Observando cómo está el mundo-facundo de inquieto, mire usted por donde lo mire, no sé yo si no sería mejor unirse a los osos y permanecer, cuando menos, cien días al año dormidos; ¡qué paz, qué tranquilidad, que reposo! Pero no, no va a caer esa breva por muy madura que esté. Da la impresión de que muchos de los que viven del chollo del aplauso para comer de la política, no saben aún dónde se encuentra el freno. Y los de ‘afuera’, los que no comen del aplauso, ya no saben distinguir entre vivir-mal o estar en un sin vivir.
Al hilo de lo descrito, sugiero realizar una encuesta poblacional entre osos para conocer la razón de su decisión invernal de ¡ahí os quedáis, majetes y que te aguante tu tía! No sería mal ‘premio’, que no, el poder retirarse a un lugar -si es que alguno queda- donde la política no pueda meter la mano ni encabronar (1) al personal que no esté al servicio.
Se continúa el relato con noticias de antes de ayer, en una selección de aconteceres que servirán para hibernar al que leyere durante un tiempo limitado. Es lo que hay.
Y de la vivienda ¿qué?
Retrocedan. Año 1920. ‘La Tierra de Segovia’, que dirigía el también médico Segundo Gila Sanz, publicaba un editorial del que extraemos algunos detalles:
‘Hoy puede asegurarse que no existe en Segovia ni una sola vivienda disponible… Por lo cual hay vecinos que pasan un verdadero calvario por no encontrar vivienda alguna desocupada… Tampoco hay habitaciones suficientes para todos los vecinos, y por esa circunstancia algunas familias se ven privadas de residir entre nosotros… Segovia siente la necesidad de intensificar la construcción de viviendas… Hasta ahora cualquier iniciativa se han quedado en simple proyecto…’.
Por haber transcurrido desde aquella ‘llamada’ más de cien años y todo (o casi) siga igual, me pido permiso ¡concedido! para incluir un pasaje de la Zarzuela ‘La del Soto del Parral’ que escribieron Fernández de Sevilla y Carreño con música de Soutullo y Vert; dirigida la ‘carta’ a quienes, ayer y hoy, obligándose a dar/buscar soluciones siguen ‘encab…’ al personal:
‘Siempre me dices lo mismo
tus palabras no quiero escuchar
porque saben decir muchas cosas
caprichosas, engañosas…’.
Al que se unió unos ‘meses’ después aquel bolero que cantaban ‘Los Panchos’:
‘Y así pasan los días…/
/y yo desesperado/
/y tú, tu contestando/
/quizás, quizás, quizás’.

Largo camino
La guerra/batalla del norte de África, año 1921, (España-Marruecos), conllevaba, como cualquier confrontación bélica, muertos y heridos. Siendo el mes de diciembre del referido año, llegaron a Segovia procedentes de Melilla, 56 soldados que tuvieron que soportar un viaje en tren infernal. De ese total 44 fueron ingresados y atendidos en el Hospital de la Misericordia y hasta el total en el Hospital Militar de José Zorrilla. Cuando llegaron a la estación de la ciudad fueron recogidos por cinco camiones militares y trasladados a los referidos centros.
Antes de marchar, la Fonda de la Estación había preparado un desayuno de caldo, leche y pastas, que fue acogido con grandes muestras de agradecimiento. Una gran mayoría de los enfermos lo eran por haber contraído fiebres palúdicas (2). Tras permanecer en el centro hospitalario el tiempo que los médicos consideraban, se les iba dando de alta con la finalidad de dejar camas libres. A su salida del hospital se les entregaban 10 pesetas a través del Patronato Segoviano de Enfermos, creado para ayudar a heridos de la guerra.
Por extensión, y entiéndase como anécdota, que siendo obispo de la diócesis y patrono del hospital Manuel de Castro, este visitó a los soldados heridos y enfermos a los que obsequió con una cajetilla de tabaco de 50 céntimos y una peseta. ¡Cómo hemos cambiado!
Prosigo. La atención que los hospitales segovianos proporcionaban a los ingresados llevó a decir al entonces jefe de la Sanidad Miliar: ‘es el lugar donde más alto grado se ha alcanzado en el acondicionamiento de los enfermos de la guerra’. Era director del hospital en aquel tiempo el doctor Leopoldo Moreno.
Cabe aquí dejar constancia del convenio firmado entre la autoridad militar de la ciudad y la dirección del Hospital de la Misericordia en el año 1807 que estuvo vigente hasta 1907. Una vez acondicionado el hospital militar, en el lugar que fue asentamiento del antiguo Convento de la Trinidad, la situación cambió.
La Capilla de San Geroteo
También les digo. El retablo de la referida capilla de la Catedral se hizo a ‘la costa’ económica, 190.000 reales, del obispo navarro, de Sesma, Juan José Martínez Escalzo. El mismo que consagró la ‘Dama de las Catedrales’ en el año 1768 y fallecido en 1774 fue enterrado en la referida. Su lápida se labró en Valsaín, lugar de donde fue transportada en un carro tirado por dos pares de bueyes. Era de piedra de Jaspe. Su coste fue de 3.000 reales.
La noticia quedó escrita en ‘Estudios Segovianos’, año 1957, contada por Eusebio Barahona.
Bailes
El propietario de la Posada del Norte, ubicada en los alrededores del Azoguejo, Pablo Calvo, con la finalidad de atraer a mayor número de clientes, todas las tardes ofrecía la posibilidad de bailar al son de dulzaina y tamboril en su local. El programa lo mantuvo muchos meses. No le fue nada mal y llenaba. Comenzó la ‘actividad’ en el año 1902 y para más concretar en el mes de enero.
Aquí, tras la fiesta, acaba la tranquilidad.
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(1) Encabronar. Palabra aguda de cuatro sílabas. Se acentúa en la última. También significa: enojar, enfadar… Existe la ‘obligación’ de conjugar su tiempo verbal, y si se llega hasta el final, cabe la posibilidad de ‘desencabronarse’. Sea como fuere y siempre que su pretensión le lleve a desintoxicarse, tendrá que acudir, sí o sí, al profesional correspondiente: siquiatra, sicólogo…
(2) Fue el médico británico Ronald Ross, que trabajaba en la India, quién probó en 1897 que la malaria era una enfermedad transmitida por mosquitos. De esa enfermedad falleció Carlos V en el Monasterio de Yuste en 1558.
