Quince años después Segovia volverá a acoger un partido de la Selección Española de Fútbol Sala. Lejos queda la victoria frente a Portugal. El combinado luso, años más tarde, nos adelantaría por derecha e izquierda y se haría merecedor con toda justicia de primera potencia continental. La cita será el martes 11 de marzo y La Catedral volverá a vestir sus mejores galas para acoger a La Roja, la de las dos estrellas en el pecho que, comandada por Jesús Velasco, busca de nuevo devolver a España al primer plano mundial y quizá algo más importante: la ilusión entre los seguidores que nunca debió perderse.
Segovia lleva demasiado tiempo huérfana de este tipo de eventos, errante en el desierto del fútbol sala de élite y pagando una inmerecida condena por aquellos primeros polvos y luego lodos que desembocaron en arenas movedizas donde desapareció una generación entera, privada de poder disfrutar del espectacular ambiente las tardes de sábado en el Perico.
Pecaría de optimismo desmesurado, casi utópico, si creyera que este partido será un punto de inflexión para el resurgir del sala en Segovia. Me conformo con que mi ciudad esté a la altura de una Selección que se ganó a pulso su prestigio y está en las mejores manos para optar de nuevo a pelear por grandes gestas.
Ojalá La Catedral vuelva a latir y Segovia pueda pronto volver a presumir de presencia histórica en el camino que iniciaron y no se les ha reconocido en su justa medida a David Soto: porterazo de primer nivel, Luis Martín: magia en el área y goleador de profesión y Jose Luis Guijarro: Delegado en aquella fantástica selección que ganó un Mundial.
Con ese camino abierto, el resto lo tuvimos un poco más sencillo.
