La próxima Cumbre de la OTAN, de 24 y 25 de junio en La Haya, va a ser con muy alta probabilidad casi una refundación. Ello, sin descartar en lo doméstico que para el presidente del Gobierno español constituya una encerrona trumpista en toda regla, con dedo índice incluido.
Que España no ha hecho los deberes otánicos en materia de defensa es notorio. Y parece que ahora debe hacer un sobreesfuerzo muy difícil de asumir y prácticamente imposible de absorber por la maquinaria de defensa en plazos de tiempo tan perentorios como los que se anuncian. Cumbre muy difícil para nuestro Gobierno.
Y para Europa. Sólo la posible amenaza de Trump de abandonar la OTAN, que no es descabellada ni mucho menos, acrecentaría el pánico en el Viejo Continente. Trump mira al Indo-Pacifico, y si necesita aliados es para esa región del globo donde podría tener que desarrollar una tarea «defensiva» de enorme enjundia. De ahí lo del 5% del PIB. Expondrá esto en La Haya, o antes, haciendo ver que la Organización Atlántica debe ayudarle en esta tarea, por mucho que sea fuera de zona -ya lo era Afganistán -; amenazando con romper la baraja en caso contrario.
Y Europa, con España, irá al Indo-Pacífico. Y nuestros espacios de soberanía no cubiertos por el Tratado de Washington seguirán expuestos. Y claro que no vendría nadie a ayudarnos. Para empezar, porque el Tratado no obliga de manera taxativa, y para seguir, porque la amenaza rusa seguirá durante décadas fijando las capacidades de Europa en el este. Si hay «refundación» de la OTAN, aprobando la actuación «fuera de zona» con carácter global, debe haber cambio en el articulado del Tratado incluyendo los espacios de soberanía que ahora quedan fuera. Tarea inexcusable para nuestro Gobierno.