Cualquier tiempo pasado fue ¿mejor, peor, diferente…? Cada cual cuenta la vida según le va en ella ¿Habrá, quizá, nostalgia escondida tras cualquiera de las definiciones? Muy posiblemente. Puede que se añore aquello que no se pudo disfrutar y, perdido en el tiempo, se convierta en nostalgia. Y siempre habrá en el otro extremo quien quiera olvidar el pasado que lleva como lastre atado a los pies.
Se añora lo que se ha perdido, aquello de lo que no se puede disfrutar. Es lógico que diga esta evocación nostálgica de tiempos anteriores quien ha cumplido ya años y, junto con la perdida juventud, echa de menos otras circunstancias, otras costumbres que considera preferibles a las presentes.
Al respecto ‘propongo’ al lector un apunte ‘nostálgico’ que nos dejó el gran Carlos Gardel en su ‘Cuesta abajo’, con música de Alfredo Le Pera, a propósito de lo que vivió ayer y recuerda hoy:
‘Ahora, cuesta abajo en mi rodada,
las ilusiones pasadas
ya no las puedo arrancar.
Sueño con el pasado que añoro,
el tiempo viejo que lloro y
que nunca volverá’
¿Tristeza? ¿Añoranza? No. Simplemente recuerdo y póngale el epíteto que corresponda, si necesario fuere. Ahora, ahora hay que ir, lo canta Melendi, ‘caminando por la vida, sin pausa pero sin prisa’… lo que describo en breve a los efectos de evitar cansancios innecesarios a quien leyere hasta el final. Sepan:
Cárcel. Ocho años habían trascurrido del siglo XX. Navidad. En la cárcel de la ciudad, puerta con puerta, escalinata de por medio, a la iglesia de San Martín, había censados 40 reclusos. Entre ellos había uno nacido en Castrojimeno, al que días antes lo había indultado el Consejo de Ministros de la pena de muerte a la que había sido condenado como autor confeso de un doble asesinato cometido el 8 de febrero de 1907. El buen trabajo del abogado Francisco José de Cáceres consiguió que se la conmutaran por cadena perpetua. Por esa causa y razón el referido preso pudo asistir a la cena de Nochebuena junto con el total de los compañeros de ‘habitación’ en la que estuvieron presentes, que no cenando, el alcalde, el referido abogado y otras autoridades.
¿Milagro? Día anterior al de la Nochebuena del mismo año. Primera hora de la tarde. Un coche, tirado por dos caballos propiedad del alcalde de la ciudad, Sr. Rodríguez Fraile, cómodamente sentado, pasea por la calle Real. De pronto, los caballos comienzan un galope imprevisto. No hubo forma de pararlos. El alcalde se lanzó desde su asiento a montar uno de los caballos. No lo logró, cayendo al suelo del que pudo levantarse con ‘sólo’ una luxación de clavícula.
Incendios. Clara muestra de que en las construcciones, siglo XIX, se empleaba fundamentalmente madera es el informe que hizo público la aseguradora ‘La Unión y el Fénix Español’, a través de su subdirector en Segovia, Francisco Santiuste, concejal en el Ayuntamiento. De su información se supo que por concepto de siniestros de incendios se habían abonado 10.705.046 pesetas. Año de referencia 1887 ¡Tela!
Venta de armas. Las armas de fuego eran de libre adquisición en España. También, pura lógica, en Segovia. Su comercio en la ciudad estaba instalado en c/ San Juan 3. Era su concesionario un redactor de un semanario local. Como ejemplo, un revólver marca Imerwin, fabricado por Hulbert y Cia, con cachas de goma, año 1888, costaba 40 duros (200 pesetas); con cachas de madera, 37,50. Se vendían a particulares, militares, guardas forestales… a las personas de confianza del vendedor éste daba la posibilidad de pagar a plazos (dos duros mensuales), lo mismo que a los alumnos de Artillería.
La gallina. Roban un ejemplar en la calle de La Plata y se denuncia. El alcalde de barrio de Santa Eulalia y dos guardias del Ayuntamiento acuden, por sospechas, a la casa de una vecina de la referida calle. Tuvieron buen ‘olfato’. En la casa visitada encontraron la gallina, ya muerta y desplumada… que llevaba entre sus vestidos la vecina ‘sospechosa’. La denuncia se resolvió en dos horas. En la ciudad de Segovia a 13 de marzo de 1888.
Cambio ‘estructural’. ¿Sabían que en la Plaza Mayor nº 4, finales del XIX, abrió sus puertas un comercio al que rotularon con el nombre de ‘La Concepción’? Pues, sepan también que vendía libros y objetos religiosos. Lo que viene a demostrar que cualquier tiempo pasado… fue diferente a la realidad de hoy. Era alcalde de la ciudad Francisco Pérez Castrobeza.
Cazando caracoles. Sucedió en Fuentidueña. Dos jóvenes utilizan la nocturnidad para acceder a una huerta con el propósito de coger caracoles. Cuando estaban en plena actividad son sorprendidos por familiares del dueño de la finca. Estos piden explicaciones y como contestación son obsequiados con disparos de armas de fuego por parte de los intrusos que, de forma inmediata, se dan a la fuga. La Guardia Civil, eficaz siempre, les encuentra, detiene y requisa un revólver y una pistola de dos cañones… fue la primera vez, que se sepa, que para coger caracoles eran necesarios los descritos ‘utensilios’.
El Casino y el piano. Año 1909. La Junta directiva del Casino de la Unión, ubicado en Juan Bravo 20, oferta puesto de trabajo: ‘Se precisa profesor de piano que diariamente ejecute música en los salones de la entidad recreativa’. Y desde entonces y hasta que un desastroso incendio se llevó por delante casi todo, hubo música con lleno cada tarde. Era presidente del Casino el periodista Feliciano de Burgos. ‘Ya todo aquello pasó…’, con ritmo de bolero.

‘Nueva’ gasolinera. La foto que se adjunta, seguro, no deja dudas. Está tomada en junio de 1955, al lado del Acueducto en el inicio de lo que hoy es Vía Roma. No parece posible, pero lo era. Vehículos había pocos entonces en la ciudad; la gasolina no se gastaba, por razones obvias, como la ‘alegría’ de ahora.
Es, sin nostalgia alguna, lo que nos dejó el ayer.
