Una campaña más, los ganaderos españoles no cubrieron la cuota de producción que tenían asignada para el pasado ejercicio. Frente a un cupo de 6.080.000 toneladas, las entregas para la industria solamente ascendieron a 6.024.000, cifra que se queda aún mucho más lejos de las 6.300.000 que tenía disponible el Estado español.
Esta situación, según los empresarios agrarios, se podría repetir en la actual campaña ante la falta de rentabilidad de las explotaciones, con unos precios que no han despegado de una media de 0,31 euros por litro. Esto supone cuatro céntimos por debajo de las asignaciones percibidas por los ganaderos de otros países comunitarios desde donde se realiza el milagro de las exportaciones masivas a España a precios inferiores, por parte de las industrias y de la gran distribución.
El sistema de asignación de cuotas por naciones constituye un buen mecanismo para garantizar la producción de ese sector en un país miembro. Pero, como pone de manifiesto la sección láctea, en la mayor parte de los casos, el disponer simplemente de un tope de producción no es suficiente para obtener la misma, si no acompañan otras condiciones como la rentabilidad y unos precios adecuados en los mercados.
En el momento del ingreso de España en la UE, allá por 1986, Bruselas impuso una cuota de 4,6 millones para venta a las industrias frente una producción que, en aquel momento, rondaba los siete millones de toneladas. El objetivo de los grandes países productores era asignar una cuota baja al nuevo Estado miembro para cubrir con sus excedentes el resto de la demanda de leche y lácteos del mercado español.
Las consecuencias de aquel mal acuerdo se tradujeron en superaciones de los límites, ocultación de leche, fuertes penalizaciones de Bruselas al Estado por no controlar a los ganaderos y, como resultado final, cierre y abandono masivo de explotaciones para pasar de 120.000 a las 21.000 que hay en la actualidad.
Ahora, la situación es diferente. España tiene asignada la posibilidad de producir en esta campaña hasta más de 6,3 millones de toneladas. Y, sin embargo, año tras año, la producción se halla estabilizada en los seis millones frente a una demanda de leche y productos lácteos que se estima en 9,3 millones. Por razones diferentes, el país sigue siendo el vertedero de leche sobrante en el resto de los países comunitarios grandes productores como Alemania o Francia, pero también de otros vecinos como Portugal.
Además, en la situación del sector lácteo nacional confluyen varios problemas que afectan a toda la cadena por la que pasa el producto: desde su obtención hasta la comercialización. Comenzando por el final, para la leche es negativo que la misma se haya convertido en un reclamo barato para la cesta de la compra en el conjunto de la gran distribución. La marca blanca llega a suponer para algunos segmentos del producto hasta el 60% de todas las ventas. Esto ha forzado a las industrias a bajar los precios para mantener ventas, lo que ajusta sus márgenes de beneficios. Al final, el arrastre a la baja se traslada a la compra de la leche a los ganaderos. Mientras en otros países comunitarios los precios han ascendido hasta los 0,36 euros por litro, España se ha quedado como un islote donde se impone el poder de las empresas ante un producto con fecha de caducidad en el campo y donde no es posible una regulación de la oferta.
España sacó adelante la primavera pasada un Real Decreto sobre contratación en este sector pero el punto más importante (la capacidad para negociar desde una organización de productores contratos con precio incluido) no estará en vigor hasta que no se conozca la reglamentación comunitaria al respecto. Mientras tanto, siguen existiendo los contratillos voluntarios donde los precios los negocian entre el ganadero y la industria, en una política a la que se han sumado unas 7.000 de las 21.000 explotaciones de leche. Por tanto, la contratación sería hoy la principal asignatura pendiente del sector para lograr unos precios rentables que aseguren la viabilidad de las explotaciones y la posibilidad de cubrir la cuota asignada.
Hasta que no se solvente el problema de la rentabilidad de las explotaciones ganaderas, a pesar de la profunda reestructuración del pasado, las importaciones de leche y productos lácteos van a seguir marcando la tónica del sector en España aunque, sobre el papel, los precios en otros países siguen siendo superiores a los pagados a los ganaderos nacionales.
En la actualidad, España importa más de 3,5 millones de litros de leche del resto de los países comunitarios, más del 35% de la demanda. De ese volumen, 2,1 millones de toneladas llegan al territorio nacional en queso, sobre todo, desde Alemania, Holanda y Francia a unos bajos precios. Otras 400.000 toneladas acaban en el mercado del país como leche a granel para las industrias y 10.000 toneladas de envasada. Finalmente, se maneja un volumen de otras 150.000 toneladas en polvo que, con la ley en la mano, no se puede utilizar para su reconstitución en leche líquida..
