Manos Unidas nació hace más de sesenta años para ayudar a combatir el hambre que asolaba fundamentalmente África. El origen está en un grupo de mujeres de la Acción Católica que comenzó de forma muy sencilla a recoger dinero al estilo de cómo eran las campañas de la época. Aquellas mujeres respondían al llamamiento que había hecho la Acción Católica Internacional denunciando el “hambre de pan, de cultura y de Dios que padece gran parte de la humanidad”.
Durante muchos años la campaña se llamó así, Campaña contra el Hambre, y para recaudar fondos se organizaron ayunos, colectas y vigilias de oración.
Cuando en 1967 se desató la crisis de Biafra, las imágenes de los niños muriendo de hambre se colaron en todas las casas gracias a la llegada masiva de los televisores a los hogares. Dar a conocer el dramatismo de la realidad con imágenes tan impactantes provocó que la Campaña dejase de tener tintes un tanto paternalistas, como pasaba con las campañas del Domund y aquellas entrañables huchas de “negritos y chinitos”, para convertirse en un aldabonazo a la conciencia del mundo desarrollado y a las clases medias emergentes.
Tal vez eso, tal vez sensibilidad social que las comunidades cristianas iban adquiriendo a raíz del Concilio, tal vez de todo un poco, el caso es que en 1970 la Conferencia Episcopal Española decidió que la colecta de las parroquias del segundo domingo de febrero se destinase a la Campaña contra el Hambre y que, al mismo tiempo se convocara a los cristianos a una Jornada de Ayuno Voluntario el viernes anterior a la colecta. Es en 1978 cuando pasa a llamarse “Manos Unidas, Campaña contra el Hambre” y comienza una nueva forma de atender a las necesidades de los países en vías de desarrollo entendiendo que combatir el hambre conlleva también afrontar sus múltiples causas.
La campaña de este año lleva por lema “Compartir, nuestra mayor riqueza”. No se trata de “ayudar” a comunidades necesitadas sino de “compartir” la prosperidad para transformar la forma de entender el mundo, de ser conscientes de que mi prosperidad y la del otro dependen la una de la otra. En un mundo tan interconectado, será muy difícil mantener la paz y el orden mundial sobre los cimientos de la desigualdad y las política de represión de la migración como pretenden los populistas.
Los proyectos de Manos Unidas son un ejemplo de riqueza compartida. En ellos lo donado por todos nosotros encuentra su eco en el desarrollo del proyecto en algún lugar del Sur. Siempre, tras el proyecto, presentado con detalle a la organización, hay nombres de personas que viven en el lugar, comunidades concretas que se comprometen a desarrollarlo con su trabajo y su compromiso diario para que no parezca algo llovido del cielo como si se hubiera tenido en cuenta a las personas que viven en lugar.
Para darnos una idea de la diversidad y calado que han adquirido estos proyectos, recojo un párrafo de la revista de Manos Unidas: “Dar cabida a la Economía de Francisco desde la perspectiva de los proyectos, nos plantea también el reto de promover, de manera especial, determinado tipo de proyectos que nuestra organización ya está apoyando. Hablamos concretamente de iniciativas de economía social como las cooperativas, el comercio justo o los microcréditos; de pequeños negocios familiares y del fortalecimiento de las comunidades de cara a su propia organización interna comunitaria” (Pg. 21).
Hace unos días, dentro de los proyectos solidarios con los que colaboramos en la Unidad Pastoral Cristo del Mercado/Santa Teresa y que financiamos con donativos de los feligreses para la Cáritas parroquial, enviamos 6000€ a Jesús María del Barrio que, es un misionero segoviano que lleva en Zimbawe toda la vida. Nos respondió con este washap:
Muy buenas, Jesús. Yo creo que esto ha sido cosa completamente del Señor, porque estaba buscando maneras de continuar comprando la comida para la gente a la que ayudamos en ésta época de hambre. Son casi 400 familias y el dinero que tengo ahora no me llega para todos, así que esta ayuda es “venida del cielo”. Da las gracias a quien corresponda, porque no sabes el bien que hace esta ayuda. Y muchos recuerdos para todos los parroquianos.
El compartir genera vida y nos hace mirar el mundo con algo más de confianza.
