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Señales vencen virtudes

por Pablo de Zavala Saro *
1 de marzo de 2025
en Tribuna
PABLO ZAVALA
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El italiano Andrea Ricci acaba de publicar ‘La era de la revancha’ en el que intenta explicar algunos de los desafíos a los que se enfrenta la democracia liberal por el empuje de las potencias autoritarias, por un lado, y por países en los que se exacerba el nacionalismo populista, por otro. Ambas corrientes impugnan el orden establecido desde 1945 y nos llevan a un camino desconocido que nos recuerda -se ha dicho- a las tensiones previas a la segunda guerra mundial.

Tras aquel desastre, las potencias ganadoras y países socialmente más avanzados del mundo impusieron un sistema basado en valores como la democracia liberal, el respeto a los derechos humanos, el estado del bienestar, el principio de soberanía e integridad territorial de los países. Valores que hasta hace poco han sido motivo de imitación por todas las naciones que abandonaban satrapías en búsqueda de un modelo de estabilidad y éxito. Ahora, algunos movimientos mundiales, olvidan por qué se llegó a ese modelo de gobierno.

En España, uno de los ejes sobre los que será recordado el actual presidente del Gobierno, es su afán por recordar – ‘memoria’ lo llaman- aquello que no quiere que se olvide, aderezado con unas gotas de “relato” que le permita justificar un discurso que le venga bien para mantener prietas las filas en caso de disolución de las Cortes y la consiguiente campaña electoral cuyo coste es dividir a los españoles. No olviden que, desde el punto de vista totalitario, la historia es algo que se crea y no algo que se estudia.

Esta espiral de polarización (‘palabra del año’ 2024) pretende basarse en un olvido selectivo, tanto a nivel global, como nacional de lo que realmente nos hizo ser como somos. La Transición (esa acta de paz), y la democracia traída por D. Juan Carlos I, dejó caer en el olvido las querellas, pero nunca los desastres a los que las mismas nos pueden llevar. Si Ortega decía que “toda realidad que se ignora prepara su venganza”, no podemos olvidar que lo que llevó al mundo al desastre en 1939 fue el nacionalismo exacerbado y la exclusión de una parte de la sociedad en la dirección de las naciones.

Nuestra Transición fue posible gracias a que todos sus protagonistas tenían muy presente que “nunca jamás” podría repetirse el desastre de la Guerra Civil, al igual que los padres fundadores de lo que conocemos como la Unión Europea (Monnet, Shumann y Spaak entre otros) , espantados por los desastres de la guerra crearon mecanismos de colaboración como la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, embrión de lo que sería la Comunidad Económica Europea. En palabras de Borges, “no nos une el amor, sino el espanto”.

Ya tenemos, por tanto, cierta perspectiva para empezar a analizar los efectos de los olvidos selectivos -no solamente a los denominados de ‘memoria histórica’- sino también de los usos y costumbres políticos que nos dimos al aprobar la Constitución de 1978: rotura del pacto constitucional, choque institucional múltiple, una quiebra lenta y silenciosa del Estado de Derecho, la práctica de la doctrina del uso alternativo del derecho, el poder populista enfrentado al poder judicial, pérdida de la centralidad, una polarización binaria o una renuncia a una vocación mayoritaria que hace que nos gobiernen minorías que no superan el 2% en intención de voto. En palabras de Félix Ovejero, “una deriva reaccionaria de la izquierda” que se resume en frases tan poco afortunadas como “no es no”, “de quién depende la fiscalía”, “somos más” o, “con o sin el apoyo del legislativo”. Y es que nos enfrentamos a la década más improductiva de la democracia, porque como recuerda recurrentemente Ignacio Varela en España no hay reforma posible sin mecanismos de concertación.

Asimismo, los índices internacionales de calidad democrática más conocidos, como los de The Economist, V-Dem, Freedom House, The Rule of Law Index e IDEA vienen advirtiendo de una degradación en España desde 2018. De estos cinco institutos, uno mejora la situación de España, otro lo mantiene estable y tres claramente por debajo de años precedentes debido -entre otras cosas- al desmontaje de los elementos de control al Gobierno y la corrupción. Según el Democracy Index 2024 que esta semana ha publicado The Economist, España sigue siendo una democracia plena, pero el porcentaje de ciudadanos insatisfechos con la misma ha pasado del 49% en 2017 al 64%. Pero es que además según el índice de Transparency International el Índice de Percepción de la Corrupción 2024, España baja cuatro puntos y diez puestos con respecto al índice del año precedente. De igual manera, según Impulso Ciudadano el Gobierno intenta amordazar a la prensa y señala directamente a magistrados que investigan la corrupción vinculada con altos cargos socialistas o con familiares del presidente del Gobierno. Asimismo, esta asociación denuncia la dificultad en conocer a qué medios se da la publicidad institucional, haciendo caso omiso de las normas del portal de Transparencia.

Tanta ‘memoria’ puede tener el resultado inverso al esperado, especialmente cuando el truco se repite una y otra vez: El realizador de cine Sam Pekimpah (epítome de la violencia explícita en el cine a través de películas como Grupo Salvaje) pretendía “generar en el espectador un efecto de catarsis en un intento de purificar la sociedad a través de la piedad y el temor”, creía que al enfrentarnos a la violencia extrema podíamos exorcizarla en nuestras vidas. Al cabo de un tiempo declaró afligido y descorazonado que “estaba equivocado porque la violencia no hace ningún bien” sino que genera más violencia.

En el plano internacional, somos testigos de cómo otro olvido (Múnich, 1938 y los valores que ¿compartíamos? con Estados Unidos) puede llevarnos al cierre en falso de una crisis con diversas y funestas consecuencias.

Contaba el tratadista de pintura y pintor Antonio Palomino, que el maestro Francisco Ricci había alabado a su discípulo Claudio Coello delante de un religioso que le respondió que el semblante del muchacho no revelaba gran ingenio, a lo que Richi contestó: «Pues padre, virtudes vencen señales». Tal y como están las cosas, parece que las señales vencen a las virtudes.

—
* Es director de Fundación Transición Española.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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