El origen del proyecto
A finales del siglo XVIII la población de Carbonero el Mayor supera largamente el millar de habitantes, dedicados esencialmente a las labores agrícolas y ganaderas. La necesidad de agua va creciendo conforme el pueblo adquiere mayor entidad, razón por la cual el Concejo decide afrontar el problema de escasez y salubridad del agua y se embarca en un gran proyecto: la construcción de una galería como sistema de captación que ha de conducir la aguas desde “el pozo Bueno” hasta un gran pilón que se ubicará en la parte baja del pueblo, a medio kilómetro de distancia.
En esta última etapa del reinado de Carlos III, los concejos, órganos de gobierno de los municipios, conservan aún su estructura medieval con la separación de estado noble de hijosdalgo y estado del común, habiendo introducido ya la figura del síndico personero, a raíz del Motín de Esquilache, para salvaguardar los intereses del común. El 16 de febrero de 1781 se reúne el Concejo Abierto: “ Justicia, Regimiento, procurador, síndico personero y vecinos del barrio del lugar de Carbonero el mayor y su barrio Fuentes…”, siguiendo el protocolo de la época, “a son de campana tañida conforme a la antigua constumbre”… y “estando presente Fernando Muñoz, alcalde del estado noble de hijosdalgo, Juan de Andrés Muñoz, alcalde del estado general, Josef Gonzalez Pastor regidor de Fuentes y el síndico personero Miguel Bueno Herranz” según se relata en el “Poder que otorga el Concejo para la conduccion de aguas del Pozo Bueno”.

El documento cita un buen número de vecinos que forman la Justicia, quienes firman el poder, comprometiéndose a avalar con sus bienes personales los costes de una obra cuya necesidad queda justificada con las siguientes palabras, – hecha la traducción ortográfica sobre el lenguaje propio de la época-: “…que siendo como es este pueblo tan cuantioso en número de vecinos y personas con tráfico de ganadería y muchos ganados, para él y para las labranzas se necesita de considerable porción de aguas, estando como estamos reducidos a las que produzca el Pozo Bueno, en que en varias ocasiones se ha procurado sacar por conducción a pilones… las puedan tomar los vecinos y beber los ganados”.“Conducidas por la antigua cañería a la que de muchos años a esta parte no pueden sacar… se reparan los conductos, cuyas aguas llevan inmundicias y expuestas a una pestilencia” “Y viéndonos con aumento de vecindario y ganados…acordamos dando todo nuestro poder cumplido… haciendo cuantas diligencias sean necesarias… para que conduzca a este pueblo sus manantiales y otros cualesquiera sitios y parajes en que pudiera haber agua y haga las pruebas, registros y caceras…por conductos a los sitios donde con comodidad las tomen y beban las gentes y ganados” “Al dieciseis de febrero de mil setecientos ochenta y una”.

Como es sabido, el agua es el elemento sustancial que permite la pervivencia de cualquier asentamiento poblacional, como bien lo justifica el acta del Concejo que aprueba las futuras obras de construcción de lo que hoy denominamos galería y fuente de La mina. En aquellos años, la mayoría de las casas disponen de pozos, y se cuentan ya por más de un centenar en todo el pueblo, los cuales permiten proveer del agua necesaria para necesidades familiares y las de los animales domésticos que ocupan las cuadras y corrales. Además, diversas fuentes públicas con pequeños pilones se sitúan en algunos barrios del pueblo. Son fuentes que buscan afloramientos de agua que se conducen hasta un pilón mediante un caz, como el que existía en la calle Real y que conducía el agua hasta el barrio de “Los Caños” o la fuente del Pozo Bueno, al que hace referencia el poder citado anteriormente, donde se remarcan los problemas de salubridad y el lamentable estado de la conducción hasta el pilón, señalando también que es necesario profundizar en la captación del agua, debido probablemente a su agotamiento en épocas estivales. De la importancia de este manantial, principal aporte de la galería de La mina, queda constancia en el nombre de la calle Pozo Bueno, que ha llegado hasta nuestros días guardando la memoria de su ubicación.
Adjudicación e inicio de las obras de excavación
El 26 de mayo de 1782, el maestro en arquitectura de Olmedo, Don Jose F. Gonzales Ortiz, con gran experiencia en obra pública, se adjudica el contrato de las obras de excavación que deberán garantizar un abastecimiento de agua acorde a las crecientes necesidades del pueblo. Este contratista, que ya ha concluido la ejecución de importantes obras en Arévalo sin haber logrado su cobranza, busca la recomendación del escribano de Carbonero, Bartholomé Pastor, para que interceda ante los señores de Justicia y le permitan utilizar su casa y unos viñedos como aval para eludir la fianza que le exige el Concejo, y que consistía en un tercio del importe de las obras.

