Hace ya unos cuantos años, en 1998, mi buen amigo Carlos Merino y yo publicamos en El Adelantado de Segovia un reportaje titulado “La perdida vaquilla de Carnaval”, donde intentábamos descubrir si esta tradición de origen medieval continuaba vigente. Después de haber recorrido un buen tramo de la N-110, parando el coche en cada pueblo para preguntar a algún lugareño si allí había ‘vaquilla de Carnaval’, llegamos a la conclusión de que, salvo en contadas localidades, el rito estaba en fase de agonía. De esa negativa percepción deriva la palabra “perdida” que aparece en el titular. Por fortuna, un cuarto de siglo después, los augurios no solamente no se han cumplido sino que las ‘vaquillas de Carnaval’ viven una etapa de revitalización, tanto en Segovia como en todas las provincias del centro de España.
Pero vayamos por partes, sin prisa. Nuestros primeros trabajos de campo sobre la ‘vaquilla de Carnaval’ –entendida como un armazón de madera que da cobijo a un joven, y en cuyo extremo delantero se ponen los cuernos de un toro- confirmaron que la práctica de simular un simpático festejo taurino con tal protagonista era conocida en al menos media docena de pueblos segovianos.
En Navafría se decía que, antiguamente, “el Martes de Carnaval salían varias vaquillas, intentando dar un revolcón a todo el que se pusiera por delante, especialmente a los mozos que se embutían en monos rellenos de hierba y paja. Todo el pueblo se reunía en la Plaza del Mayo para ver una singular corrida, en la que las vaquillas iban cubiertas con papeles y hermosos pañuelos. La concurrencia esperaba al final de la lidia, cuando moría el animal, para beber la sangre de la vaquilla, que no era otra cosa que vino encerrado en un pellejo”. Testimonios relativamente similares se recogieron en Gallegos, Matabuena, Casla o Santo Tomé del Puerto. También en Prádena existía ‘vaquilla de Carnaval’, si bien en este caso el rito iba unido a otro propio del Carnaval, el de la ‘carrera de pucheros” –posiblemente una reminiscencia de las antiguas ‘carreras de gallos’-.
Pero, entre todas las ‘vaquillas’ localizadas sobresalía una, la de Arcones. La tarde del Domingo Gordo, las ‘vaquillas’, profusamente decoradas, se presentaban en la plaza del pueblo. A continuación aparecían los “tripudos”, embutidos en enormes sacos viejos rellenos de paja. Daba entonces comienzo “la corrida”, en la que las ‘vaquillas’ embestían a los ‘tripudos’, que caían pesadamente al suelo y necesitaban ayuda para levantarse. Mientras todo esto ocurría, un carro tirado por un burro daba vueltas a la plaza, y sus ocupantes repartían caramelos, aunque ¡ay!, también tiraban paja, pan duro y harina a la concurrencia. Un grupo de mujeres, divertidas, entonaban canciones de Carnaval. La representación concluía cuando un hombre salía a un balcón y pegaba dos tiros al aire, símbolo de la muerte de la ‘vaquilla’. Significativamente, después del rito se pasaba a beber vino, “que es la sangre de la res muerta”.
Reconozco que la primera vez que vi el Carnaval de Arcones me quedé estupefacto. La escena parecía recién sacada del libro ‘El Carnaval’, de Julio Caro Baroja. Pero lo más sorprendente era que nadie –entre las personas que entrevisté- fuera consciente de su antigüedad o significado. Se desarrollaba una liturgia precisa “por tradición” y, a lo visto, con muy escasas variaciones desde tiempos inmemoriales. El rito estaba incontaminado (o escasamente), y eso constituía en sí una rareza etnográfica digna de estudio. Así las cosas, Arcones presentaba el que, mi juicio, era el Carnaval segoviano que mejor conservaba su espíritu primigenio, el más auténtico. Por si fuera poco, este Carnaval atesoraba otra gran virtud: la implicación de los vecinos. A diferencia de otros pueblos donde es palpable la desafección de los jóvenes hacia las viejas tradiciones, en Arcones se sentían orgullosos de ellas. La progresiva aparición del Carnaval de Arcones en los medios de comunicación provinciales no hizo sino incrementar su consideración entre el vecindario como una seña de identidad del pueblo.
Dejando Arcones aparte, se continuaron encontrando noticias de otras ‘vaquillas de Carnaval’, en pueblos como La Rades de Pedraza, La Velilla, Aldealengua de Pedraza o Torre Val de San Pedro. O incluso en localidades alejadas de la Sierra de Guadarrama, como es el caso de Sepúlveda o Fuenterrebollo, donde la ‘vaquilla de Carnaval’ ofrece un ritual completamente distinto a los lugares antedichos. Fuera de la provincia, fuimos buscando otras ‘vaquillas de Carnaval’ similares, una labor plácida y no dificultosa, pues aparecían nada más cruzar la Sierra de Guadarrama, como en Los Molinos (Madrid), donde la fiesta era amenizada por el recientemente fallecido dulzainero segoviano Gregorio García Moreno, “el de La Matilla”.
