“…y, más que un hombre al uso
que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la
palabra, bueno.”
Antonio Machado
Con permiso del poeta y a a sabiendas de trastocar la rima, yo añadiría al último verso: “como Yeyo”. Quizás Machado también lo habría hecho de haberte conocido.
Querido amigo, cómo duelen las palabras que te escribo, ahora que sé que no podrás corregirlas.
¿Cómo voy a enfrentarme ahora sin ti a las teclas del ordenador, a sus combinaciones que me aparten del vicio del ratón, como tú me decías? ¿quién será el guía de mis dedos sobre el teclado? ¿no ves que me he quedado huérfana de tus consejos?
¿Qué hago con la pena de no haber podido acudir a nuestra cita en febrero, esa que se convirtió en la última, esa pena de no volver a verte?
“Sigue escribiendo, Teresita” me decías, “sigue escribiendo que yo te ayudo”. Y te obedecí. ¡Era tan fácil obedecerte, maestro! Porque siempre creíste en mí y eso me llevaba y aún me lleva la mano.
¡Cuántos abriles bajo la misma bandera tricolor! ¡Cuántos mayos puño en alto: “Arriba parias de la Tierra…”! ¡Cuántas noches de huelgas generales al pie del ordenador en el sindicato procesando datos! Y yo tan joven, y tú tan grande.
Estaremos en la calle, como siempre, para hacer justicia, para pedir paz, igualdad, sanidad, educación, cultura, pensiones dignas, casa y trabajo. Seguiremos tu legado. Pero habrá un vacío inmenso en ese lugar que ocupaban una boina y un pañuelo palestino, tu vacío. Un vacío inmenso, sí, que intentaremos llenar con tu recuerdo. Porque siempre tendremos memoria para no olvidar a un hombre bueno.
A YEYO, POR TODO.