Para minar cada uno de los pozos se concierta un precio de veinticinco reales y medio por cada vara castellana, de cuatro cuartas y media, medidas por el suelo, teniendo de ancho cuatro pies por otros seis de alto, y quedando a cuenta y cargo del contratista el proveer de picos, azadones, sogas y esteras. Por cuenta del pueblo resta solamente el poner a pie de la obra la madera de tablas y cabrios que fuese necesaria para apoyar cimbras, tornos y poleas.
El inicio de las excavaciones fue casi inmediato y se trabajó a un ritmo frenético, a juzgar por las informaciones encontradas: se contratan simultáneamente a 26 picadores que trabajan por parejas excavando cada una en un tramo de galería de diez o doce varas, a la que acceden por cada uno de los once pozos diferentes, y cobrando diez reales de vellón por cada vara de galería excavada.
Al mismo tiempo trabajan cerca de 40 jornaleros cavando las zanjas exteriores; éstos últimos se contratan por días trabajados al precio de cuatro reales y medio por cada jornal. Además, se contrata a agricultores que van con sus carros hasta los fetosines para buscar la madera necesaria en los trabajos de excavación de las galerías.

Estas galerías, al ser minadas simultáneamente por personas distintas, desde puntos de acceso diferentes, necesitan encontrarse en el mismo lugar y con la misma profundidad, cosa que no siempre ocurría. Así lo demuestran las diferencias de altura se pueden apreciar actualmente en algunos tramos de galería, junto con el trazado zigzagueante que presenta en su conjunto. La conducción del agua requiere mantener una pendiente pequeña y constante a lo largo de toda la galería, terea muy complicada para la época, a cuyo fin utilizaban largos tubos de vidrio que llenaban de agua para controlar, mediante una burbuja de aire, que el desnivel fuera siempre el requerido; se conseguía así un flujo laminar, encauzado con tubos de cerámica que desaguaban en un conjunto de arquetas de desarenado.
La supervisión de todos los trabajos corría a cargo Antonio Muñoz que aparece como el encargado de la obra junto con Isidro García, quien asiste a los jornaleros y, en su calidad de nuevo alcalde, va efectuando los pagos al contratista a medida que se van entregando las partes de obra. Los trabajos de excavación de la mina se desarrollaron de forma multitudinaria y con un ritmo vertiginoso, consiguiendo terminar la excavación seis meses después del comienzo: el 20 de diciembre de este año, cuando figura el último pago realizado a los jornaleros.

Referencias bibliográficas del ingenio hidráulico de La Mina
La primera referencia literaria de esta gran obra, por su complejidad y por el valor que representa para el pueblo, la encontramos en el diccionario Geográfico-estadístico-histórico de Pascual Madoz, edición de 1845 que ofrece una buena descripción de la misma:
Hay una fuente que llaman La Mina, la que consiste en un subterráneo que atraviesa de N. a S. gran parte del pueblo, todo él esta arqueado á manera de bóveda, aunque su altura no guarda igualdad, porque en “parages” es de 8 pies, en otros de menos y algunos de 16; hay en él varios depósitos o arquetas, en donde se detienen las arenas, y entre unos y otros existen acueductos de barro cocido que vierten el agua por medio de dos caños en un pilón de más de 600 cántaras de cabida.
Descripción detallada de La Mina
Una descripción completa la encontramos el tríptico de presentación de la exposición titulada La mina, … alumbrando las entrañas de un viaje de agua, realizada en 2007 a través de diez paneles expositivos que completan un reportaje descriptivo y fotográfico del interior de la galería:
“Casi 500 m de longitud suman los túneles de La Mina, siendo la parte visible de esta obra de ingeniería el pilón octogonal de 24000 litros de capacidad abastecido por dos caños. El agua llega desde el final de la galería a través de un conducto de 60 m, protegido con piedra de sillería. El primer tramo, bajo la calle Ferias, está abovedado con piedra irregular y a partir de aquí está excavada en suelo de “toba”( arena y arcilla compactada) hasta el pozo de acceso que se encuentra en el cruce de la travesía de Caldereros con la calle Carramajuelos, a 70 m de la entrada en un tramo casi recto. A continuación, la galería sigue un tramo sinuoso, con una altura que varía entre 1,5 y 4 metros y una anchura entre 1 y 1,40 metros, a lo largo de unos 300 m.