Los historiadores fueron contribuyendo al conocimiento de las ‘vaquillas’ al hallar diversos documentos. A las ya lejanas citas de Antonio Linage Conde sobre ‘vaquillas’ en las procesiones del Corpus Christi de Sepúlveda del siglo XVII, se unieron los descubrimientos de Fuencisla Álvarez en San Pedro de Gaíllos, donde encontró más ‘vaquillas’ en el siglo XVII, igualmente en la festividad de Corpus.
Poco a poco, las investigaciones iban avanzando. En el verano de 2020 llegaría otra sorpresa. En una visita a Grado del Pico (Ayllón), una de sus vecinas, María Jesús Robledo, nos mostró una vieja estructura de ‘vaquilla’. El descubrimiento confirmaba que el rito se celebró antaño en toda la serranía segoviana, desde El Espinar hasta Ayllón, a lo largo de más de cien kilómetros
Un año clave para las ‘vaquillas’ fue 2022. El 29 de septiembre, el Carnaval de Arcones fue declarado como ‘Manifestación Tradicional de Interés Cultural Provincial’ por parte del pleno de la Diputación de Segovia. Tal declaración supuso un reconocimiento a los vecinos de Arcones, que son quienes realmente han mantenido, siglo tras siglo, esta tradición de origen medieval. Pero además marcó un punto de inflexión en la consideración provincial de la ‘vaquilla de Carnaval’, entendida como personaje más significativo del Carnaval rural segoviano. Las ‘vaquillas’ se pusieron, de la noche a la mañana, de moda. Se divulgó la fiesta entre quienes no la conocían y, como consecuencia, se impulsó la revalorización del rito en aquellos pueblos que lo celebraron antiguamente y prácticamente lo habían perdido. La publicación de un libro sobre el Carnaval de Arcones (‘Ritual, tiempo y memoria’, del que son autores Luis Díaz Viana y Esther Maganto Hurtado) apuntaló ese florecimiento de las ‘vaquillas’.
En este ambiente tan favorable no es extraño que, en verano de 2023, surgiera una iniciativa, denominada simbólicamente “Despertar Vaquillas”, que pretendía conseguir información y revitalizar la fiesta allá donde tenía raíces. Ese foro, cuyo primer encuentro tuvo lugar en Arcones, fue el anticipo del I Encuentro de Vaquillas, celebrado también en Arcones en el Carnaval de 2024. Y ahí ya se planteó solicitar a la Diputación de Segovia su Patio de Columnas para una exposición de ‘vaquillas de Carnaval’, en febrero de 2025.
Paralelamente, varios trabajos etnográficos en curso están permitiendo que el listado de localidades donde hubo ‘vaquillas de Carnaval’ incremente de forma notable. Aparecen ahora pueblos como Siguero, Santa Marta del Cerro, Marugán, Duruelo, Zarzuela del Pinar, Boceguillas, Anaya, Duratón, Aldeasoña, Castrojimeno, Olombrada, Arroyo de Cuéllar o Turégano.
Hay un goteo constante de pueblos que se suman al mapa de ‘vaquillas de Carnaval’. Languilla, Valvieja (Ayllón)… La pasada semana, el investigador Antonio Arcadio García daba a conocer la ‘vaquilla’ de Etreros, según información recogida a Valentina Aguado, quien conoció la fiesta en su niñez, a finales de los años 40. “La vaquilla, que era llevada por los mozos, tenía una cabeza de cartón, simulando la del animal, y unos palos atrás, a modo de armazón. Y se cubría con unos ropajes negros”. El mismo recopilador también descubría otra ‘vaquilla’, a muchísimos kilómetros de Etreros, en Cuevas de Provanco.
Todo apunta a que, a medida que se lleven a cabo más encuestas etnográficas, aparecerán más citas de ‘vaquillas de Carnaval’. Si se busca, se halla. Y se demostrará que el rito no estaba ceñido a la sierra segoviana, sino que su área distribución fue mucho más amplia. Con las ‘vaquillas de Carnaval’ ha pasado algo similar a lo que ocurrió con el águila imperial ibérica, una especie que cuando estuvo en peligro de extinción encontró un reducto salvador en la Sierra de Guadarrama, pero que después fue colonizando el terreno perdido, expandiéndose por toda la provincia. Los proyectos para recuperar las ‘vaquillas de Carnaval’ en pueblos como Caballar, Orejana o Torre Val de San Pedro demuestran esta tesis.
En esta tesitura, estos días (del 7 al 24 de febrero) se celebra una exposición de ‘vaquillas de Carnaval’ segovianas en el Patio de Columnas de la Diputación, donde se muestra una colección de 14 piezas, muy diversas en cuanto a tipología, procedentes de otros tantos pueblos de la provincia. Ojalá esta exposición sea el punto de arranque de nuevas iniciativas, similares a las que ya se están desarrollando en provincias vecinas, como Ávila o Madrid. Las fiestas de Segovia no son las mejores del mundo, pero son las nuestras; y es por tanto a nosotros a quien nos corresponde su estudio y conservación.
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Guillermo Herrero: Miembro del consejo asesor del Instituto de la Cultura Tradicional ‘Manuel González Herrero’, y del colectivo ‘Despertar vaquillas’.
