Intérpretes: Verner Collegium. Jan Verner, trompeta. Petr Verner, violín y director. Julie Vernorová, violín. Jakub Verner, violín. Radka Vernerová, viola. Pavel Verner, cello. Barbora Kurstenová, clave.
Obras de: M. A. Charpentier, M. Molter, J. S. Bach, J. Haydn, H. Purcell, G. Ph. Telemann, A. Vivaldi, J. Pachebel y G. Torelli.
Fecha: Miércoles 14 de diciembre de 2011.
Lugar: Teatro Juan Bravo.
Organiza: Sociedad Filarmónica.
Los Verner son una familia que ocupan seis atriles de esta orquesta de siete instrumentistas, solo la clavecinista, Barbora Kurstenová, no pertenece a la familia Verner. Hay tres violinistas, entre los que sobresale Petr Verner que es el director y fue el solista en el concierto “El invierno” de Vivaldi, también hay una viola y un chelo.
El programa se abrió de una forma espectacular, el preludio del Tedeum de Charpentier, al que siempre asociaremos con los grandes acontecimientos televisados por Eurovisión hace muchos años, hoy en día las retrasmisiones no son un acontecimiento como hace algunas décadas. Es música solemne, que anuncia un gran suceso y en la que el trompeta, Jan Verner, se lució. A continuación se sucedieron obras barrocas de no muy larga duración, más o menos conocidas y entre las que se insertó una del periodo clásico, el divertimento de Navidad de Josef Haydn. Es una obra no muy conocida, que se agradeció escuchar en este tiempo.
Entre las obras menos conocidas, nos pareció que el concierto pastoral para cuerdas de Molter nos deja saborear una tranquilidad barroca de típico grupo bien avenido y acorde con la estampa bucólica de amor al campo, que es una característica muy marcada por la música barroca.
La conocida coral de la cantata BWV 147 de Bach sonó muy bien, pero hubiera sido mejor escucharla con trompeta barroca y no con la romántica y poderosa de Jan Verner. También derrochó fuerza interpretativa en la sonata de Purcell.
Entre las suites de danzas, tan típicas en el barroco, sobresalió la pastoral de Telemann, con una sucesión de danzas barrocas movidas y graciosas que dan como resultado un equilibrio muy estable a la obra.
Como bis nos ofrecieron una versión muy civilizada del popular villancico el Tamborilero, que pusiera de moda, hace ya tantos años, Raphael.
Ante el éxito de aplausos por parte del público nos regalaron una maravillosa y majestuosa marcha de Haendel, el maestro que no había aparecido por los atriles durante la noche.
Desde aquí, también quisiera pedirles perdón por el lapsus del otro día. En la crítica del concierto de clausura del ciclo de Tomás Luis de Victoria, el lugar de celebración era la iglesia de San Martín y no la de San Juan de los Caballeros.
