” evitanto, por una parte la redundancia y por otra la discriminación.

por Jesús Fco. Riaza (*)
9 de marzo de 2025
en Opinion
JESUS FRANCISCO RIAZA
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Desde hace unos años, con buen criterio, la antigua jornada del “Día de la Mujer Trabajadora” se ha transformado en un más escueto “Día de la Mujer” evitanto, por una parte la redundancia y por otra la discriminación. Porque si algo han sido siempre las mujeres es trabajadoras. Otra cosa es que socialmente no se las considerase como tales porque no recibían un salario. Pero bajo el tópico típico de “Profesión sus labores” se escondía todo un mundo de trabajo en el que era igual cocinera que sastre, mujer de la limpieza que refuerzo en el estudio, educadora y economista, compañera de juegos y paño de lágrimas, cuidadora de ancianos y puericultora. Si nos fijamos en lo que era la vida de la mujer en los pueblos, todavía podríamos añadirle otro buen grupo de profesiones como vaquera, pastora o segadora.

Mi madre era una madre de las de esa profesión de sus labores y nunca se nos ocurriría ni a mis hermanos ni a mí considerar que no trabajaba. De hecho era la última que se acostaba y la primera que se levantaba. Seguro que esa misma impresión tenéis muchos de los lectores. La omnipresencia y omnisciencia de la madre. Una máquina incombustible.

Lo cierto es que hay muchos motivos para hacer de esta jornada, una jornada reivindicativa. Leo en wikipedia que la ONU ha elaborado un catálogo de los agravios y desigualdades que sufren las mujeres hoy en muchos lugares del mundo. Por ejemplo que dos tercios de los analfabetos y pobres del mundo son mujeres; que se mantiene la escandalosa brecha salarial por la que por el mismo trabajo reciben menos remuneración y que el 94% de las personas víctimas de la trata para explotación sexual son mujeres. Y un dato que me deja anonadado: de media, cada 2 segundos, una niña es forzada a contraer matrimonio infantil. Y todo sin contar con esos países donde talibanes de cualquier clase condenan legalmente a las mujeres a una ignominiosa marginación.

Con este motivo, la plataforma “Iglesia por un Trabajo Decente” formado por distintas grupos de acción social de la Iglesia española, ha hecho público un comunicado que, partiendo de la necesidad de dignificar el trabajo, denuncia “la desigualdad, explotación y precariedad que afecta especialmente a las mujeres en el ámbito laboral”. Esta realidad es más sangrante en las mujeres que se ven forzadas a trabajar en la economía sumergida para sobrevivir o mantener a sus familias. Se da con frecuencia que la desesperación por conseguir un trabajo conlleva el que se transija con las condiciones impuestas por el contratante aunque sean no solo injustas sino tan abusivas que lindan con la explotación. La realidad de esas personas que se encuentran en un limbo legal, es aterradora.

En el comunicado, la Plataforma propone una serie de acciones concretas para combatir la plaga de la economía sumergida y de la explotación laboral y que van desde regularizar los empleos eliminando barreras administrativas hasta incrementar las inspecciones laborales, pasando por la legalización de migrantes, la formación para que puedan acceder con más garantías al mercado laboral y la promoción de políticas que hagan posible la conciliación de la vida laboral y la familiar.

Además hace un llamamiento a la comunidad cristiana para que “apoye a las trabajadoras que sufren vulneraciones de derechos laborales, escuchándolas, acompañándolas y denunciando injusticias” como expresión del compromiso evangélico con los más vulnerables.

Tal vez el lector se estará preguntando si estas desigualdades no nos hacen reflexionar a la comunidad cristiana sobre el papel de la mujer en la Iglesia. Y la verdad es que sí. Creo que está muy presente en el debate interno de la Iglesia y que, a pesar de la decepción que ha supuesto el Sínodo, se han dado pequeños pasos. Hace unos meses, sor Simona Branbilla fue nombrada prefecta del Dicasterio —que es como un Ministerio— para la Vida Consagrada. Y hace unos días se hizo público que sor Rafaella Petrini será la encargada de la Gobernación del Vaticano. En las diócesis, algunas mujeres son ya delegadas o directoras de secretariados. ¿Insuficiente? A todas luces, pero también relevante. Creo que iremos madurando puesto que los argumentos que se esgrimen para impedir la ordenación de las mujeres son bastante inconsistentes pero la tradición tiene un gran peso en nuestra Iglesia y cuesta cambiarla. Estoy convencido de que es algo que caerá como fruta madura con el paso del tiempo.

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