Han pasado sesenta años, y, los alumnos de la antigua Normal de Magisterio de la plaza de Conde Cheste, recordamos con ilusión las vivencias en la Residencia de Estudiantes que se abrió el curso 1965.
Se hallaba ubicada esta residencia en la planta superior del Palacio de Quintanar, sede de la entonces Escuela de Magisterio.
El citado 1965, fuimos cuarenta los residentes que iniciamos la andadura de esta institución, cuya fundación se debió al entonces director y profesor de Lengua y Literatura, D. Antonio Gómez Galán, persona muy culta y entregada, que no escatimaba ni horas ni festivos de dedicación a la docencia y que puso todo su esfuerzo y entusiasmo en crear la residencia. En aquellos tiempos en que las familias de los pueblos vivían muy “ajustadas” en cuanto a economía se refiere, se logró que la mensualidad (no recuerdo en este momento el coste) fuera asequible. Fácilmente con el importe de una beca de entonces, de la que muchos éramos beneficiarios, era suficiente.
Era, aquella nuestra casa, algo más que un edificio que nos albergaba; quiso don Antonio, y en cierto modo lo logró, desterrar el semblante de internado y darle un aire a la famosa Residencia de Estudiantes de Madrid, donde convivieron personajes de la talla de Dalí, Lorca, Buñuel…
Fue el ambiente de esta institución algo que impactó en el espíritu de los que tuvimos la suerte de habitarla. Algunos venían de los duros, en aquellos años, internados de Maristas, Misioneros, Seminario…, otros de pensiones de la capital y el resto de pueblos de la provincia. Al llegar ahí y ser tratados con el respeto, la consideración, el cariño y respirar ese aire de convivencia y libertad, hizo que sintiéramos la autoestima tan importante en esa fase de nuestra vida; recuerdo cómo el resto de alumnos de Magisterio nos consideraban a los residentes como los “niños mimados”
Ahí encontramos la libertad que en otros centros nos habían negado; desde el primer momento fuimos tratados como adultos y supimos, a esa edad, formarnos y convivir con la responsabilidad que suponía el ejercicio en esa época de nuestra vida.
Vienen a mi mente ahora recuerdos de aquellos primeros meses de 1965; al principio no hubo calefacción, por la premura de abrir, aunque pronto se instaló y el ambiente fue confortable. El segundo año de funcionamiento se amplió el número de habitaciones y ya fuimos unos sesenta los que allí vivíamos.
Aunque habitaciones y demás dependencias ocupaban la planta superior, el comedor ocupaba una amplia dependencia de la planta baja, cercana a las aulas; aquí llegamos a convivir los residentes con varios profesores que, procedentes de Madrid, utilizaban este servicio. Don Asterio Llorente fue la persona encargada y responsable del funcionamiento de la residencia, al menos durante los dos primeros años, resaltando al respecto su buen hacer, su trato cercano y exquisito y esa categoría humana que hacía de él un residente más.
Cuando ya todo funcionaba, el segundo año, don Antonio Gómez Galán fue trasladado a Madrid, tomando el timón de la Normal, y, por ende, el de la residencia Valentina Arias, (Tina), profesora de Física y Química muy apreciada por todos y que, igualmente, siguió volcándose con la residencia. Cómo recuerdo tantas noches que se quedaba a cenar y después dos residentes la acompañábamos a su casa, cerca de la catedral, y, al pasar por la entonces cafetería Lago nos invitaba a un café y frecuentemente nos regalaba un paquete de cigarrillos, entonces, que el fumar no estaba mal visto.
Toda una vida de estudiantes cifrada en esa excelente convivencia que, tras muchos años, cuando nos vemos o hablamos los que allí estuvimos, volviendo a esos tiempos, sentimos nostalgia de esas vivencias, recordando tantas cosas… aquellas carreras por la calle del seminario , tras la película del cine Cervantes para llegar a la cena, las fiestas de Santo Tomás, los coloquios, las fiestas de vacaciones de Navidad, …y , cómo no , esas noches largas de estudio de final de curso con aquellas grandes jarras de café que gentilmente nos subía Goyita, supervisora del servicio de cocina.
En fin, una forma de vivir muy distinta a la actual, unos planes de estudio distintos y…una Segovia también distinta , pero como siempre acogedora y que nos hizo vivir, y, ahora recordamos con nostalgia unos de los años más bellos de nuestra vida.
