“Nos vemos en el infierno, un buen lugar para conocernos, el mejor sitio para reparar motores y curar las heridas como buenos perdedores…”.
“Qué pasa pollo”, “pon cuatro zapatillas y dos zapatos”, “Qué mala tos, de esos no quedan ni dos” o “Me hacéis gracia, milord”. Eran frases típicas y la respuesta que podías recibir en los momentos de ‘cañas’.
No consigo recordar el momento en el que aparecí allí, pero gracias a él terminé de enamorarme de ese deporte. Allí no había entrenamientos, ejercicios o trabajos específicos, solamente: jugar partidos, se hacían equipos y a jugar en todo el campo. Sus tiempos muertos eran: “tú aquí, tú allí, os la pasáis y metéis canasta”. Solamente con la mirada, o si te señalaba con su larga uña del dedo meñique, sabías si la habías cagado.
Generoso en todo lo que tenía, dedicó su tiempo a que grupos de chavales entrenaran en un pabellón, jugaran partidos los fines de semana y a enseñarles una serie de valores. Todo por su cuenta y a sus espaldas, sin querer aportaciones ni patrocinios que hicieran perder su esencia.
Nunca quiso reconocimientos y en los que tuvo no se presentó a recogerlos, pero espero que hayamos podido hacerle llegar nuestro agradecimiento sincero, porque gracias a él muchas generaciones jugamos al baloncesto a coste 0 y aprendimos como ser grandes personas.
Sólo me queda elogiar al grupo de ‘pollos’ que ha estado cuidándole estos últimos años. Gracias y descansa en paz: JPM (Juan Pascual Manzano)
Nunca olviden ….
Semper Fidelis.