En todo el recorrido, la galería dispone de 29 arquetas hechas de ladrillo con argamasa y enfoscadas, que servían como decantadores de las partículas en suspensión que pudiera arrastrar el agua. También dispone de 12 registros realizados posteriormente entre la arquetas más distanciadas, y consisten en tubos de unos 5 cm de diámetro que sirven de testigos y de rebosaderos, en caso de atasco de la tubería. La canalización está formada por tubos de cerámica de unos 80 cm de largo, conectados entre sí, que discurren por un lado de la galería.
A continuación, bajo la calle Santiago, por un estrecho túnel de 37 m de largo con una anchura que llega a ser de tan solo 35 cm y una altura de 140 cm, se llega al último pozo de acceso, de considerable altura, reforzado con una bóveda de ladrillo. Desde allí continúa un pasadizo, especialmente estrecho y bajo en su inicio, que conduce hasta un bloqueo de piedras que colman la galería pero permiten el flujo del agua.
En la parte alta, de terreno menos compacto, se realizó la galería con paredes de piedra y techo de pizarra.
La zona emparedada se corresponde con las inmediaciones del Arroyo de la adobera, por donde la galería cruza en dirección a la calle San Jerónimo. En la confluencia de ambas calles se ha reconstruido la parte exterior del acceso bajo el aspecto de brocal de un pozo; por él se accede fácilmente a los manantiales de agua. La galería se encuentra a unos 6 m por debajo de la calle y cerca de la vertical del brocal aparece la única bifurcación existente, un ramal de 14 m bajo la calle San Jerónimo y otro 5 m arroyo arriba. Desde este cruce encontramos 22m de galería con 170 cm de altura y 50 cm de ancho hasta la zona bloqueada con piedras.

Minas de aguas o qanat, su origen se remonta al antiguo oriente.
Finalmente, con el objeto de remarcar la singularidad y la importancia de La Mina, se indican algunos aspectos relevantes de este tipo de excavaciones, también conocidas como qanat y como viajes de agua.
El origen de las galerías excavadas con el objeto de captar aguas subterráneas y conducirlas hasta los asentamientos de población se sitúa en el antiguo oriente, generalmente en zonas desérticas, donde no se dispone de aguas superficiales. El nombre de la antigua ciudad bíblica de Qana, podría ser el origen de la palabra qanat, nombre más extendido para designar este tipo de obra, que sirvió para abastecer ciudades como Jerusalén o Jericó. Los árabes trajeron esta tecnología a la cultura occidental, con notable presencia en Sicilia, Chipre y España. En Madrid, se conoce la existencia de una profusa red de galerías, que reciben el nombre de viajes de aguas, alguna de las cuales podrían tener su origen en la cultura árabe, si bien es cierto que, mayoritariamente, la red de viajes de agua se desarrolló durante el siglo XVIII. Muchas de estas galerías han llegado hasta nuestros días con importantes alteraciones al ser utilizadas, después, como cauce para las primeras redes de suministro que aparecen en los núcleos urbanos. El término de mina de agua, como alternativa a la denominación madrileña, es habitualmente usado en las galerías que existen en toda la vertiente mediterránea. En Carbonero el Mayor el nombre de “La Mina” queda claramente establecido en la documentación existente sobre su excavación.

Son pocas las galerías que han llegado hasta nuestros días sin alteraciones importantes. Algunas han sido objeto de restauración, al reconocerlas como parte del patrimonio histórico-cultural, e incorporarlas como recurso turístico mediante un centro de interpretación que ofrece también visitas guiadas; buenos ejemplos de ello son el viaje de agua de Amaniel en Madrid y la Mina de agua de Masnou en Barcelona. En Castilla y León se conservan dos importantes ejemplos patrimoniales, el qanat de Fuentelapeña en Zamora y la mina de agua de Carbonero el Mayor, que fue objeto de restauración en el año 2000, acompañándose después con un completo estudio técnico y documental que se plasmó en la exposición titulada, La Mina, … alumbrando las entrañas de un viaje de agua, inaugurada en marzo de 2007.
Es importante conocer y valorar nuestro patrimonio, especialmente cuando se trata de estructuras tan singulares y desconocidas como La mina de Carbonero el Mayor. Dado que la visita al interior de la galería no es factible para el público en general, se echa en falta la habilitación de un centro de interpretación que ponga en valor toda la obra, utilizando la documentación histórica y el material fotográfico disponible, para dar a conocer una de las nuestras más significativas y mejor conservadas de este tipo de ingeniería civil y que, casualmente, está en nuestra provincia.
