¿Cómo nació, en la Segovia de 1985, aquella idea de poner en marcha un festival de títeres?
En el año 85 estábamos en plena transición, porque la transición fue muy larga, a veces aún dudo si la hemos terminado. En el año 85 esto era un desierto; no es que no hubiera actividad cultural, pero era muy pobre, al menos no se veía. En ese momento además se cerraron los cines y el invierno era muy largo.
En ese contexto, se me ocurre hacer el festival, celebrar la primavera con una nota de color y de alegría que da el teatro de títeres. Matábamos dos pájaros de un tiro, porque para mi se trataba, y se sigue tratando de ello, de promocionar y dar a conocer el teatro de títeres, difundir su verdadera naturaleza, su valor artístico, su valor cultural…, porque el teatro de títeres era despreciado por desconocido, como dice Machado, uno desprecia cuando ignora.
Después de 25 años hemos logrado asentarnos, que el teatro de títeres sea reconocido, valorado, lo hemos situado en el mapa teatral de España. Además la vida cultural en la ciudad, 27 años después es incomparable; desde hace ya muchos años, hay una gran efervescencia cultural. Titirimundi puso un granito de arena que fue un detonante.
¿Alguna vez, al dar esos primeros pasos pensaron que Titirimundi llegaría a ser lo que es ahora?
Sinceramente no lo pensé, ni me preocupaba lo más mínimo la duración que pudiera tener, lo importante era el día a día, el futuro nunca lo miré, ni lo miro mucho ahora. Miro los proyectos de futuro, pero como confío muy poco en ellos… Siempre que pueda hacerlo solo, confío en ellos, pero si tengo que depender de otras personas, de otras instituciones, confío menos, porque es imprevisible.
En el pasado no piensa mucho y sé que recordar el pasado tampoco es su fuerte, pero tengo que preguntarle por aquella primera edición, ¿cómo fue organizar aquello?, ¿con qué medios contaban?
[Risas] La verdad, recordándolo ahora, es casi de chiste. Estábamos literalmente debajo de una escalera; no habían cegado la parte de abajo y ahí teníamos una mesa, una máquina de escribir enorme, como un tanque, y dos o tres personas organizándolo todo. Lo que sí tuvimos fue un gran apoyo por parte de la Junta de Castilla y León, que fue quien patrocinó enteramente aquella primera edición, que fue regional y que fue muy importante; vino hasta el presidente de la Junta, que entonces era Demetrio Madrid, a inaugurarlo, lo que no hemos logrado años después lo logramos el primer año, y también el segundo.
Aquel primer año fue una locura, nos entregábamos tanto y éramos tan novatos que aquello nos pesaba muchísimo; dedicábamos las 24 horas del día exclusivamente a cuidar cada detalle, a que todo saliera bien…
Y salió relativamente bien…
Salió muy bien. Cuando terminabas el festival, las primeras ediciones, estábamos para que nos llevasen realmente a un hospital. Era muchísimo trabajo, una dedicación realmente tremenda.
Pasando a esta edición del festival, que comienza el próximo jueves, son 361 funciones programadas, unos treinta espectáculos diarios. Los tiempos que corren no son los mejores, pero han echado el resto en estas bodas de plata.
Hacemos un gran festival este año. Hemos tenido un apoyo excepcional, pese a la crisis; en un primer momento sí se habló de un recorte importante, pero es verdad que después, considerando la Capitalidad Cultural Europea y las 25 ediciones, hubo una aportación suplementaria, tanto por parte de la Junta como del Ayuntamiento. Una parte la hemos dedicado a una creación especial; había que traer una gran producción, pero seis meses antes era imposible, o bien hacerla, y se ha hecho una creación segoviana, con artistas segovianos, temas segovianos, gente como Moncho Alpuente, Cuco Pérez, Madrigal, y con el tema de la leyenda del Acueducto, que entra en el espíritu de la Capitalidad Europea.
Ya sé que tampoco le gusta hacer recomendaciones, que las compañías son como sus hijos y las quiere a todas por igual, pero siempre hay algunos espectáculos que destacan por sus propuestas…
La verdad es que me parece profundamente injusto; cada compañía tiene el mismo mérito, por eso este festival no tiene premios, porque no hay mayor injusticia que establecer unos premios en una actividad creativa.
Haciendo esa salvedad, habrá quien prefiera una manifestación popular tradicional, un Rod Burnett o un Salvatore Gatto, con una enorme calidad. Hay quien prefiere la vanguardia, la innovación, y les recomiendo Macarena recuerda, una creadora española que nos propone una manera de narrar y de contar diferente, diferente a todo lo que hemos visto hasta ahora; ella cuenta su vida, o ficticiamente su vida, utilizando las nuevas tecnologías, pero de una manera artesanal.
Para todos los públicos, y para los que les guste la música, cierra el festival en el teatro Juan Bravo un espectáculo extraordinario, “La flauta mágica”, con una compañía alemana, muy vanguardista, pero que mantiene la partitura original, con una orquesta de cámara, un cantante que hace todas las voces.
En la calle, “La leyenda del Acueducto”, esa producción segoviana, que espero que guste mucho. También en la calle Beau Geste, una relación entre una máquina excavadora y un bailarín, en el Azoguejo; el Teatro Necesario, los italianos; Los Zanimos, con sus verduras, o Delit de façade, delitos de fachada… Es que son tantos, que es que yo no pararía.
Apunto además que para El Espejo negro y Kakashi-Za se habían agotado las entradas y ante eso hemos duplicado función, el sábado y el domingo, y hay entradas para los dos espectáculos adicionales, que son dos de los más recomendables, para todos los públicos…